El Indio Solari es el otro

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El Indio Solari es el otro

14 Marzo 2016

 

Por Ariel Fernández

Aunque las horas posteriores al recital de Carlos Indio Solari sigan corriendo, de manera inevitable el corazón sigue vibrando.

En tiempos donde crece la anomia social y los lazos sociales se deterioran en beneficio de un individualismo exagerado, el Indio Solari, como desde fines de la década del 70 y comienzo de la década del 80 le pone letra y pasión a los sueños y a las quejas que la sociedad no está dispuesta a callar. En cada palabra aparece una caricia para un público que no pide nada y brinda todo. Un público que sintió el ardor de la herida que empieza a generar “Mister Parkinson” y que deliró cuando sonó el primer acorde de Nuestro amo juega al esclavo, un indudable himno con una declaración política por excelencia: Violencia es mentir.

El escenario otra vez Tandil. Una ciudad que vio interrumpida su tranquilidad por la euforia de más de 150.000 que experimentan el ritual de la “Misa Ricotera” haciendo un culto de la comunión. Tandil no es una ciudad novata, y desde la experiencia se desprende el cariño y la hospitalidad de sus habitantes para brindar un clima sin fisuras.

Cuando se va arribando a las inmediaciones de la ciudad se empiezan a sentir vibraciones desconocidas para quienes nunca tuvieron la oportunidad de estar en la misa. Una energía que electrifica el cuerpo y te pone a gozar. Desde ahí, es asombrosa la cantidad de personas que se acercan y cantan y comparten con una multitud anónima, pero no desprovista de identidad.

Estar ahí es enfrentarse a un cúmulo de vibraciones y sensaciones muy difícil de explicar, pero que adquieren significados cuando el cuidado es mutuo, cuando compartir es la acción por excelencia y la identificación con el otro es inevitable.

Las calles ven desfilar una alegría inédita donde la previa se confunde con la presentación misma. Así, la calle es el hábitat natural de los ricoteros. Banderas de todos los puntos del país se instalan en lo más hondo de cada corazón. La amistad, el amor, la familia. Todo bajo el aura ricotera.

Tampoco faltaron los posicionamientos políticos. Si una va a ver qué escribe en la pared la tribu del barrio se encuentra con el deseo de no volver a contraer deuda, el “sanguchito de Bossio” y hasta los cantos de “Vamos a volver”. Algún desprevenido me dijo que no hay que mezclar el recital con la política. En ese caso deberíamos dejar de escuchar las letras con las cuales más de una generación creció y se posicionó frente a los males del mundo.

Lo llamativo para muchos era la ausencia de policías. Claramente no tenían nada que hacer. Cuando uno se reconoce en el otro la solidaridad abunda y emerge una vibración positiva de la cual no se puede escapar.

La lista fue completa desde donde se la mire. El cierre con JIJIJI imponente. No se puede medir la intensidad, pero lo que genera es incomparable.

Todo, absolutamente todo ejemplar con una enseñanza sin desperdicios. El Indio es el otro.

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