EL ESCRITOR BAZOOKA: Entrevista a Rodolfo Fogwill por Jorge Hardmeier

EL ESCRITOR BAZOOKA: Entrevista a Rodolfo Fogwill por Jorge Hardmeier

20 Junio 2015

Por Jorge Hardmeier

Para realizar la entrevista, Fogwill sugirió un bar de Recoleta, cercano a su casa, por una cuestión de cábala. Llega a horario, vistiendo un conjunto de jogging. Viene del gimnasio. Se acerca una rubia camarera para tomar el pedido. Un agua mineral que van a pagar ellos, hace su pedido Fogwill. Ríe. Mueve las manos, fuma. Nombra muchas marcas de cigarrillos en sus libros. ¿Qué te parece? Trabajé veinte años en la industria tabacalera, explica. Ciertamente, es sociólogo, pero ha trabajado activamente en publicidad. Fue autor, inclusive, de varios chistes del chicle Bazooka.
Fogwill alcanzó notoriedad con la novela “Los pichiciegos” escrita, según indica la leyenda, durante una noche de inspiración y tres gramos de cocaína. Sea como sea, el libro trata sobre soldados argentinos durante la Guerra de Malvinas. El libro fue editado el 14 de junio de 1982 y, según él mismo aclara, era una burla a lo que estaba aconteciendo. Otro mito indica que la idea del libro le surgió en una visita a su madre que lo recibió con la siguiente frase: Hola hijo, derribamos un avión o un comentario por el estilo. Los soldados, en “Los pichiciegos”, se refugian en una cueva en tanto se desarrolla, en la isla, el conflicto bélico. ¿Traidores? Para mi no era traidores. Traidor era Galtieri, Menéndez. Los personajes eran tipos que, por la circunstancia de la guerra, quedaban sometidos a la máxima realidad de los hombres: la comida. Ni siquiera la solidaridad. Cuando aparecen, lo hacen como necesidad para que podamos producir comida. El pichi guarda, aguanta. Son los personajes de un país sin patria. Para tener patria había que estar con Galtieri.
Enciende otro cigarrillo y su espíritu tabacalero impulsa el siguiente comentario: Un amigo me contó que Borges decía que yo era el escritor que más sabía de cigarrillos. Decía eso para decirme que no soy un buen escritor.

MI PÚBLICO SOY YO

- ¿Dónde existe la literatura que no sea en los libros?
- En los trabalenguas, en los cuentos de la abuela, en los chistes, en los dichos. Hay más literatura fuera del sistema de la Literatura formal, obviamente. Y, a veces, mejor. En lugar de saber mucha literatura, me encantaría saber muchas frases hechas. En inglés, en alemán. Seguramente, hay frases hechas en todas las obras.

- ¿En todas?
- Los malos escritores son típicos: usan frases de canciones de tango. O “A tus plantas rendido un león” (cita un libro de Soriano, la frase es del Himno Nacional), “No habrá más penas ni olvido”… Cuando hay un autor malo, usa frases ajenas. La última de Juan Pablo Feimann, “La astucia de la razón”, es una frase de Hegel…

- En “Vivir afuera”, los narradores son cínicos y lúcidos, ¿por qué ese lugar de privilegio del narrador?
- ¿Sabés por qué Juan Forno o Rodrigo Fresán no pueden ser cínicos? Porque no pueden ser lúcidos. No ven nada. Ven siete autos, de diferente marca, que tienen la marca con T. No se dan cuenta que hay siete autos con la letra T. Les encantaría poder darse cuenta, pero no se dan cuenta de nada

- Tienen mucha buena prensa sus textos…
- Kirchner tiene mucha más prensa y escribe como el culo…

