Eduardo Cormick: la pluma como candil

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Eduardo Cormick: la pluma como candil

12 Julio 2020

Por Raúl Haurat

 

En diálogo con el programa radial “Manual de Perdedores” (FM Zoe 107.1) y Agencia Paco Urondo, el escritor Eduardo Cormick nos contó sobre su relación con los premios, la decisión de escribir sobre el Almirante Guillermo Brown, los libros de literatura gauchesca fundantes en su infancia, su libro de cuentos Hasta que aclare publicado por El Bien del Sauce y el trabajo junto al escritor y editor Camilo Sánchez. Hablamos de Juan José Saer y El lado irlandés de los argentinos, el libro que terminó de escribir donde asoman nombres como María Elena Walsh y Rodolfo Walsh.

Eduardo tiene tono afable y luminoso, tan parecido a su prosa, con una bella austeridad y alejado de lo académico, nada nos hizo pensar durante la entrevista que sea tan premiado. En 1992 recibió el 2° Premio Iniciación de Novela de la Secretaria de Cultura de la Nación, por su novela Almacén y Despacho de Bebidas El Alba. En 1996 fue premiado en el certamen Joven Literatura, de la Fundación Fortabat. No sólo eso, en 2004 Quema su memoria fue premiada por la Fundación El Libro. El protagonista de esa historia, editada por Vinciguerra en el 2014, es Guillermo Brown ya anciano que recapitula su vida. En 2006 publicó Entre gringos y criollos (Ediciones de las Tres Lagunas), relatos ambientados en medio urbano y rural de la provincia de Buenos Aires. El libro fue declarado "de interés municipal" por el Honorable Concejo Deliberante de la ciudad de Junín. En 2010 publicó El primer viaje (Ediciones de las Tres Lagunas), novela que narra la construcción y el viaje inaugural en 1910 por el Canal del Norte, desde el corazón de la pampa hasta el río Paraná de las Palmas, a tono con el espíritu de progreso infinito que dominó esa época. El primer viaje fue declarado "de interés legislativo" por el Honorable Senado de la Provincia de Buenos Aires (2010) y el autor recibió el reconocimiento como "Ciudadano honorario" por el Honorable Concejo Deliberante de la ciudad de Salto (2013).

Los premios

Agencia Paco Urondo: Antes de comenzar con tu recorrido literario advierto en la solapa de tu libro Hasta que aclare (El Bien del Sauce Edita, 2019) muchas menciones a premios, ¿cómo te llevas con la idea de los reconocimientos?

Eduardo Cormick: Por supuesto me presenté para eso, por lo tanto si apareció, bienvenido. Fue una alegría, particularmente el Premio Nacional de Novela en una categoría que se llama “Iniciación” que concedía la Secretaría de Cultura de la Nación o el premio de novela que recibí por Quema su memoria. Son situaciones muy gratificantes. Es como decir “esta obra que llevaste adelante fue interpretada como una novela bien construida”. Particularmente cuando el jurado habló de Quema su memoria lo fundamentó con expresiones que muestran que cazó por dónde iba ese asunto.

APU: ¿Quema su memoria (2004) es un libro sobre un ya anciano Almirante Guillermo Brown que recapitula su vida?

E.C: Así es. Quema su memoria es una historia que rescata a un Guillermo Brown que no es él el vencedor que está arriba de un barco o que gana batallas sino el tipo que está retirado en su quinta de Barracas, en Casa Amarilla. En un rol de vecino, de granjero, de tipo que cuida de los cultivos. Entonces, en el atardecer de su vida, Brown se está como retirando y no quiere mucho ruido. Si bien tuvo un desempeño militar heroico y en algún momento fue polémico en cuanto a su carrera pública, lo que rescato es esa parte de su vida, en donde lo humanizo, y en ese sentido el espíritu de lo quise escribir se captó.

APU: Las historias noveladas y documentadas aparecen en gran parte de tu obra. ¿Cómo es el proceso de recabar la información?

