Patricia Miranda: “El deber del investigador no es publicar un paper, es ver si eso puede terminar siendo algo productivo”

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    Patricia Miranda
CICLO SOBERANÍA Y DESARROLLO

Patricia Miranda: “El deber del investigador no es publicar un paper, es ver si eso puede terminar siendo algo productivo”

03 Mayo 2023

Patricia Miranda es doctora en Química de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Ciudad de Buenos Aires, investigadora principal del CONICET y trabaja como investigadora en empresas en el Instituto de Agrobiotecnología Rosario, que es un ente creado por Bioceres que funciona en CONICET. AGENCIA PACO URONDO conversó con ella sobre los avances tecnológicos en este ámbito y cómo pueden aportar al desarrollo nacional.

Agencia Paco Urondo: ¿Qué es Bioceres?

Patricia Miranda: Bioceres es un proyecto de un grupo de personas que, en el año 2001, se reunieron y pensaron desarrollar tecnología en nuestro país en lugar de adquirirla, invertir en proyectos de ciencia que se generaran en Argentina. Esto que empezó con un pequeño grupo de 23 productores agropecuarios, hoy es una empresa que, una de sus partes, cotiza en bolsa y tiene más de 300 accionistas, aunque conserva ese espíritu local, sigue siendo algo bastante distinto al resto de las empresas de biotecnología.

APU: ¿Cómo consiguió, la empresa, dar ese salto tan grande?

P.M.: Bioceres cambió mucho con el tiempo. El primer proyecto grande que decidió encarar fue el de la doctora Chan, que tenía que ver con la tolerancia a sequía de un gen de girasol que se llama HB4. Parecía como el más prometedor y, también, uno de los desafíos más importantes a vencer. Estamos hablando de hace 20 años, cuando el cambio climático ya se conocía, pero no era tan de todos los días como ahora. Ese fue como el caballito de batalla de Bioceres, que le permitió distinguirse y llamar la atención, porque competíamos con las grandes empresas semilleras. Tuvimos la osadía, en ese momento, de querer llegar a dónde ellos ya estaban, con recursos muchos menores y de una manera completamente diferente. Con ese ejemplo de éxito y con lo aprendido en los últimos 20 años, Bioceres fue mutando hacia algo completamente distinto, podría decir que se convirtió en una incubadora de empresas, que decidió aplicar su modelo a otros desarrollos que están en crecimiento. Es así como tiene una unidad que pretende generar 500 empresas biotecnológicas en los próximos 10 años.

APU: ¿Qué es la biotecnología?

P.M.: La biotecnología es algo bastante difícil de definir porque va mutando con el tiempo. Creció como la aplicación de la ciencia a diversas ramas relacionadas con los organismos biológicos. Entonces, puede haber biotecnología en cosas que tienen que ver con los combustibles, porque el origen es algo biológico. O puede haber biotecnología en dispositivos para medicina, o en cosas que comés, o en cosas que van al campo.

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“Mirá, allá abajo también hay un país que desarrolla transgénicos e hizo algo que nosotros no pudimos con el trigo”

APU: ¿Qué nos puede dar y cómo podemos aprovecharla para nuestro desarrollo?

P.M.: Lo que tiene de bueno la biotecnología es cómo nos iguala. Para eso sirve mucho la viveza criolla, la materia de que está hecho el argentino, para ganar en ventaja, encontrar esos atajos que los caminos comunes de las empresas que se desarrollan en el primer mundo no los piensan, ni siquiera los ven. No los necesitan. En esa comparación, quizás, la biotecnología nos permitió avances que otras cosas de la ciencia no nos permitía. Por ejemplo, las aprobaciones que ha tenido Bioceres para llegar a tener una semilla transgénica. Son pocos los países que las desarrollan. Se consiguió hacerlo en 10 años menos y con 10 veces menos de dinero. Eso es, para un país como el nuestro, una gran diferencia. Es como que enciende una luz que apunta hacia vos: “Mirá, allá abajo también hay un país que desarrolla transgénicos e hizo algo que nosotros no pudimos con el trigo”.

