"Barañao terminará siendo un personaje menor e inconsistente de la historia de ciencia"

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"Barañao terminará siendo un personaje menor e inconsistente de la historia de ciencia"

29 Diciembre 2016

Por Guido Mastrantonio*

El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva fue creado hace nueve años, en diciembre de 2007. La profundidad histórica de esta decisión ha sido comparada con la creación del Ministerio de Salud Pública en 1949, año en el que se designa al Dr. Ramón Carrillo a su cargo. Sin abundar en similitudes o contrastes entre ambos hechos, la comparación es bien pertinente en el sentido de ser ambas iniciativas políticas dirigidas hacia un ámbito específico de problemas y de capacidades del estado, nucleándolas con rango ministerial, con la voluntad de gestionarlas dentro de un plan más general ejecutado por un gobierno de mayorías populares.

Hay que considerar que ni a principios del sXXI ni en aquel entonces, la ciencia en un caso o la salud en el otro se entendían como temas centralísimos para la soberanía, la independencia o la justicia social. El rango ministerial modifica esta concepción desde lo político constitutivo.

Hay otro hecho que se desprende y acompaña a este primero -la creación de un nuevo rango ministerial- y es la constitución de un nuevo sector social y político. La implementación de importantes políticas públicas sanitarias como las primeras campañas de vacunación y el control de zoonosis con planificación territorial, o los primeros registros integrales de profesionales de la salud, organizó y constituyó a estos últimos como un sujeto colectivo más allá de sus propios oficios. Médicos, enfermeros y otros profesionales fueron capaces de entenderse actores de políticas públicas, pudieron definir sus propuestas particulares y finalmente pudieron establecer sus demandas propias en tanto sector social y político específico: el de los profesionales de la salud dentro del estado.

En el caso de los investigadores científicos, más allá de muchos y buenos ejemplos de vocación social o de referentes políticos que surgieron desde ese ámbito a lo largo de la historia reciente en Argentina (Mazza o Houssay, por ejemplo), fue la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva el hecho que planteó con claridad el papel que este oficio tiene en el desarrollo de las políticas públicas. Por primera vez se vinculaban a nivel ministerial conceptos como soberanía y desarrollo tecnológico, investigación en salud y justicia social o creación de conocimiento e independencia. Al mismo tiempo, aquellos que desarrollaban su tarea como investigadores en distintos temas, básicos o aplicados, de las ciencias duras o las humanas, comenzaban a sentirse reconocidos de manera colectiva como necesarios para un proyecto estratégico de país e invitados a ser parte de él, más allá de coyunturas políticas. A estas alturas, hace rato se había superado el estereotipo del intelectual aislado, que trabaja movido sólo por su curiosidad. Pero faltaba la amalgama que diera el sentido articulador con otras áreas del estado. De alguna manera, el MinCyT fue cumpliendo este papel con éxito dispar, hacia adentro de la comunidad científica.

En este nuevo escenario, los jóvenes con vocación científica ingresaron a sus becas de formación en un trayecto que, además de la formación propia de sus disciplinas, también fue mostrándoles los propósitos que el estado asignaba en ellos. Al mismo tiempo y con diversos matices, se fueron formando en tanto científicos y en tanto servidores públicos.

El actual conflicto, que ocurre nueve años después de la creación del Ministerio, encuentra a toda una generación de jóvenes investigadores que fueron formados con la perspectiva de ser parte integral de las políticas de estado, provistos de grandes capacidades técnicas y capacidad crítica, aportando riqueza común con la creación de conocimiento desde sus disciplinas específicas.

Tal vez por esta razón es que el movimiento de resistencia a la reducción en un 60% del ingreso a la carrera del investigador de CONICET no solo involucró en grandes asambleas, tanto en Buenos Aires como en La Plata, Córdoba, Rosario, Tucumán, Mendoza y otras ciudades a los directos afectados, sino también a los jóvenes investigadores recién ingresados a carrera y a aquellos que tienen la perspectiva de hacerlo dentro de unos años, cuando culminen su recorrido como becarios doctorales. Todos ellos ven poner en riesgo el papel que con entusiasmo asumieron al elegir el oficio de investigadores científicos, dentro del sistema científico técnico público.

