Carlón: solo alguien que puede hacerlo es ese solo alguien que puede decirlo

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Carlón: solo alguien que puede hacerlo es ese solo alguien que puede decirlo

17 Noviembre 2020

Por Federico Tártara 

Según publicó el escritor Javier Salcedo en el libro “Los Montoneros del Barrio”, donde investigó el desarrollo territorial que la M experimentó en Moreno y Merlo, el verdadero apodo de Eduardo Pereyra Rossi era “CarloM”, porque indicaba la procedencia geográfica: Carlos de Merlo. Como suele suceder en nuestro país, y por repetición, el seudónimo terminó trocando en “Carlón”. En ese libro, entre otras cosas, se cuentan las vicisitudes que tuvo que atravesar cuando lo mandaron a controlar la regional de Moreno donde no aceptaban conducción que no fuese nacida en el lugar. Eduardo estaba militando en las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), y cuando se produjo la fusión con Montoneros, recibieron parte de la conducción de las regionales. Todo se complicó y hasta se hizo presente un histórico, Marcos Osatinsky, que lideraba la Ciudad de Buenos Aires, pero en Moreno ni con él presente quisieron saber algo.  

Carlón salió pataleando un 19 de Enero de 1950, y al tiempo nomás ya estudiaba Filosofía, y jugaba al básquet, era alto. Se la jugó desde un principio, y rápidamente abandonó su cómoda vida de clase media universitaria -que tenía en La Plata- para ir a militar al lejano oeste del conurbano bonaerense. Una locura. “Creo que como toda su generación creció motivado por el ejemplo del Che, y estaba convencido de que no era posible que un militante político separe lo que se piensa de lo que hace. Y creo que Carlón tenía eso muy en claro. Debía ser consecuente con lo que pensaba. En el reportaje de 1982 dijo: “si pienso de determinada manera, me arriesgo a determinada cosa. Bueno, pero por eso pienso así”, reflexiona, en diálogo con la Agencia Paco Urondo (APU), su sobrino, Juan Martín Griffo, militante de la OLP- Resistir y Luchar. 

En Diciembre de 2015, se le realizó un homenaje por su compromiso social en el Concejo Deliberante de Morón. Ese día su compañero, Edgardo Binstock, contó que lo conoció en un plenario, en verano, y que Carlón fue con un saco de lana pesadísimo porque llevaba algo que tenía que esconder mientras caminaba. “Todos nos reíamos porque no disimulaba demasiado. Usaba un jopito, muy peinadito, y una compañera le puso de sobrenombre ´Alerta´, porque era una propaganda de la época”.  

Luego, sufrió y celebró todos los procesos por los que atravesó la organización Montoneros, y fue ganándose el respeto de sus compañeros, hasta alcanzar el grado de Comandante con tan solo 33 años. 

Cuando llegó la dictadura genocida estaba coordinando la Secretaría de Prensa, y después estuvo en el exilio, en México y varios países de Europa (la famosa entrevista de 1982, en plena Guerra de Malvinas, parece que es en Francia) y también en Brasil, que era un paso previo antes de ingresar al país. Antes de irse estuvo a cargo de la Columna Sur, y luego coordinó los diferentes grupos de militantes que ingresaron para las diferentes etapas de la contraofensiva. “En esa época él nos dio las directivas para las interferencias televisivas. Y después nos tocó ir juntos a Oslo a la entrega del Premio Nobel a Perez Esquivel, porque había una tarea - él era miembro de la conducción de Montoneros - que era entregarle una carta al Papa y se eligió que el intermediario fuera Perez Ezquivel. Pero fue toda una odisea, lo perseguimos hasta el baño y no lo podíamos encontrar. Al final le dimos la carta, y ahí en Noruega, mientras nevaba, en un mundo muy distinto al nuestro, nos acordamos de otros tiempos y otras realidades”, rememoró, también en el homenaje en el HCD de Morón, Edgardo “Edy” Binstock.      

Ya en los ´80 participó activamente en la cada vez más famosa movilización del “Luche y se Van”, y a su vuelta empezó a organizar a los compañeros montoneros bajo el nuevo lema de “Intransigencia y Movilización” que conducía Don Vicente Leónidas Saadi.   

El 30 de Abril asesinaron a Raúl Clemente Yaguer, en Córdoba. Lo hicieron pasar por un enfrentamiento -en la prensa-, pero fue secuestrado y torturado ferozmente. El 14 de Mayo lo que ya se sabe, lo del Bar Magnum, en Rosario, y la pérdida de Carlón y el Viejo.  