APU: En ese sentido, hoy nombraste al HB4 ¿Qué la diferencia de otra semilla como para considerarla más beneficiosa?

P.M.: Este año, con la sequía violenta que hay, como que se ve mucho más el beneficio de la tecnología HB4, rinde mucho más que los trigos que no la tienen. Es importante entender cómo es que funciona la biotecnología. La biotecnología no es magia. Cuando uno habla de la tecnología de tolerancia a sequía, no quiere decir que pueden crecer en un desierto. Ante una ocasión de estrés, como una sequía eventual que puede pasar hasta en la pampa húmeda, tener esta tecnología hace que la planta se quede en un estado en el cual puede aguantar la ausencia de agua hasta que vuelve. Una planta común, lo que hace, es cerrar todos sus sistemas de producción para asegurarse la supervivencia, no el rendimiento. Lo que hace HB4 es no apagar todos esos canales y sigue produciendo. Cuando vuelve el agua, puede retomar, la otra planta ya desencadenó una respuesta irreversible. Otra cosa que hace es estabilizar o mejorar los rindes en ambientes que no son tan buenos o directamente malos, como puede ser una zona seca o un suelo que no tiene tantos nutrientes. HB4 te puede dar entre un 40 y 50% más de rinde en el trigo. En un lugar donde es mucho más fácil cultivar, o sea, en las zonas núcleo, las más ricas, esa diferencia se reduce. Puede llegar a un 10% o 5% de beneficio. Pero también es importante resaltar que no te da penalidad, o sea, no te da más beneficios, pero tampoco te va a dar menos. Es como un seguro de sequía, en caso de tener una eventual, mientras que en zonas con bajo potencial de rendimiento les da una ganancia asegurada.

“En una zona seca o un suelo que no tiene tantos nutrientes, HB4 te puede dar entre un 40 y 50% más de rinde en el trigo”.

APU: ¿Cómo es el funcionamiento de Bioceres?

P.M.: Cuando empezaron, la idea original era tercerizar la investigación. Después se dieron cuenta que no valía la pena, que era mejor hacerla. Cuando crearon el INDEAR, Bioceres y el CONICET, empezaron a convocar a diferentes investigadores de todo el país para que fueran a la base en Rosario, el edificio está construido en el predio del CONICET. Ahí convocaron a varios investigadores del organismo, entre ellos yo, y cada cual dirigió una plataforma tecnológica. Lo que tenía diferente era la manera de pensarlo. En la academia, en las universidades o en los institutos, cada laboratorio es como un mundo aparte. En la empresa, todos trabajamos de manera coordinada en un proyecto. El proyecto atraviesa todas las plataformas, no es que se repiten las capacidades. Y en ese ámbito se vieron combinadas las capacidades de los investigadores con la claridad de los objetivos que vienen del lado de las empresas. Cuando uno está en el laboratorio, en la investigación básica, quizás es mucho más libre y no tan enfocado en llegar a un objetivo determinado.

APU: Estas investigaciones ¿Hacia qué nuevos campos las podemos trasladar?

P.M.: Es imposible predecir, es tan rica la cantidad de temas o de ámbitos en los que se puede trabajar que es muy difícil predecirlo. Cuando decidí dejar la ciencia básica y hacer ciencia aplicada en INDEAR, pensaba que era sólo la pesca y el campo, como diciendo es lo que más tenemos a mano. Ahora me doy cuenta, con los años, que empiezan a surgir cosas en medicina, por ejemplo, cosas que avanzaron estos últimos 15, 20 años desde que estoy en Rosario que me permite asegurar que hasta mi visión era estrecha. Por eso te digo que es muy difícil delimitarlo. Eso si, está terminando de asentarse una forma de pensar la ciencia que empezó a funcionar en los 90, no verla como algo académico, que es un adorno, sino en algo que tiene que volver como beneficio a la gente que financió nuestros estudios y financia nuestros sueldos. Tiene que ser aplicada. Más allá que contribuya al conocimiento, hay gente que está dispuesta a ponerse a hacer un emprendimiento que genere una empresa y eso regresa como beneficio al Estado y al ciudadano que fomentó nuestro desarrollo. Ese lugar está cambiando mucho, porque se ve en los últimos años que los investigadores quieren hacer sus empresas. Algo que, a lo mejor, en los Estados Unidos pasó hace 30 años y está empezando a notarse mucho, acá.