Este movimiento asomó con fuerza. No solo por la voluntad puesta en juego por esta nueva generación de jóvenes investigadores, sino también por la rápida adhesión de científicos y tecnólogos de mayor trayectoria, incluidos muchos destacados y reconocidos por sus pares. En este proceso también se acercaron las adhesiones, con diversos matices, del propio Directorio del CONICET, de algunos directorios del Centros Tecnológicos regionales y de distintos Centros e Institutos reconocidos. Una parte importante de la población también reconoció en los reclamos de este movimiento, que eran intereses propios los que se estaban afectando y rápidamente sumó su simpatía.

Durante varios días, desde el primer anuncio del recorte, se sucedieron numerosas discusiones, reuniones, asambleas, reconocimiento de organizaciones existentes y nacimiento de nuevas organizaciones y referentes. Como un hecho inédito se tomaron varias sedes del CONICET en distintas provincias, luego de asambleas numerosas. Mientras el conflicto no se resolvía, se obtenían propuestas improvisadas e insatisfactorias de un ministro que se mostró cansado y sin ideas, al tiempo que el movimiento mantenía su vitalidad impulsando la idea de mantener las tomas incluso durante la fiesta de Navidad.

Más allá de que el éxito relativo del movimiento se medirá por si es capaz o no de conquistar sus demandas, estos días han parido un hermoso colectivo que fue incubado a lo largo de varios años. Esos fueron los años de reconocimiento del papel de la investigación y el conocimiento científico como parte constitutiva de un territorio y de un pueblo que se pretende soberano y que sueña con cabalgar sobre los hombros del sXXI. Los intentos actuales o futuros de contradecir fácticamente estos enunciados por parte del actual gobierno, se encontrarán con la reivindicación de los mismos enunciados por un sector que se reconoce como tal y es capaz de actuar en consecuencia, por demandas propias pero que sabe de interés común.

El acuerdo alcanzado para resolver coyunturalmente el conflicto, tiene un sabor a partido que recién comienza, con un gol para los jóvenes investigadores. Ni las demandas originales fueron satisfechas (no se generaron las plazas en la Carrera del Investigador que absorberían a todos los recomendados para ingresar), ni el Ministerio pudo sostener su posición original de expulsar inmediatamente  del sistema a más de 500 investigadores. Y aunque Barañao no resignó su voluntad de achicar el CONICET en el mediano plazo, retrocedió bastante de su posición original en una cancha y un partido que no tenía previsto jugar. El reciente recorte en las becas doctorales y postdoctorales, son un nuevo gesto del Ministerio en el mismo sentido. Pero es muy saludable que el movimiento no haya encontrado aún su techo y los hechos parecen dejar en claro en qué mitad de la cancha se encuentra todavía la iniciativa. Además, mostró entre sus virtudes heterogeneidad, federalismo y una fuerte dinámica democrática que hacen aún más difícil doblegarlo.

Si el análisis que precede es mínimamente certero, en lo inmediato dos cosas debieran ser ciertas. La primera es que Barañao no va a pasar a la historia como parte de los grandes hombres que construyeron este país -al modo de Carrillo- y terminará siendo un personaje menor e inconsistente de la historia de ciencia y la tecnología en la Argentina. La segunda, es que con este conflicto los investigadores científicos, y sobre todo los jóvenes, terminarán de constituirse como un nuevo actor de importancia social y política para el país, con sus propuestas y demandas, para desgracia de Barañao y los que en lo inmediato le sigan.

* Investigador CONICET en Salud, Docente Investigador de la UNLP, Prosecretario de Ciencia y Técnica de la Facultad de Ciencias Exactas (UNLP) @gmastrantonio