- ¿Qué es el arte para Fogwill?
- Pará, loco… esa pregunta… Si me llaman para escribir un ensayo sobre qué es el arte te diría: “Mire, Haidegger debe haber cobrado más o menos ochocientos mil marcos”. El arte no se hace con palabras como objetivo, sino con operaciones sobre la palabra. El arte de un actorazo, tipo Landriscina, es pronunciar de cierta manera “objetivo” para que vos entiendas otra cosa. En “Vivir afuera” uno de los personajes dice: “tus objetivos son subjetivos”. Es la manera de pronunciarlo. Hay una figura de la gramática llamada ultracorrección. Es la gente que pronuncia la b de objetivo. Hay un arte para ocultar que uno es un recién llegado a la lengua. Y hay un arte también para resaltar eso. Son operaciones sobre la materia. Antes de morir, Sebald dijo en un reportaje que los escritores tienen un ciclo de vida productiva muy breve, unos pocos años: cinco o diez. Después pueden ser unos maestros que se pueden imitar muy bien.

- ¿Qué tiene que hacer la narrativa con la realidad?
- La narrativa no trabaja con la realidad, sino con los relatos, por eso se llama narrativa. La misma operación que hace Landriscina con la letra b la hace un narrador con los relatos. Ustedes no saben que es un relato y están cagados…

- Por eso te preguntamos a vos…
- Si esto lo escribiera estaríamos cagados, porque tendría que ser un librito de cuarenta páginas y, mas o menos, trescientas de notas al pie… En cada palabra estoy usando un sentido diferente.

- En “Muchacha punk” decís: “El arte es testimoniar la realidad para que no pueda convertirse en una torpe forma de onanismo”. ¿Hay que testimoniar la realidad, entonces?
- No. Estoy cargando a los realistas. El narrador toma el partido del onanismo en contra del arte útil. Ustedes seguro que no saben qué pasó con Onan y como murió, ¿no es cierto? Les pregunto a los pibes de qué murió Onán y me dicen que de tanto hacerse la paja. Lo mató Dios personalmente: mandó un rayo del cielo y lo fulminó por no cumplir con la ley judía. La ley dice que si muere el marido de tu hermana tenés que cogerte a la mujer y darle hijos. No se negó porque lo calentaba la mina. Como él no le gustaba echaba su semilla en la tierra. No era onanismo. Onanismo es acabar afuera.

- ¿Qué te moviliza para escribir?
- Por supuesto: la endorfina, el narcisismo, la glándula segrega. Es muy parecido a los ganadores que van de fiesta en fiesta. En Chile lo llaman “carrete”. Pasan la noche yendo de un lugar a otro y entran en veinte sitios diferentes. De boliche en boliche. Esos tipos están condenados a la frustración porque va a haber un boliche donde no les van a dar pelota. Para mi, en todo lo que escribo, me doy pelota. Mi público soy yo. Me importa un carajo la gente en el momento de escribir; después, me puede llegar a intersar.

MIS PECADOS FAVORITOS

- ¿Cuándo se vuelven falsas las palabras?
- Depende de quien las diga. De repente, si yo te digo: “yo te bautizo, Hardmeier”, es falso. Si lo dice un pastor o un cura, es verdadero, ¿no?

- ¿Es malo hacerse ilusiones sobre uno mismo?
- Sí. Es un pecado capital. Se llama soberbia.

- ¿Es tu manera de ser humilde?
- La humildad exhibida es parte de la soberbia. Los pecados capitales son inversiones de las virtudes. Estas religiones de mierda – la católica y la judía, igual que el cristianismo que siguió después – salvo quizás los Testigos de Jehová y, por supuesto, los judíos ortodoxos reales, se burlaron de las leyes. Si vos querés ser cristiano deberías ser respetuoso de las leyes del Dios de los cristianos o de los judíos. Por ejemplo, la fornicación no está prohibida por el Dios de los judíos. No está prohibido obtener placer mediante el coito, como en la Edad Media, cuando decían que en el matrimonio se podía tener relaciones pero no se podía gozar. Se prohibió lo que se decía la delectación morosa. Es decir, demorar la eyaculación para obtener placer. Estaba prohibido, era un crimen. El judaísmo no lo prohibía. Incluso, la hacía obligatoria, como te demuestra el relato de Onán. Así se hizo con todo. Se prohibió la lujuria. Como la gula. La gula es a la comida lo que la lujuria es al sexo. Estaba prohibido sacrificar la vida o cualquier valor por la satisfacción de alguno de los deseos. Por ejemplo, tener dinero no era un pecado. Rehusar la güera o rehusar la santificación para obtener dinero se llamaba avaricia. Pecados capitales: son siete. No me acuerdo de todos, salvo los que me gustan a mi: la gula, la lujuria, la avaricia, la soberbia.

