Adiós a Miguel Pérez, uno de los exponentes del folk en Argentina

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    Miguel Pérez
    Foto: Eugenio Ángel Alonso
HOMENAJE

Adiós a Miguel Pérez, uno de los exponentes del folk en Argentina

07 Abril 2024

Formó parte de la banda de León Gieco y sus caballos cansados; integró el dúo Miguel y Eugenio, con quién participó en el acusticazo y en el BA Rock de 1972, también el grupo Aucán y fue sesionista de Domingo Cura, Litto Nebbia y Edelmiro Molinari, entre otros artistas de nuestra música popular y folk rock.

El pasado 12 de marzo, el músico oriundo de Morón partió de este plano a los 73 años, dejando un vacío incalculable para los amantes del folk rock argentino y para quienes tuvimos el placer de conocerlo y de frecuentarlo en el barrio, ya sea en su centro cultural “La Casa de Yuelze”, como en su morada de Ituzaingó.

Miguel, más conocido desde 1980 como 'Yuelze', fue y seguirá siendo eternamente un exponente del folk argentino, música acústica o folk latinoamericano, como quiera decirle.

Varias personalidades de la música lo recordaron en las redes, entre las cuales elegimos las palabras de su viejo compañero de ruta León Gieco y las que muy bien simplificó el Instituto Nacional de la Música (INAMU).

León Gieco/ Oficial, escribió: “Chau Miguel... Te despedimos con este recuerdo del reencuentro en 2017 en el Teatro Gran Rex por #ELACUSTICAZO”.

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el acusticazo
Foto: D.R. (León Gieco, Raúl Porchetto, Miguel Krochik, Carlos Fregtman, David Lebón, Miguel Pérez)

En un texto muy sentido, que también hizo hincapié en su recorrido artístico, el INAMU sostuvo en sus redes: “junto a su hermano Eugenio editó un álbum del mismo nombre en 1973 (Miguel y Eugenio), con la participación de Litto Nebbia, León Gieco y Oscar Moro. Un año antes participó en el reconocido ‘Acusticazo’, quedando registrado en el disco homónimo, grabado en vivo junto a León Gieco, Domingo Cura, Edelmiro Molinari, Litto Nebbia y David Lebón. El dúo con su hermano Eugenio evolucionó para convertirse en el grupo Aucán, sumando a sus otros hermanos Pablo y Diego, editando un LP homónimo en 1977. También participó en la banda de caballos cansados de León Gieco, en los discos 1 y 2. En 1980 debutó como Yuelze, y en 1981 editó su primer disco simple con "Algún momento, cualquier lugar" y "A una mariposa cualquiera". En 1983 publicó el libro Canciones de acá y ahora, con una veintena de letras (...). Ya en el año 2003, retoma el proyecto y edita el álbum Canciones de acá y ahora con nuevas canciones (...)”.

Y si bien nunca llevé una nota al campo de lo personal, he aquí la excepción a la regla. Me permitiré ese desliz porque el puente de la amistad entre artista y periodista lo requiere. Con Miguel nos hicimos muy amigos en su refugio de arte “La Casa de Yuelze”, un espacio que había montado en lo alto de un inmueble, en el límite entre Castelar e Ituzaingó, donde se amuchaban músicos a zapar. Noches en las que subías al escenario o te acercabas a la barra por una birra y te cruzabas al Negro Alejandro Medina o a “Bocón” Frascino, un ghetto fraterno de pura fiesta autogestiva del rock del oeste.

Por aquellos días (2010), Miguel llevaba adelante un proyecto educativo musical en escuelas que le permitió viajar y conocer de cerca varias realidades del país, porque creía que la música igualaba y sanaba. Recuerdo que un par de veces lo contactamos para tocar en la ex ESB N°22, donde yo daba clases, en el marco de jornadas como el 24 de marzo o en la Escuela Popular de Música de Ituzaingó, donde yo trabajaba, y el loco caía en su Traffic llena de equipos e instrumentos y se brindaba entero por y para les pibis. Un tipo que se alejó de la música para militar en épocas jodidas, que después volvió y luego tuvo que meter otro impasse y remarla en diferentes oficios, para bancar la parada con una familia numerosa.

