Sin Cristina, nada: nuestro Pueblo no tiene plan B

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    Cristina en el acto del Estadio Único de La Plata
    Foto: Daniela Morán

Sin Cristina, nada: nuestro Pueblo no tiene plan B

05 Diciembre 2022

Por Rodrigo Lugones


“Como todo soñador, confundí el desencanto con la verdad”
Jean Paul Sartre

En momentos de tenso dramatismo para nuestro pueblo, es preciso recordar algunas ideas centrales que deben ayudar a pensar a la militancia en esta etapa oscura.

    1. Los liderazgos históricos no son fácilmente reemplazables. Un líder o una líder establecen un lazo con su pueblo que es intransferible y dialéctico.

    2. La política debe ser pensada a partir de la economía y no desde el subjetivismo, el legalismo, la psicología (o psicopatología) de sus actores y actrices o la abstracción cultural.

    3. El proceso que atravesamos es de carácter regional, los actores económicos, judiciales, políticos o del espionaje son instrumentos y no fines en sí mismos, aislados de la trama de relaciones globales de la política económica internacional.

    4. Si el objetivo del proceso de lawfare llevado adelante por el partido judicial y la mafia que construyó este estado de excepción paralelo es proscribir a los políticos que quieren transformar la realidad de un pueblo que sufre, nuestras acciones y decisiones no deben ir en favor de facilitar que se consumen estos nefastos objetivos.

    5. En una época donde la economía no encuentra un curso, atrapada en el infierno inflacionario, la deuda externa y un proceso financiero que va a acompañado de diversos dramas sociales, es natural que la esperanza y la idea de futuro se vean bloqueadas. Lo que no podemos permitirnos es cancelar la idea de futuro que una esperanza atada a un recuerdo de un estado de cosas que favoreció a nuestro pueblo y nos mostró una vía de transformación posible nos da para seguir avanzando.

    6. Debemos entender que ese proceso que el poder pretende bloquear debe ser encarnado directamente por las figuras centrales que expresan el horizonte de expectativas de nuestro pueblo: sus anhelos de esperanza, cambio y transformación de la cruda realidad existente.

    7. La política hoy es una disputa por las esperanzas no abstractas, sino concretas de nuestro pueblo: cómo poder comer cuatro comidas diarias, cómo poder aspirar a ascender socialmente, cómo poder aspirar a tener un terreno, una casa, cómo poder aspirar a tener condiciones de trabajo dignas, etc., son las ideas que deben organizar la tarea política.

    8. Es preciso entender que hoy Cristina ya no se pertenece. No es ella en sí misma, sino lo que expresa. La compleja trama de voluntades populares, relaciones de fuerzas, expectativas y demandas insatisfechas que se ven catalizadas por las posibilidades contenidas en su proyección política futura.

    9. A veces, la mejor manera de ser conducido es insubordinarse a las ideas que nos bajan desde la centralidad. Rebelarse frente a una forma de análisis que pierde de vista lo central, por fijarse en lo accesorio (entendiendo siempre que en tiempos de conmoción profunda es difícil encontrar resquicios de luz).

    10. Nunca debemos perder de vista que las fuerzas a las que nos enfrentamos defienden la violencia y la sangre como método. Los ejemplos históricos sobran. Las pruebas acumuladas en este último tiempo no sólo lo confirman, sino que amplían el horizonte de lo posible para nuestra democracia post 76.

    11. Nuestro pueblo entiende que Cristina expresa, (más allá de lo que ella puede ser o no como ser humano o mera individualidad existencial) un tiempo en el que fue posible comer, expresarse, trabajar, conquistar derechos, ascender socialmente, etc. Ella es la expresión sintética de un proceso histórico que nos dio las herramientas no sólo para pensar que es posible vivir mejor, sino que para saber que materialmente se puede realizarlo.

    12. Sin Cristina nada. No existe ningún otro político de la esfera nacional que se asemeje en términos de imagen o de intención de voto a ella. Nuestro pueblo no puede aceptar como imposición las decisiones de una mafia para estatal que busca no sólo proscribir a la política como herramienta transformadora, sino aniquilar todo tipo de esperanza sujeta a la posibilidad de que la política pueda existir como método de transformación de la injusticia social.