- Son tus favoritos...
- Fumar, eso es gula...

- En tus textos, manifestás que hay cosas que no se pueden expresar.
- El grueso de las cosas no se pueden expresar...

- ¿Esa es una libertad de la escritura o un límite?
- Es un desafío a la escritura. La peor escritura es tratar de decir lo indecible. No es un problema de palabras, sino de sintaxis y de contexto, en términos de lo que yo dije que era un relato. Si estás en un contexto narrativo, descriptivo o explicativo. Lo que se puede hacer con las palabras ustedes no lo saben. Hay tres cosas que se pueden hacer, a ver, ¿cuáles son?

- Puedo intentar llegar a un límite...
- Largás un chorro de palabras y pueden tener tres operaciones. Las palabras se ordenan para explicar, se ordenan para narrar... hablando del tema, ahí está el mejor se-miólogo de la Argentina, Oscar Steimberg. (Steimberg se acerca a la mesa, se saludan , conversan durante unos minutos. Luego, se retira) … ¿Dónde estábamos?

- En que no sabíamos narrar. Por eso venimos a preguntarte a vos. En otra historia, pensaba Wolff, se traman casi todas las historias, por lo menos desde Homero. ¿Existe algo así como una ficción pura o siempre se está reescribiendo otra cosa?
- Un escritor hace una historia con el relato de la historia. La historia que se está siguiendo es una de las operaciones que hace sobre el relato. Los boludos que leen lite-ratura norteamericana, que no es mala en sí misma, lo leen porque lo aprendieron en Icana, creen que tiene importancia encontrar cosas. Quizás agarrás a uno de estos borrachos (señala al vagabundo que está sentado en la esquina) y te cuenta una historia de diez puntos. Si el vagabundo se muere te quedás sin historia.

“ESCRIBIR ES PENSAR”
Es un slogan mío – dice con un gesto que podría ser de modestia – Si alguien dice que piensa y no escribe, pueden pasar dos cosas: que no piense o que tenga una condición muy especial que es conservar en la memoria lo que pensó en palabras. Y eso es escribir. Le importa un carajo si lo grabó, lo puso en un diskette o con birome o lo escribió a máquina. Tiene que quedar un registro para que haya pensamiento. Si no, es “meditación”, en el sentido contemporáneo de la palabra meditación.

- Hasta que se puede nombrar la muerte es un momento de suspensión. ¿Qué es la muerte entonces?
- No sé. No lo pensé nunca. Ni estoy en condiciones de pensarlo.

- En “Los pichiciegos” hay transformación de sentido y de lugar. La niebla se hace barro, por ejemplo. ¿Pueden transformarse los personajes?
- El mayor cambio que se narra es el aprendizaje. El tipo aprende. Aprende de la manera en que se aprenden las cosas. No es que aprende buscando información, con un manual de Cómo ser un pichi. Lo aprende por ensayo y error y por el peso de las gratificaciones “paternas” del jefe, el Turco, cuando al tipo lo promueven, o la perogrullada de poder ir a cambiar cosas con los ingleses. Es un cambio brutal. Era nada más que un nuevo.

- ¿Por qué considerás a Nietzsche un filósofo del Romanticismo?
- Por supuesto. “El origen de la tragedia” es un libro romántico. ¿Quién fue el maestro reconocido de Nietzsche sino Wagner, que es la exaltación máxima del Romanticismo?

- Pero el mundo romántico ya había terminado cuando Nietzsche se “divorcia” de Wagner.
- Justamente, se habían muerto los autores y los estaban leyendo. Ese era el momento (Risas)

- ¿Holderlin era un poeta mientras estuvo encerrado en la torre?
- Sí, sí... Hay odas que están escritas en la torre. Después sí, estuvo treinta años sin escribir.

