16 de Septiembre 1955: la guerra civil que no fue

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Historia

16 de Septiembre 1955: la guerra civil que no fue

15 Septiembre 2022

En este local, esta terminantemente prohibido las discusiones de política, religión y las polémicas de mesa a mesa ”. Cenando en el Imparcial, un tradicional restaurante de Bs As, me llamó la atención una placa con esa inscripción. Mi amigo, Faustino Velasco, me contó su historia: durante los años de la Guerra Civil, Avenida de Mayo y Salta, era zona de bares de la inmigración española. En el Iberia paraban los republicanos, en el Español los falangistas, cada tanto volaban mesas y sillas de un bar a otro. El Imparcial, como su nombre lo indica, servía a ambos bandos y de allí el cartel, prohibiendo las polémicas de “mesa a mesa”. Varios años después del fin de la guerra, estas inquinas seguían.

La Guerra Civil Española duró dos años y demostró ser un caldo de cultivo para cometer atrocidades en masa, llevadas a cabo por beligerantes ansiosos por erradicar a sus oponentes ideológicos. Mas de 500,000 personas perdieron la vida en este conflicto.

De ellos, aproximadamente 200,000 murieron como resultado de asesinatos sistemáticos, violencia de las turbas, tortura u otras brutalidades. Los falangistas persiguieron principalmente a sindicalistas y políticos republicanos. Los republicanos, a los simpatizantes de la reacción o sospechosos de serlo y fusilaron 7000 curas y monjas de la Iglesia Católica, llegando a quemar conventos e iglesias, se destruyeron unos 20.000 edificios, entre ellos varias catedrales. Hubo también 400 mil exiliados. España quedo devastada en algunas zonas, con pueblos totalmente asolados. La economía tardó lustros en recuperarse: terminada la guerra, el PBI había retrocedido a niveles de 1922 y no se recuperaría hasta principios de los años 50.

Este crudo y desolador panorama había visto el Teniente Coronel Perón, en su paso por España en 1939. Varias veces Perón se va a referir a su impresión sobre la Guerra Civil Española: “Influenciaba también mi espíritu la idea de una posible guerra civil de amplia destrucción y recordaba el panorama de una pobre España devastada que presencié en 1939.”

Procedan con la máxima brutalidad”; "Cristo Vence"

El 16 de Septiembre en Córdoba,el general Eduardo Lonardi dio inicio a la sublevación militar y arengó a sus tropas: “Señores: vamos a llevar a cabo una empresa de gran responsabilidad. La única consigna que les doy es que procedan con la máxima brutalidad”. Pero, cuando las tropas de Lonardi se vieron en desventaja militar; quien empleó la “máxima brutalidad” fue la Marina de Guerra, que, abastecida por naves inglesas, bombardeó la Destilería de Mar del Plata causando numerosos muertos y grandes daños materiales. Y, anclada frente a Buenos Aires amenazó bombardear las Destilerías de La Plata y Dock Sud y nuevamente el centro de la ciudad. La sublevación se había cobrado ya, 156 vidas.

En su libro “La Fuerza es el Derecho de las Bestias”, Perón recuerda los hechos: El día 16 de septiembre de 1955, a primera hora, se tuvo conocimiento de que en el interior se habían producido algunos levantamientos. En Córdoba habían secuestrado al Director de la Escuela de Infantería durante la noche. La Escuela de Artillería sublevada había emplazado los cañones en la tarde anterior con el pretexto de un ejercicio del día siguiente y, con las primeras luces, había abierto el fuego contra el casino de oficiales donde dormían los jefes y oficiales de la Escuela de Infantería.

En Río Santiago unidades de la Escuela Naval sublevada habían pretendido salir de la base y atacar la ciudad de Eva Perón siendo detenidos por la policía de Buenos Aires, pero permaneciendo en posición en el linde de la base.

En Curuzú Cuatiá (Corrientes), habíase producido un conato de sublevación en la Escuela de Blindados, siendo sofocada y dominada inmediatamente.

En Puerto Belgrano, base naval de Bahía Blanca, no había novedad, aunque se supo que la Aviación Naval estaba en movimiento. (...) fracasado el intento de Curuzú Cuatiá se luchaba en Río Santiago y en Córdoba en buenas condiciones, la concurrencia de otras tropas hacia esos focos, aseguraba el éxito para los días siguientes.

El día 17 de septiembre la situación general era absolutamente favorable, si bien continuaba la lucha en Córdoba, en Río Santiago se había detenido.

