La apuesta de aproximarse a lo genuino

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La apuesta de aproximarse a lo genuino

06 Mayo 2018

Por Lucas Canale

En toda versión de la Historia se gesta y reproduce una versión de la realidad. Las luchas independentistas de nuestro suelo no han sido la excepción: su legado es bien conocido y se mantiene casi inalterable hasta la fecha. Gran prueba de esta aparente infalibilidad es el hecho de que toda mi generación festejó el Día de la Raza, hoy renombrado –y hace tan sólo 8 años- Día del Respeto a la Diversidad Cultural. Por suerte (o, quizá con mayor atino, por consecuencia), existe una vertiente de sucesos contraculturales que se plantea discutir estas posiciones doctrinarias.

Luces, la Revolución es uno de esos casos. Siendo una obra de teatro ciego planteada en los años de la revolución criolla, podría decirse que su objetivo es el de bifurcar los dogmáticos sentidos históricos mediante el discurrir de una trama de romance entre un hombre y una mujer de clases sociales antagónicas. La trama permite aproximarse a los quehaceres y sucesos propios de la época, por lo que su apuesta no radica necesariamente en discutir la veracidad de la Historia, sino en retratar la minucia de cómo era la vida por aquellos años y exponenciar las formas de comprenderla. La oscuridad, la compacta y completa oscuridad obliga a prescindir de la redundante visualización de elementos identificatorios para el público (qué pena: esta vez ponchos, galeras, sables corvos y pastelitos no serán de la partida) para que en su ausencia se magnifiquen las posibilidades de un acercamiento aparentemente imposible: el de recrear la veracidad de la cotidianeidad, una solemne apuesta de aproximarse a lo genuino.     

Otro rasgo bien interesante es que la densa negrura no obliga al elenco a recapitular demasiado para mostrar un flashback, lo que hace que la historia sea tremendamente dinámica. Haciendo uso de algo así como una imaginación guiada, los sucesos se apilan uno sobre otro dejándole al espectador más dudas que respuestas (¿a cuántos centímetros estarán actuando, qué tan lejos habrá sonado esa explosión?). Sumado a esto, la utilización de recursos novedosos –al menos para el teatro clásico- que se despliegan en ausencia de la aplanadora visión le aportan una tremenda frescura a la ejecución. Prepárense entonces para oler, escuchar en 360 e incluso, por qué no, mojarse un poco.

Funciones: viernes, 22 h; sábados, 21 h; y domingos, 19 h, en Teatro Ciego (Zelaya 3006, Abasto).