Audioteca

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Audioteca

04 Octubre 2015

 

Por María Iribarren

Este proyecto precioso (http://audioteca.cultura.gob.ar/web/audioteca.php) empezó en el comedor de casa, una noche, comiendo pizza y tomando vinos con Lucrecia Martel, María Onis, Nicolás Prividera, Roberto y yo.

Entonces, Lucrecia contó que, desde hacía unos años, su papá estaba perdiendo la visión y con esa facultad, también, el hábito de la lectura. Y que ella viajaba por el mundo comprando colecciones de relatos grabados para que Fernando (Martel, su papá) pudiera reanudar el contacto con la literatura.

Nos contó Lucrecia que, en Argentina, había una colección muy precaria (que incluía el Martín Fierro, la Constitución Nacional y alguna otra “narrativa”, ciertamente, poco estimulante) y que tenía el sueño de armar una. Que estaba dispuesta a hacerlo sin cobrar un peso. Pero con la condición de elegir los relatos y de hacer el casting de voces. Este aspecto le resultaba crucial (ya sabemos la relevancia que Martel le asigna a la comunicación sonora): el desafío sería encontrar “la” voz (la más adecuada, la mejor dotada para la expresión) de cada narración.

Mi admiración por Lucrecia, además de la convicción inmediata de que el suyo era un proyecto inclusivo formidable que sólo el Estado podría abordar, me decidieron a comentárselo a mi jefe, Rodolfo Hamawi. Rodolfo que, entonces, era director de Industrias Culturales vio la dimensión política, la belleza artística y, por supuesto, también vio “la foto” y puso en marcha la que hoy es la Audioteca. Rodolfo peleó contra la indiferencia burocrática, propuso un diseño presupuestario razonable y con el ardor que lo caracteriza, apostó por el proyecto de Martel.

Luego, como en toda acción política que requiere de la voluntad administrativa y financiera de distintas unidades de gestión, la materialización de cada etapa se fue complejizando y volviendo sinuosa. No obstante, las tareas nunca se detuvieron. La adhesión de cada convocado (escritores y artistas) fue inmediata. El trabajo de producción realizado por María Onis, la escrupulosa selección de los textos que hizo Graciela Speranza (ciñéndose a las restricciones contempladas por LM), el diseño de la página que pensó Alejandro Ros y, desde luego, la elección de “las” voces y la dirección de las grabaciones que concretó Lucrecia, merecen el asombro y la divulgación rápida de esta herramienta.

El martes se presentó la Audioteca en la Biblioteca Nacional. “Las” fotos pueden verse en la página del Ministerio de Cultura. Lo que no van a poder leer allí es esta historia.
Al cabo, lo único que hay que contar es que las personas que, por el motivo que sea, no podían leer un texto, ahora tienen la posibilidad de escuchar, algunos, de los mejores relatos de la literatura argentina, leídos por algunas voces entrañables.

Para más información: Audioteca