E.C.: Mirá, casi siempre el estribo, el punto de apoyo es un dato real. Una situación de la realidad con un concepto de narrativa bastante objetivo en un sentido, que requiere de un trabajo y de paciencia. Me acuerdo que estaba escribiendo el libro sobre Brown y yo vivía muy cerca de la Casa Amarilla, en Catalina Sur, detrás del Hospital Argerich. Hacía demasiado poco que había vuelto la democracia y ese era un espacio donde yo no estaba muy seguro de estar cómodo entrando ahí. Casi todos los datos los conseguí por afuera. La Fuerza Naval había sido muy fuerte durante la dictadura. El miedo no es zonzo. Conseguí la información por otro lado.

APU: ¿Cómo surgió la idea de contar una etapa en particular sobre el Almirante Guillermo Brown?

E.C.: Brown fue un vecino mío. Yo nací en Junín (provincia de Buenos Aires). La casa donde me crié, con mis padres y mis hermanos estaba a media cuadra, que en Junín son como veinticinco metros, de un busto de Brown. Era un personaje importante porque enfrente de mi casa estaba la Sede de la Sociedad Irlandesa y toda mi familia tenía ese origen. Brown era como el tipo importante de la comunidad. Además, dentro de la mirada de niño no había un prejuicio hacia el militar. Era un tipo valioso.

Pasaron los años y yo me enamoré de una chica que vivía en el barrio de La Boca, en la Avenida Almirante Brown. Otra conexión. Me casé con ella y tuvimos dos hijas fantásticas. Después fuimos a vivir a Catalina Sur y estaba ahí la casa de este señor; ahí empecé a trabajar. A medida que me metí encontré un personaje controvertido. Un hombre que le tocó ser gobernador de la Provincia de Buenos Aires cubriendo a (Juan Galo de) Lavalle que andaba siguiendo a (Manuel) Dorrego para matarlo; pero a la vez Brown está preocupado, y desde su lugar como gobernador interino le escribe una carta al teniente coronel (Bernardino) Escribano, que tenía a su cargo uno de los grupos de patrulla de la provincia de Buenos Aires, diciéndole “respete el derecho de (Manuel) Dorrego de asilarse en Estados Unidos”. Cuando llega la carta a Bernardino Escribano, éste ya lo había entregado a Dorrego y lo fusilan. Después de eso Brown renuncia y se va a su casa. Son pequeños detalles donde siempre está la tensión de Brown entre su actuación militar y su rol de criar caballos, del tipo común.

 

Literatura gauchesca

APU: En Entre gringos y criollos (2006) aparece lo urbano pero siempre con un anclaje en la provincia de Buenos Aires. Es notable la veracidad en la forma de dialogar de los personajes. ¿Cuáles fueron tus influencias en cuanto a literatura gauchesca? 

E.C.: Por un lado, hay componente urbano pero siempre es en el plano de la provincia de Buenos Aires. Es mi espacio, mis temas, las preocupaciones mías van en general por ese lado. Por otro lado, recuerdo que mi viejo en Junín me dió para leer el Martín Fierro. Yo tendría nueve años y leí también una obra que estaba en la mesita de luz de mi padre: Una amistad hasta la muerte de Eduardo Gutiérrez (1891). Son lecturas fundantes. Otra de las lecturas que recuerdo es de un escritor llamado Gustavo Adolfo Martínez Zuviría conocido como Hugo Wast. Leí Desierto de piedra, ¡una obra tremenda!, con amores, desamores y duelos. Es una fiel y vivísima pintura de un momento histórico y de unos hombres que vivieron y actuaron en la Pampa de Achala (Sierras Grandes de Córdoba) durante las primeras décadas del siglo XX.

APU: ¿Hasta qué edad viviste en Junín?

E.C.: Me fui de pibe. Cumplí trece años viviendo en Buenos Aires. Pero todos esos hechos a uno lo construyen.

APU: En tu libro de cuentos Hasta que aclare (El Bien del Sauce Edita, 2017) el lector se topa con una poética de bella austeridad. Me resonó el escritor Juan José Saer que desarrolló gran parte de su obra en Europa, pero siempre estuvo muy presente Serodino (Santa Fé) su ciudad natal. ¿Cómo fue el proceso de escritura de los cuentos?

