Sueño de una marcha de verano

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Sueño de una marcha de verano

19 Enero 2020

Por Norman Petrich

 

 

Rosario Sangra, Santa Fe Sangra, miércoles 15 de enero 2020, todos a la plaza San Martín, a las 20 horas. Basta de inseguridad, basta de muertes!  A difundir, a pasarlo y convocar en redes sociales a todos los rosarinos y santafesinos, es el mensaje que circula y va llegando a miles de personas por distintos medios.

Al momento de escribir estas líneas, la marcha todavía no se ha realizado pero los comentarios en las distintas publicaciones apuntan hacia un lugar que hasta ahora no ha dado resultados: el de saturación policial en las calles de la ciudad que habito y de la capital santafesina.

Y no puedo más que preguntarme si para cierto sector de la sociedad es la única salida que le encuentran a un reclamo legítimo. Porque parecieran no asociar a parte de las fuerzas de seguridad con la narcocriminalidad, algo que ha quedado en evidencia en estos últimos años. Sin ir más lejos, en noviembre del 2019 fueron detenidos altos jefes policiales acusados de integrar la banda de Esteban Alvarado.

No quiero desviarme (por lo menos no hoy) hacia rutas adyacentes, pero no menos importantes que llevan hacia el lavado de dinero narco a través de negocios inmobiliarios en una ciudad que exhibe números de déficit habitacional cercanos al 30% y casas ociosas en el mismo porcentaje; tampoco centrarme en la estricta mirada teledirigida hacia esos barrios y esos pibes que parecen ser sólo reconocibles detrás de un hecho delictivo.

Es decir, no voy a introducir la violencia objetiva que pareciéramos no reconocer en los márgenes de la violencia subjetiva que ha azotado la ciudad de Rosario en esta primera quincena del 2020. Mejor dicho, la que introduzca inevitablemente no dejarán de tener una estricta relación con estos últimos hechos.

Tampoco quiero caer en el facilismo de pensar que a estas personas que se autoconvocan para reclamar seguridad poco les importa lo que pasa en esos nichos de corrupción mientras protejan su propiedad privada. Sería de un sectarismo imperdonable.

Quizás lo que pienso y trato de poner en palabras no sea más que un sueño. Un sueño de una marcha de verano.

Distinta.

En la cual, cuando se diga la palabra seguridad, estemos reclamando apoyo para los clubes de barrio, esa red de contención, de protección, de inclusión que no por nada sufren hechos de vandalismos cotidianos y pocos los relacionan con el resultado final que son estas muertes.

Que cuando usemos la frase “políticas de seguridad” podamos ver a un ministro decidido a desenquistar la mafia de estas bandas narcopoliciales de los altos cargos en la Santafesina S. A. y pensemos no en reclamarle más efectivos sino en brindar nuestro apoyo ciudadano en esta apuesta.

En pedirles a las fuerzas a las que pertenecemos o con las que simpatizamos, a los dirigentes que nos representan, que salgan a avalar esta decisión. Incluso una mayor demostración de quienes son ahora gobierno porque parece no alcanzar con lo mostrado hasta el momento. Es un hecho gravísimo que no se brinde ese respaldo en forma contundente desde todos los sectores y eso alimenta el discurso de quienes no creen en la política. Estuve tentado a escribir que hacía mucho tiempo que no veía alguien tan decidido como Saín pero recordé a Gabriel Ganón y la poca fuerza que hicieron los distintos partidos (algunos la aplicaron pero en la dirección contraria) para evitar que fuera despedido en forma encubierta de su cargo de titular del Servicio Público de la Defensa.

Tenemos una nueva oportunidad, esperemos que los resultados sean diferentes. Que cuando los medios masivos de información narren la noticia de que un grupo de policías fueron denunciados por estar retirando legajos de compañeros investigados por delitos cometidos en este rubro de los despachos de Asuntos Internos lo hagan remarcando la gravedad del hecho (ya que el mismo señala el autogobierno que ejercen estas fuerzas) y no con la liviandad con la que le dan tratamiento. Porque eso sería darle seguridad a la información.

Si así fuera, estaríamos logrando un cambio. Un verdadero cambio. Uno cultural, que por fin corra el eje, el punto cero de lo que definimos como violencia del lugar en el que está enfocado en estos momentos en forma unívoca.

Estaríamos dando el primer paso para encontrar un camino hacia la ciudad democrática.

Un despertar ciudadano.

Donde miremos a nuestro alrededor y, por primera vez, reconozcamos algo nuestro en ese otro que creíamos tan distinto.