En el verano de ese año, Carlón, se tomó un tren y se quedó una semana en Trenque Lauquen. Estuvo en la casa de unos compañeros muy jóvenes. Siempre metía mucho fuego, ahí. Intentaba reflotar los viejos sueños de una juventud movilizada reflejada en las épocas gloriosas del Luche y Vuelve, que a la salida de la dictadura no aparecía.  

Tiren hijos de puta, tiren. 

En ese 17 de Noviembre de 1972, en ese día que quizás resumía esos 18 años, Carlón, o Carlos de Merlo, salió temprano de su casa en Merlo. Como todos saben, llovió a mares o cántaros. Como todos saben hubo gases para todo el mundo. El General Perón regresaba tras 18 años de muertos, torturados, heridos y traidores. 

Cuenta Carlón: "Cuando llegamos donde estaban los soldados, nos tuvimos que frenar porque nos pinchábamos con las bayonetas, y además nos amenazaban con disparar. Entonces, los que llegamos primero a la línea, tratamos de frenar a los que venían detrás nuestro, que no sabían lo que pasaba porque no podían ver el despliegue militar”.

Sigue: “Uno de los compañeros- muchacho joven- da un paso al frente- o sea, nos separaba un metro y medio de los milicos -. Da un paso al frente, se abre la camisa que llevaba toda mojada e increpando a los soldados que tenia al frente les dice: ¡¡¡Tiren!!!, Hijos de Puta,¡¡¡Tiren!!!, y yo observo desde esa posición que tenía como otros muchachos al ver el ejemplo de ese compañero, también dan un paso al frente, se abren la camisa increpan a los soldados y les dicen: ¡¡¡Tiren, Tiren!!! ¡¡¡Tiren, Tiren!!!”

Y finalmente lo dice todo: “Frente a esa situación todos creíamos que en ese momento se iba a producir una verdadera masacre. Pero a pesar de eso.... los soldados, que eran muchachos como nosotros, comienzan a sentirse conmocionados por esa actitud y esa firmeza. Nunca he visto algo semejante, porque como si hubieran recibido una orden comienzan a llorar, a emocionarse frente a esa situación, comienzan a bajar la vista y los fusiles, - con los que nos estaban apuntando-poco a poco, hasta que llega un momento que esas bayonetas que nos estaban amenazando, ya no nos amenazan más. Los fusiles están bajos y el oficial que estaba a cargo, o los oficiales a cargo, gritan a los soldados: ¡¡Levanten los fusiles o los mato a todos!!. Es impotente para volver las cosas donde estaban antes. Cuando mis compañeros y toda la gente que estaba ahí se da cuenta de la situación, bueno, se escucha un alarido de triunfo, ¡¡Viva Perón Carajo!! que se repite y se repite... y los pasamos por encima...."

Carlón y después 

“En principio tenía esa idea, de escribir sobre eso. Pero en una de las audiencias del juicio que condenó a Luis Patti y a sus secuaces, su última compañera, Estela Ceresetto, con quien vivió sus últimos días en una casa en Rosario, me entregó una carpeta donde entre otros escritos había una serie de hojas tipiadas a máquina de escribir, donde él había dejado ya lista con la frase “para publicar” todos sus poemas. O en gran parte, porque en esa tanda faltaban algunos. Entonces gracias al aporte de Estela, se me ocurrió cumplir con ese deseo que Carlón tenía, y cumplir con el mío de publicar su vida para que la conozcan las nuevas generaciones. Carlón sigue hablando a través de sus poemas, de sus escritos, de su testimonio”, argumenta Juan Martín Griffo, en diálogo con la Agencia Paco Urondo. 

Carlón Pereyra Rossi escribió uno de los poemas más sentidos para la militancia revolucionaria. Están los grandes de la obra: Paco Urondo, Juan Gelman, que con sus palabras dan vuelta cualquier corazón; pero lo de Carlón es directo a la emoción, a la esperanza y a echarse a andar, y lleva un título que lo despierta todo: “Convocatoria”. 

Dicen muchos que Carlón fue uno de los que le dio duro con una valla a la puerta de la Casa Rosada allá por 1982 (“Luche y se Van”), después de Malvinas y con los genocidas aún en el poder. Es muy difícil de chequear por lo clandestino de la época, y lo que no se revela. Lo que sí es cierto, que sino estás entrenado en la lucha callejera y sino tenes un ímpetu revolucionario en las venas...eso no lo haces. 

Ahí está el acto. Donde el cuerpo juega en una posición definitiva, ya no se trata de enarbolar una tesis revolucionaria sobre las masas y las condiciones objetivas y subjetivas (el edificio de Lenin), sino que se trata de estar presente, y de cuerpo presente. Y con esto último se cierra el círculo con “Convocatoria”, porque solo alguien que puede hacerlo, realmente, es ese solo alguien que puede decirlo. 

Lo demás -como siempre- es puro verso.