E.C.: Justamente estuve leyendo un libro de Saer que rescata en un formato que él le llamaba “argumentos”, construido por cuentos y una nouvelle. Allí Saer cuenta que estaba en Serodino y el papá le había dado un trabajo. Tenía que recorrer pueblos donde estaba tres semanas transitando esos poblados y eso le provoca un poco de fastidio; sin embargo, a la distancia esa fue la materia prima de toda su obra. En París, ya instalado, su narrativa es la pampa santafesina. Yo creo que en mis cuentos la excusa es aquello que conozco un poco mejor, entonces lo aprovecho para realizar allí algunas cosas. La primera novela que escribí es Almacén y despacho de bebidas El Alba (recibió el Segundo Premio Iniciación de Novela de la Secretaría de Cultura de la Nación), aunque tiene un título que uno podría remitir a la zona rural está ubicado en el suburbano porteño. Está ambientado en Sarandí (partido de Avellaneda). Toda la historia muestra cómo deja de ser una zona semi rural y se constituye en una zona industrial. Hay cambios de geografía, de composición del paisaje humano, muestra cómo van cambiando los personajes.

APU: Hablando de personajes hay una forma de conversar muy particular en ellos. En tus cuentos no hay antiguallas. ¿Cómo construís los diálogos de los personajes sin sonar anticuado?

E.C.: En general, trato de no usar recursos como arcaísmos, ¡Ah, esto es bien criollo! Entonces voy a decir “ahijuna”. La verdad es que no me sale. De hecho en el relato John Evans y un hermanodel libro Hasta que aclare, tenía la tentación de hacer hablar al indio tehuelche con alguna expresión. Finalmente decidí escribir en el castellano que hablamos. En Las maneras del Sr. Taylor y su hijo, aunque no está dicho del todo, el personaje principal vive en el centro de Buenos Aires, juega a los naipes y al billar en la confitería Richmond o en el bar La Academia y luego viaja al pueblo donde hace picardías, porque se cree el más vivo del planeta pero se cruza con un par de pícaros también de la zona y ahí cambia el curso de la historia.

 

Camilo Sánchez y Guillermo Saccomanno

APU: ¿Cómo se fue armando Hasta que aclare?

E.C.: El editor del libro ha sido Camilo Sánchez (escritor, periodista y poeta), y justamente una de las preocupaciones que yo le planteaba a Camilo es que a mí las historias me salen cortitas. Nos encontrábamos un día y veíamos un cuento, y el próximo encuentro llegaba otro relato, y ya estaba trabajando en otro cuento. Ese fue el modo que se fue armando Hasta que aclare. Apareció, no de un modo deliberado, no es un libro de cómo ayudar al otro o cómo ser bueno en la vida, pero aparecen ciertas historias, aún en situaciones un poco absurdas, hay de algún modo alguien que le presta atención a otro, que atiende la situación de otro, que da una mano a quien puede ser a un hermano, un amigo o alguien que se encontró por ahí, que pasaba.

APU: ¿Cómo fue la experiencia de trabajar los relatos bajo la mirada de un editor que es escritor y poeta?

E.C.: Lo valioso de la mirada de Camilo Sánchez es que encuentra un párrafo y ve la posibilidad de alargar un poco más este hilito pero que no interviene como diciendo: no es azul, es rojo. ¡No! Él entendía que el relato tomaba forma, va pintando lindo, ¿qué tal si le agregamos un poquito de blanco? Para que brille mejor. Me sentí muy cómodo trabajando con él. Yo había tenido un primer contacto con Camilo por una recomendación del escritor Guillermo Saccomanno que me sugirió leer La viuda de los Van Gogh (Edhasa, 2012). Guillermo me dijo, “si te gusta, escribile a Camilo Sánchez”. Compré el libro, me gustó y le escribí.

 

Orígenes

APU: Te llevo a tus orígenes. Decías que enfrente de tu casa en Junín existía la Sede de la Sociedad Irlandesa. ¿Estás escribiendo sobre el tema de los irlandeses en el país?

E.C.: Si, así es. Terminé un libro que siempre está sujeto a correcciones y modificaciones, que se llama El lado irlandés de los argentinos. No es ficción porque me refiero a  personas absolutamente reales pero sí hay cierta libertad para contar algunas situaciones. El objetivo que busqué es contar la historia de una cantidad de gente que me encontré, que era bastante más de lo que yo esperaba encontrar, que son pintores, escritores, intérpretes y autores de la música popular como Buenaventura Luna, nombre artístico de Eusebio de Jesús Dojorti, creador de tonadas, chacareras, la “Zambas de los fortines”, “Puentecito del río”; los hermanos Sheridan, Bocha, Michel y Gringo que integraban el grupo Reencuentro. Chamameceros de chamamé tradicional puro y duro y así cantidades llegando a más de dos docenas que incluyen a dos Walsh: María Elena y Rodolfo Walsh.