- ¿Ese sería un pensamiento hueco?
- No estuve en la torre. Seguro que hay una película. Y seguro que es como “Amadeus”, que tiene que ver tanto con Mozart como el Gatica de Leonardo Favio. Tengo la impresión de que fue un gran poeta y siempre fue, también, un loco. Y no tuvo la contención que tuvieron sus compañeros, como su amigo Hegel: si hubo contención académica. La hipocresía.

- ¿Por qué escribís?
- ¿Yo qué sé! ¿Por qué no escribo ahora? Porque estoy en esta reunión. Escribo porque me sale. Le dedico una o dos horas por día. Creo que en narrativa no hay nada novedoso. No hay novedades.

- ¿Nunca hubo?
- No, pará. Hubo tecnologías que crearon una novedad. La imprenta creó la novela. Vos me podés decir que “Las mil y una noches” compiladas son una novela, pero no es lo mismo “Las mil y una noches” que leímos en formato libro, industrializado, traducido, ¿no?

EL COLECCIONISTA DE FIGURITAS

Hay una constante en los libros de Fogwill: están, todos, rigurosamente fechados. Porque si no después, me afanan – dice, exasperado – Una piba argentina, traductora de las Naciones Unidas, me manda una carta desde Nueva York. ¿Siempre escribiste esto vos? Era un cuento mío, “Llamándonos”, reducido a treinta renglones. Es sobre un tipo que se hace la paja por teléfono con una mina. Estaba en una revistita editada por la editorial Random House o Simon & Schuster. Circulaba entre los escritores para dar ideas para escribir libros. La mina me escribió en 1983. Un tipo escribió un libro sobre eso y vendió siete millones de ejemplares, hasta se hizo una película. En esa época no había hot line. Andá a cobrarle derechos de autor. Además, no escribía mal, no me gustaba pero era respetable. Por ahí se le ocurrió, al tipo. Por ejemplo, “Muchacha punk” yo lo vi escrito dos o tres veces. No les sale. Hay uno de un tal Juan Debride, un crítico conocido, que cuenta una historia en Dublín. Es “Muchacha punk” en Dublín. Y no le sale.

- ¿A vos te salió lo que querías, con “Muchacha punk”
- Sí, de un tirón. Algunas cosas salen así. Ahora estoy escribiendo un libro de poemas y dos novelitas, y un libro de cuentos, que no me sale, porque no tengo cuentos, no tengo materia prima. Quiero tres o cuatro cuentos buenos. No me salen.

- Escribir no es para cualquiera…
- Hay quienes saben contar bien y quienes no. Contar bien es trabajar con un interlocutor, trabajar los tiempos de este interlocutor y dominarlos. Es actuar sobre el cuerpo del otro. Dice y pregunta: ¿De qué facultad son ustedes? De ninguna, vendemos libros en el Parque Rivadavia. Y responde: Voy los sábados y domingos, para cambiar figuritas. ¿No sabés si hay canje de Barbie y de Baze Blaze. Me faltan cuarenta… Estos son los problemas de los escritores. Mi problema es “La estética”, de Hegel y esto y despliega una fotocopias con números, al parecer los de las figuritas que le faltan para completar la colección de Baze Blaze. Gasto fortunas, remata. Y aclara: Son para mis hijos. Aunque, en realidad, uso las de Barbie para hacerme la paja. Ríe. Ni que viniera la verdadera Barbie. Una vez escuché preguntar a alguien: ¿Cuánto medirá la Barbie real? El otro respondió: Como Jaqueline Kennedy.

- ¿Por qué elegiste estudiar sociología?
- En realidad, entré en Letras. Fui a una de esas clases y salí corriendo a anotarme en Sociología. Estaban los tipos más capos.

- ¡Qué raro! Porque vos te cagás en lo académico. Bah, te cagás en casi todo…
- Exactamente. Usted lo ha dicho…

- Menos en la plata…
- Claro, la plata me caga a mí. No tengo.

(Noviembre 2003, bar del barrio de Palermo. Entrevista realizada junto a Nicolás Romano)