El día 18 en la noche la situación era clara para el comando de represión y lanzadas las unidades concéntricamente hacia los focos de la rebelión, no quedaba más que esperar su llegada para someter a los rebeldes. La enorme superioridad de fuerzas no deja dudas sobre los resultados. Este mismo día se tuvo conocimiento de la defección de los Destacamentos de Montaña de Mendoza y San Juan, pero ello se reduce a que sus jefes se han negado a marchar sobre Córdoba.

En Bahía Blanca (…) La escuadra, según las noticias que se tienen, ha bombardeado la ciudad, destruido las plantas compresoras de gas, las usinas y parte de la población. La ciudad está sin agua, sin gas y sin luz. La ciudad de Mar del Plata también ha sufrido los efectos del bombardeo intenso de la escuadra y la aviación rebelde.

El día 18 de septiembre a la noche la escuadra sublevada amenaza con el bombardeo de la ciudad de Buenos Aires y la destilería de Eva Perón. Lo primero de una monstruosidad sin precedente, y lo segundo, la destrucción de diez años de trabajo y la pérdida de cuatrocientos millones de dólares.

La situación militar era ampliamente favorable, pues desplegadas las fuerzas sólo era cuestión de tiempo y de lucha para someter a los focos rebeldes de Córdoba y Bahía Blanca.

Sin embargo, me preocupaba la amenaza de bombardeo de la población civil en la que seguramente perderían la vida miles de inocentes que nada tenían que ver con la contienda. Ya había Buenos Aires presenciado la masacre del 16 de junio de 1955, cuando la aviación naval bombardeó la Plaza de Mayo y ametralló las calles atestadas de gente, matando e hiriendo a mansalva al pueblo indefenso. Era de pensar lo que ocurriría en un bombardeo indiscriminado, sobre una ciudad abierta, sometida a la acción combinada de los cañones navales y las bombas aéreas. Las condiciones climáticas eran desfavorables para toda acción defensiva, pues la intensa lluvia hacía imposible toda exploración y acción sobre los barcos.

Me preocupaba también la destrucción de la destilería de petróleo de Eva Perón, una obra de extraordinario valor para la economía nacional y que yo la consideraba como a un hijo mío. Yo la había puesto en funcionamiento. Es indudable que para los demás no podía tener el mismo valor que para mí.

Influenciaba también mi espíritu la idea de una posible guerra civil de amplia destrucción y recordaba el panorama de una pobre España devastada que presencié en 1939. Muchos me aconsejaron abrir los arsenales y entregar las armas y municiones a los obreros que estaban ansiosos de empuñarlas, pero eso hubiera representado una masacre y, probablemente, la destrucción de medio Buenos Aires. Esas cosas uno sabe cómo comienzan pero no en qué terminan.

Siempre he pensado que la misión de un gobernante es la custodia de la Nación misma. Su objetivo deberá ser siempre el bien de la Patria. Todos los demás objetivos son secundarios frente a éste. Se trataba entonces de elegir la resolución que mejor conformara a ese principio.

En nuestra doctrina habíamos establecido claramente que la escala de valores justicialista era: primero, la Patria; luego el Movimiento y después los hombres. Se trataba simplemente de cumplirlo.

Algunos generales y jefes amigos y leales, se empeñaron en convencerme para que continuara la lucha que, desde el punto de vista militar, era ampliamente favorable. Recuerdo que uno me dijo: “Si yo fuera el Presidente, continuaba”. “Yo también si fuera general continuaría”, le contesté.

Otros ensayaron persuadirme con el argumento de salvar la Constitución y la ley (…) Nada hay superior a la Nación misma. Lo que hay que salvar siempre es el país. Lo demás es secundario frente a él.

Después de una madura reflexión llamé al Ministro de Ejército, General Franklin Lucero, jefe de las fuerzas de represión, y le dije: “Estos bárbaros ya sabemos que no tendrán escrúpulos en hacerlo. Es menester evitar la masacre y la destrucción. Yo no deseo ser factor para que un salvajismo semejante se desate sobre la ciudad inocente, y sobre las obras que tanto nos ha costado levantar. Para sentir esto es necesario saber construir. Los parásitos difícilmente aman la obra de los demás.

Finalmente Perón decide presentar una nota de renuncia, al Ministro de Ejército, Franklin Lucero. En sus párrafos finales dice: “Estoy persuadido que el Pueblo y el Ejército aplastarán el levantamiento, pero el precio será demasiado cruento y perjudicial para sus intereses permanentes.

Yo, que amo profundamente al Pueblo, sufro un tremendo desgarramiento en mi alma presenciando su lucha y su martirio. No quisiera morir sin hacer el último intento por su tranquilidad y felicidad.

Si mi espíritu de luchador me impulsa a la pelea, mi patriotismo y mi honradez ciudadana me inclinan a todo renunciamiento personal en holocausto a la Patria y al Pueblo.