APU: Nombrabas a los hermanos Sheridan, chamameceros de origen irlandés. En el libro Entre gringos y criollos hay un cuento que se llama “Pasó el cantor”. ¿Quién es el cantor?

E.C.. Es la historia de un camino rural donde hay una herrería a un lado, enfrente hay un boliche. No hay mucha cosa más pero cada tanto ven a uno qué pasa en la bicicleta y el tipo anda cantando y tiene una guitarra. Un día el hombre para, toca algo y después sigue “— y este ¿quién es? — Es el hijo de Chavero que está en la estación de trenes de Roca”. El padre de Atahualpa Yupanqui estaba a cargo de la estación de ferrocarriles Agustín Roca justo al lado Junín, y Atahualpa vivió ahí. De muy pibe se iba a caballo de Agustín Roca a Junín para estudiar primero violín y después guitarra.

APU: A través de tus libros el lector puede develar otra mirada acerca de Brown, de Sarandí, de parajes que quedaron en el olvido. ¿Sentís que tu literatura es un aporte al ejercicio de la memoria?

E.C.: Carlos Di Fulvio tiene un álbum que se llama Conquista del desierto donde va contando historias del cruce entre los criollos y las tribus ranqueles y salineras. Hay una parte que decía: en médanos de Masallé. Me he pasado años tratando de entender dónde es Masallé, dónde quedaban los médanos. Están a pocos kilómetros de la laguna de Carhué. Hoy uno no  puede encontrar a Masallé en un mapa. ¿Quiénes vivían allí? Los grupos borogas que Calfucurá (cacique mapuche) atacó y redujo a su dominio. Es más fácil para mí decirte dónde queda Madrid, o montones de lugares hasta menos importantes, que dónde queda un paraje donde vivió alguien como Juan Calfucurá, que fue jefe de una nación. Su asentamiento era un lugar de poder político en nuestro país, y resulta distante, extraño. Calfucurá fue determinante en muchos momentos de la historia argentina porque o estaba aliándose con (Juan Manuel de) Rosas o estaba enfrentándose con Bartolomé Mitre.

APU: ¿Escribiste algún relato sobre Juan Calfucurá?

E.C.: Ahora estoy haciendo algunos relatos sobre eso con el concepto de un territorio en el que no está muy claro quiénes son los criollos y quiénes no. Es un área muy permeable donde no hay una pared que dice: estos son criollos y los otros son indios. No hay un cartel que diga: “bienvenido a Tierra Adentro”. Es algo que ya trabajé en Hasta que aclare y ahora lo rescaté en una historia. En el Martín Fierro hay una estrofa qué dice:Hasta un inglés sanjiador / que decía en la última guerra / que él era de Inca-la-perra / Y que no quería servir / tuvo tambien que juir / A guarecerse en la sierra”. En una palabra,no podía estar muy cómodo, se subió al caballo y se fue del otro lado donde pudiera estar más tranquilo.

Esa historia del inglés sanjiador quedó reflejada en un relato que se llama “El tío que se fue a la sierra”. Este tiempo de pandemia y cuarentena me llevó, en medio de tantas restricciones y dificultades, a avanzar con esa idea que tenía. Ahí están “Los caminos de Mesa y Molina”, sobre dos federales que acaudillan un levantamiento contra Lavalle, “Historia de la chica que caminaba al revés”, cuyo personaje es una cautiva, “Lo que dura la suerte”, que ya no es un blanco cautivo de los pampas, sino Panguitruz, a quien Rosas tuvo retenido por años y hasta lo bautizó como Mariano Rosas. Muchos años después Mansilla lo encontrará como cacique ranquel en Leuvucó. Hay relatos que corresponden al siglo XIX y otros del siglo XX, como “El que peleó con Firpo”, sobre Calvin Respress, un boxeador norteamericano que fue rival de Firpo un par de veces; las dos veces perdió, claro. Fue su sparring cuando ocurrió la histórica pelea de Firpo con Dempsey. Está también “Mar Negro”, un relato en el que el protagonista es Rodolfo Walsh.