Pero nunca abandonó la música, siempre volvía, como cuando comenzó a tocar como Yuelze a principios de 1980, fragmento temporal que lo recordaba siempre Palo Pandolfo, quien me contó que su debut con Sempiterno había sido una noche en la que Miguel se presentó con dicho seudónimo. Palo no sabía del pasado folk rock de Miguel, esa información le llegó cuando le compartí  una entrevista que le hice a Miguel en 2015/16, cuando reinaba la asquerosa alegría. 

Pero hay más, porque la vida me regaló la posibilidad de poder tocar con él, momento que jamás olvidaré, por lo complejo del caso. La cosa fue así: hacia el final de sus clases diarias -porque el sustento del tipo era dar clases en su casa a pibes y no tan pibes y entre ellos tenía como alumno a Bocón Frascino, con quien interactuamos un par de veces- le caí a tomar mate, algo que se daba bastante seguido porque vivíamos cerca. Y ahí nomás me dijo que estaba armando algo con Augusto y Santi, uno de sus hijos, con el objetivo de darle forma a unas viejas canciones que tenía y otras de Miguel y Eugenio que quería reversionar.

Pero le faltaba alguien en los tachos y ahí estaba yo, un batero punk rock al que le costó bajar y meter cositas folks, sutilezas que nunca creí lograr. Pero el tipo lo logró, porque confió en mí, tuvo la sapiencia y paciencia y salimos con sus canciones a bordo de la camioneta y terminamos zapando en algunos lugares del oeste, como también en Chascomús y La Plata. Un tipo que jamás sacó los pies del plato de la militancia -desde la doctrina social de la iglesia-, que iba y venía con su móvil llevando su música y alimentos para comedores en todo momento, y hasta organizaba encuentros ambulantes de canciones y amigos.

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Aucán

En una de las tantas juntadas que tuvimos, le pregunté por su estadía en Bahía Blanca durante 1973 con el dúo Miguel y Eugenio, viaje que realizó junto a León Gieco y Raúl Porchetto para presentarse en marzo y agosto en el Teatro Municipal. Como así también cuando el 23 de mayo de 1975 se presentaron con Aucán en la Biblioteca Rivadavia de esa ciudad del sur de la provincia de Buenos Aires.

Él sabía que yo era oriundo de Punta Alta, localidad pegada a Bahía, y enseguida comenzó a narrar: "para nosotros fue sumamente importante aquella actuación. A Bahía viajamos en tren con los instrumentos y algunos equipos y nos fueron a recibir con mucha amabilidad. Tocamos en el Teatro Municipal y realmente quedamos muy sorprendidos por la tremenda asistencia, porque no pensábamos que íbamos a convocar 800 personas. Fue una fiesta, salvo por un episodio con un vago que chiflaba cuando estábamos tocando una chacarera rockera, y el loco gritaba '¡toquense un blues, che!', a lo que León le respondió 'escuchame, estás silbando tu música, si no te gusta andate'. Salvo eso que fue un poco incómodo, fue toda una fiesta. Teníamos 20 años, el recuerdo está más que vivo y siempre les voy a agradecer el cálido recibimiento que tuvimos".

Se fue de gira un groso, un poeta, músico multiinstrumentista, juglar, un gran amigo que siempre encontraremos en cada rincón del oeste y más allá también. Siempre me quedará resonando una frase que me contaste, que salió de una charla que habías mantenido con Joan Manuel Serrat, y tratabas de pregonar en todo momento: “la música debe cumplir una función social”. 

HASTA SIEMPRE, AMIGAZO, Y GRACIAS POR TANTA MUSIQUITA.