Ante la amenaza de bombardeos a los bienes inestimables de la Nación y sus poblaciones inocentes, creo que nadie puede dejar de deponer otros intereses o pasiones.

Creo firmemente que ésta debe ser mi conducta y no trepido en seguir este camino. La historia dirá si había razón de hacerlo.” Juan Perón.

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"En 1955 la sociedad se partió entre peronistas y antiperonistas. La división que se pareció mucho a un odio de clases, dividió familias, amigos"

El clima de época y la oposición a Perón

Para entender la oposición a Perón en 1945, es necesario situarse en el contexto histórico y el clima de época. De 1939 a 1945 el mundo estará sumergido en la Segunda Guerra Mundial. En nuestro país, la guerra es tapa de los diarios y los relatos de las grandes batallas se vivían en directo por las radios. La colonia alemana y parte de la italiana eran simpatizantes del eje .

El estudiantado universitario, los intelectuales de clase media y alta -el progresismo de la época- eran mayoritariamente aliadófilos, y consideraban a Perón como la extensión del nazi-fascismo en la Argentina. La neutralidad en el conflicto sostenida desde inicios de la guerra, era vista como un disimulado apoyo al Eje. Una visión binaria de la realidad no admitía terceras posiciones. Sino adheríamos a los aliados, éramos pro nazis.

Con la mirada puesta en Europa, antes que en la realidad nacional, los jóvenes universitarios soñaban con tener su propia “liberación de París” con desfile de marines incluido, pero por Avenida de Mayo.

Obviamente mas concretos eran los intereses de la vieja oligarquía nativa, la Sociedad Rural, las cámaras patronales, las embajadas británica y norteamericana que se oponían a ceder beneficios a los trabajadores, y al cambio del modelo agro-exportador, por el modelo de industrialización con justicia social que venía a proponer el Coronel Perón.

El investigador Samir José Juri en su tesis sobre los Comandos Civiles de Córdoba dice: “Podemos interpretar el viraje del activismo estudiantil hacia los comandos civiles como un traspaso natural, un deslizamiento hacia formas de confrontación más disruptivas, menos democráticas y dispuestas a llevar adelante su objetivo político. Los estudiantes secundarios y universitarios entrenados en las peleas callejeras contra la policía en los últimos meses de 1954 se desenvolvieron de manera rápida y eficaz en la conformación de los comandos civiles. Los protagonistas de esa época se denominaban a si mismo héroes, héroes anónimos que dieron su vida por lo que creían justo y necesario. Incapaces de reconocer que estaban derrocando al presidente que más conquistas sociales brindó al pueblo; ellos se embarcaron en una aventura antifascista, una gesta añeja de Segunda Guerra Mundial".

La grieta política, que se pudo convertir en bandos en guerra

En 1955 la sociedad se partió entre peronistas y antiperonistas. La división que se pareció mucho a un odio de clases, dividió familias, amigos. Una comunidad dividida en bandos irreconciliables.

Según la visión de Félix Luna, “los antiperonistas se vengaron de todo lo que habían aguantado bajo el régimen peronista: las cadenas nacionales, la afiliación compulsiva, la propaganda abrumadora, los lutos obligatorios, etc.”

En el pensamiento de Peron, la guerra era cosa de militares, o sea de profesionales que están preparados para matar y morir. Y le espantaba la idea de mandar a jóvenes obreros a matar jóvenes estudiantes, porque así estaba planteada la guerra civil. En Córdoba centro de la sublevación, había mas de 1500 civiles armados, la mayoría de ellos estudiantes universitarios y secundarios, que recibían armas en las iglesias. El general Iñiguez que se había movilizado desde Rosario, tenía la ciudad sitiada, cuando le llego la orden de detener la ofensiva. Pero, los primeros en morir iban a ser esos jovencitos. Los comandos católicos cordobeses fueron organizados por el padre Quinto Cargnelutti, que trabajaba en estrecha relación con los padres Enzo Bordagaray y Enrique Angelleli. Entrevistado por Ismael Juri un protagonista de los enfrentamientos, Luis Bas recuerda: “en la Iglesia del Pilar Quinto Cargnelutti proveía de armas a los chicos”.

En Buenos Aires sindicados como jefes de los comandos civiles figuraban: el capitan Walter Viader, el Ing. Carlos Burundarena,Juan Francisco Guevara, Renato Benzacon, Dario Hermida, Adolfo Sanchez Zinny, Edgardo Garcia Pulo, Francisco Olmedo y Raul Puigbo. Otros participantes fueron: Francisco Trusso, Mariano Grondona, Mariano Castex, David Michel Torino, Emilio De Vedia y Mitre, Augusto Rodriguez Larreta, Mario De las Carreras, Emilio Posse, Eduardo Madero Lanusse, Reinaldo Tettamanti, Alejandro Astiz, Roberto Etchepareborda, Menendez Behety, Rodolfo Urtubey, Luis Maria Pueyrredon.