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"No siempre empresa es mala palabra, creo que tenemos que aprender a comunicarnos mejor en ese aspecto"

APU: ¿Cómo es la relación de estas empresas con el Estado?

P.M.: El Estado los alienta, pero hay como una doble cara. El investigador es muy prejuicioso y me hago cargo como tal, porque crucé la vereda. Es él quien no está seguro y, a veces, sospecha del empresario o de la empresa, o de lo que es trabajar para una, o de lo que es transferir tecnología. Desde ese lado, creo que es bastante hipócrita, porque esa es la manera que le podés devolver a la gente lo que dio para que vos estudies. Ese es tu deber, no es publicar un paper, solamente. Es ver si lo que publicás puede terminar siendo algo productivo. Quizás, vos no tengas la fibra para hacerlo, pero está bueno tener el objetivo, tenerlo en la cabeza. Porque hay alguien que, a lo mejor, se combina con lo que hiciste y lo puede llevar a cabo. Creo que en eso, todavía, tenemos mucho por hacer, tenemos una visión antigua y vemos a la empresa como si fuera algo ajeno, de terceros y de gente de afuera. Y las empresas biotecnológicas o las startup son argentinas, son de investigadores argentinos. No siempre empresa es mala palabra, creo que tenemos que aprender a comunicarnos mejor en ese aspecto, tenemos bastante por crecer, en eso.

APU: ¿Es cierto que podremos conseguir comer vegetales con textura y sabor animal?

P.M.: Es así, justamente, ese proyecto se relaciona con lo que yo fui a hacer cuando me fui de la ciencia básica a la ciencia aplicada, que es molecular farming. Molecular farming es una disciplina que usa las plantas transgénicas no para darles un beneficio en el campo, sino para usarlas como máquinas, que fabriquen las moléculas que vos quieras. El proyecto que yo lideraba era producir una proteína de bovinos en una planta. Con el aditamento de que es una planta que crece en un clima semiárido, o sea, se podía cultivar en lugares que ahora no se usan para nada. Vos producís exactamente la misma proteína, pero la obtenés de una planta y no de un animal. Esa misma línea de trabajo, ahora se desarrolló en una empresa que produce lo que se conoce como carne vegetal, por decirlo de alguna manera. ¿Qué es lo que se hace? Se preparan o se fabrican proteínas animales en vegetales transgénicos, también se pueden hacer en fermentadores o en otros lugares, y luego se les da la forma de las famosas hamburguesas que ya conocemos todos. De quinua, de garbanzos, la que fuere. Se le agrega la proteína animal para que en la textura y en el sabor se parezca a la hamburguesa real, se parezca más a la hamburguesa real. Porque, las de hoy en día, no se parecen tanto. Pero ya hay productos en el mercado, no acá. La empresa ya salió a bolsa y está en una etapa intermedia de desarrollo. Va a seguir habiendo carne de animales y nos va a seguir gustando. Está bueno que esté todo, que no nos pongamos antianimales tampoco, pero veamos como optimizar el consumo de la energía, de los nutrientes y cómo mejorar la polución o todas las desventajas que los desarrollos tecnológicos crean. El balance es lo mejor, no pensemos que vamos a reemplazarlos, seamos un poco más realistas.