Simone, Evita y Frida: la utopía de Ser Ellas

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Simone, Evita y Frida: la utopía de Ser Ellas

01 Julio 2017

Por Ailén Montañez

“Vidas de acuerdo", en acuerdo, vidas acordadas, coincidentes, de la boca de una Simone que habla desde la posverdad sobre aquel Sartre en su vida. Una de las primeras líneas que viene a introducir su formato de pareja con aquél hombre. Una figura por fuera de la institución del matrimonio, pero en compañía -elegida- durante bastante tiempo.

Simone calienta la escena con un discurso auto referencial "Amar, no para humillarse, sino para reafirmarse" ejemplifica desde su historia. Esboza sus ideas con tono de ruptura, de que hay otros posibles, otras formas de ser en el mundo que se pueden construir y llevar adelante en la vida. Sólo hay que asumirse segura discursivamente, como ella.

“No tenemos que creer todo eso que dicen que las mujeres tenemos que ser" llega a decirle a Evita, desde la admiración hacia ella. "La sociedad solo podía escuchar en ese momento a una esposa" plantea Simone abriendo un debate al aire: el de los roles asumidos por el género femenino como algo que debe ser así, y que no se discute. A Evita no la hubiesen escuchado nunca como actriz, como política, las condiciones no estaban dadas para eso. Simone dentro de sus reflexiones la justifica. La crítica que realiza sobre los otros posibles, que deberían ponerse en práctica, no se debe hacer descontextualizada.

"Ningún surrealismo podría haber pintado mi vida" dice Frida, también introduciéndose. Ella es la más castigada dentro de los tópicos amorosos. La desdichada, la resignada, desvalorada y eternamente angustiada. En Frida pareciera que la mujer tiene que someterse por amor, que esto es natural. Hay destellos de surrealismo en toda la obra: la seducción intelectual entre estas mujeres, el deseo de lo que podría haber sido (para nuestra historia) que se cruzaran, que pensaran juntas. Ese deseo se huele y se disuelve en el ambiente.

Sobre el final sobreviene la catarsis de no entender los “deber-ser” que tiene cada una (como actrices y como mujeres) rompiendo el ambiente hasta astillarlo en reflexiones y crítica. Hay odio en ese no entender cómo esas mujeres pudieron ser así. Hay un sentimiento de impotencia. Lo que no se entiende, se pone en duda, el escudo es Des-idealizar: “¿Fue así? No pudo haber sido ¿Cómo es posible?”

Se plantea la contradicción: ¡entre lo revolucionario y la sumisión!

Como la de Evita con Perón: ¿sólo podrían haber escuchado a una esposa?

"Ya eras lo suficientemente puta sin tener un solo amante" arroja Simone, para aseverar aquello: cuántas luchas tiene que desplegar una mujer si quiere ser escuchada. La potencia que enuncian, su sentido revolucionario, pone un tanto incómoda a la sala. La idealización frustra a estas mujeres en escena. La duda de lo que no comprendemos, lo que se torna incomprensible es totalmente cuestionable. Que rompan paradigmas con sus relatos incomoda ¿ellas si y yo no? ¿Posta, Ellas pudieron? ¿Ellas fueron ese relato?

Se puede volver a empezar -y a pensar- por el principio: la vida puede ser una vida de acuerdo. En acuerdo. Cuestionadas. Coincidentes.