En capital, el principal impulsor de los Comandos Civiles Católicos, fue el hermano marista Septimo Walsh, primo de los hermanos Rodolfo y Carlos Walsh . Carlos Walsh era aviador naval y combatió contra las tropas leales. Rodolfo Walsh desde su rol de periodista también apoyó el golpe contra Perón.

Hubo muchos jóvenes, que en 1955 lucharon y festejaron la caída del peronismo, que en los años setenta, los encontraremos en la vereda opuesta como : Diego Muniz Barreto, Rodolfo Walsh, Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Duhalde, Carlos Gonzales Garland, Ricardo Masetti, Francisco y Oscar Santucho, Joe Baxter, Esteban “Bebe” Righi, Mario Hernández, Dalmiro Saenz, Moisés Ikonicoff, Horacio Giberti, Augusto Conte Mac Donnel, Luis B Cerruti Costa, Lucio Garzon Maceda, Conrado Eggers Lan, Emilo Mignone, Norma Kennedy, Carlos Corach, Ricardo Monner Sans, Guillermo Estevez Boero, Noe Jitrik, Guido Di Tella, Eric Calcagno, Ricardo Mosquera, Ricardo Rojo, David Tieffenberg, Pablo Giussani, Elisa Rando, Rodolfo Pandolfi, Ismael y David Viñas, León Rozitchner, Juan José Sebreli, Oscar Masotta, Ernesto Bonasso, Elías Semán, Rubén Kriskaustzky, Guillermo O’ Donnell, Ernesto Laclau, Abel Latendorf, José Luis De Imaz, Jose Miguens, Marcelo Sanchez Sorondo los sacerdotes Carlos Mugica, Alberto Carbone, Miguel Ramondetti, Ernesto Leyendeker, Enrique Angelleli, Jaime de Nevares entre muchos otros.

Estas personalidades que muchos conocemos, estaban del otro lado de la grieta, y hubiesen sido de los primeros en caer, en los supuestos paredones de fusilamiento montados por el peronismo.

Por eso cuando algunos opinan livianamente, porque Perón no fusiló a quienes se levantaron contra su gobierno, es bueno recordar algunos de estos nombres, que seguramente muchos conocen y respetan. Y también pensar en cuantos familiares, amigos o vecinos nuestros, estaban en el bando antiperonista, y al igual que los peronistas iban a ser victimas de una guerra civil.

Perón, Aramburu y el valor personal

Una crítica muy difundida por los “libertadores”, y por muchos intelectuales de izquierda, es la supuesta cobardía personal de Perón, que lo habría llevado a abandonar la lucha en 1955.

A una declaración del dictador Pedro Eugenio Aramburu, calificándolo de cobarde, Perón le respondió con una carta publica:

“República de Panamá, 8 de marzo de 1956.

”Al general Aramburu. Buenos Aires

”He leído en un reportaje, que usted se ha permitido decir que soy un cobarde porque ordené la suspensión de una lucha en la que tenía todas las probabilidades de vencer. Usted no podrá comprender jamás cuánto carácter y cuánto valor hay que tener para producir gestos semejantes. Para usted, hacer matar a los demás, en defensa de la propia persona y de las propias ambiciones, es una acción distinguida de valor.

”Para mí, el valor no consiste –ni consistirá nunca– en hacer matar a los otros. Esa idea solo puede pertenecer a los egoístas y a los ignorantes como usted. (…)

”Si tiene dudas sobre mi valor personal, que no consiste como usted supone en hacer que se maten los demás, el país tiene muchas fronteras; lo esperaré en cualquiera de ellas para que me demuestre que usted es más valiente que yo. Lleve sus armas, porque el valor a que me refiero solo se demuestra frente a otro hombre y no utilizando las armas de la Patria para hacer asesinar a sus hermanos. Y sepa para siempre que el valor se demuestra personalmente y que, por ser una virtud, no puede delegarse. Hágalo, solo así me podría probar que no es la gallina que siempre conocí. Si usted no lo hace y el pueblo no lo cuelga, como merece y espero, por salvaje, por bruto y por ignorante, algún día nos encontraremos. Allí, le haré tragar su lengua de irresponsable.” ”Juan Perón, General”.

* Aldo Duzdevich | Autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón. www.aldoduzdevich.com