Extremistas, chongos del orto y giles pacifistas

  • Imagen

Extremistas, chongos del orto y giles pacifistas

20 Octubre 2016

1.
Y vos qué mirás pacifista del orto. Le grita una del grupo, al que se acerca y esgrime tímido un intento de protesta. Yo reivindico la violencia, agrega, ante la invectiva de otros que cuestionan su acción: haber echado a dos que las estaban bardeando.

Domingo de FLIA, ámbito libertario, paradigma autonomista, y ellas allí, en grupo, en ronda, sentadas en la calle, y de repente, pudriéndola, ante lo podrido de lo enquistado, naturalizado. No solo el machismo televisado, televisivo, el de la fábrica, el de la oficina, sino el compañero, el hippie, el pseudo libertario. De Macri, del capital lo sabemos, pero en casa cómo andamos.

2.
No hay paz gil, hay guerra, hay violencia. Solo que vos no la ves, o porque la ejerces, o porque no la ves. O por ambas cosas. Y si reivindico la violencia, es porque soy realista, y no un puto pacifista.

Hay violencia papá. En las palabras, en las miradas, en las risitas, en el deseo. Violencia. En la televisión, en las revistas, en la universidad. La tenés adentro. No la ves. Y te sale con dulces palabras, de pacifista buena onda. Pero te sale. Porque la tenés adentro. Y porque hay violencia. Y la vi. Y cuando la vi, no puedo dejar de verla, de sentirla, como puñal, en las carnes, en la concha, en las tetas que me miras, y pasás murmurando por lo bajo. Porque te va, porque te excita, porque creés que me gusta, o no, no te importa, y miras, no dejas de hacerlo: tenés la mirada, la gola, la poronga liberada. Hay violencia. La de tu inocencia, la de tu proclama ecuánime, de superado. En ésta estamos solas. No entendés, no podes entender, la tenés adentro, transpiras violencia.

Calláte, y seguí caminando.

3.
¿Qué mirás? ¿Qué buscás complicidad?

Sus ojos se cruzan con los míos, y le doy vuelta la cara. No termino de entender qué pasó, pero sí lo que pasa: este grupo de pibas está rajando a dos chabones que se quisieron hacer los pijas, y ahora están cobrando. Me mantengo a distancia, me parece que no es nada grave, supongo que intervendría si la cosa se pone más pesada, si empiezan a cobrar de más, si no es sólo esta apurada.

Pero ellos no rajan. No entienden lo que pasa, suponen que todavía tienen tela. Miran con incredulidad. Pero las pibas los bardean, los están rajando de la FLIA a patadas en el culo.

No me mires. Si te defiendo soy cómplice, si no te defiendo soy cómplice, por estar ahora acá soy cómplice. Callar, mirar, aprender.

¿Pero qué estoy diciendo? ¿Cómo estoy diciendo qué? ¿Dónde estoy? Más cerca de ellas: arbitrarias, prepotentes; que de esa mirada incrédula, varonil, de patrón que ve cómo se le retoba la peonada. Esto no puede estar pasando, esto no puede pasar, acá soy yo el que manda, acá soy yo el que ejerce (o se da el lujo de no ejercer) violencia.

Cómplices.

4.
Gil, nadie te hace el aguante. No saben qué hacer. Correctos politicamente, putos pacifistas. Todos cómplices. Nadie te acompaña, nadie te banca. Cagones. No lo saben, no la ven, no entienden que estamos en guerra. Porque están en el cuartel general, no escuchan los tiros. Se ríen, les causa gracia. El estado de las cosas. Cagones. Minimizan. Son condenados. Víctimas de su diferencia solapada. Se creyeron la película. Se la meten todo el tiempo. Pobres. No la ven. O sí, pero no se puede ver más allá del propio ojo.

5.
En la mesita, hay libros para todas las vertientes del amor bienpensante. Incluso, antisistema, anarco algo, post todo. Libritos bellos, cancheros, revolucionarios. Toda la tarde ahí, vendiendo, un grupito de militantes de la palabra, de la acción poética, de lo que sea.

Ellas acaban de rajar a los chongos, y desde la mesa les preguntan qué pasó, por qué reaccionaron así, qué es lo que piensan. “Pasa que sos muy extremista” le dice ella, veinteañera, pollera pantalón, globalifóbica, poeta de salón. Usa la misma palabra, exacta, que la empleada por el Terrorismo de Estado hace 40 años. Ella, que en aquellos años probablemente hubiera sido exterminada, ahora acusa de extremistas a las pibas, que accionaron y justifican con fuerza teórica lo que dicen/hicieron/hacen.
Empiezan a hablar y ante tal verdad, somos todos pacifistas, cómplices, chongos. ¿Por qué nadie intervino cuando ellos nos agredieron? ¿Por qué ahora nos agreden con un interrogatorio luego de haber sufrido esta agresión, como si fuéramos nosotras las culpables? ¿No ven lo que estamos viviendo, lo que pasa todos los días, en las calles, en las casas?

“Vamos a hacer un catálogo de violencias”, dice una, parece líder, pero son pares, todas. Los argumentos del post asambleísmo post kirchnerista post hippie, son endebles, incapaces de discutir ante el sólido discurso de ellas, las pibas. Hablan del aquí y ahora, de la violencia, de las muertes, del dolor. No hay tiempo ni ganas para las mediaciones, las buenas voluntades, los deseos anarko progresistas.

Se van, se tienen que ir. Van juntando sus cosas, mientras nosotros nos quedamos. Y entre las preguntas aparecen insultos: una histórica mujer FLIA las agrede al grito de “Putas, hijas de puta”. Ellas dicen sí, putas, travestis, locas, todo. Ahí me meto y trato que la señora se calle, que se vaya, que no sume más agresiones a este agitado/sintomático fin de fiesta que nos regala el domingo. Me siento cómplice, bienpensante, burguesito, chongo. Me meto para sentirme bien, para hacer lo que debía, que era parar la pelea, no dejar que explote la virulencia que nos ha dejado al desnudo, a todxs, en esta apacible tarde de libros intercambiables.

Todxs chongos.

6.
Y allí las pibas.

La expresión de un síntoma, de la crítica inasimilable, de lo vuelto norma/forma de ser. Negro. Mujer. Indio.

Una doble enunciación genérica, o/a, que queda corta. Que abrió las puertas, y ahora, chupala. Todos/todas, evidencia de la inoculación cotidiana de la opresión. Todas, todos, todes, todxs. Lo innombrable. Qué mayor expresión de un síntoma que aquella que no puede enunciarse, sin dar cuenta de una diversidad no armónica sino dispar: diversidad de opresión igualitaria.

Todxs. Y la x como la dificultad hecha cacofonía. Lo innombrable, el síntoma, vuelto lo impronunciable. Encarnando el mal que denuncia. Performatividad esclavista. La palabra vuelta cuerpo. La palabra construyendo cuerpos (paralizado/liberado). Cuerpo (de letra) inapropiado, indeseable, anti confort.

Hagámosla fácil. Pero no. Porque la opresión no acaba. Y en el country, en el shopping, en la vida idílica de los carteles publicitarios también te la dan, y para que tenga y reparta. Y porque vos sos mi opresor, aunque seas copado. Sos cómplice. Sos hombre. No busques complicidad, de nada sirve. Sos cómplice. Lo llevas en el cuerpo.
Aunque lo pienses, lo compartas, lo entiendas, no vivís la opresión. Tendrías que nacer de nuevo. Y tampoco. La trama hombre-mujer esta prefigurada, desde la expectativa, el prejuicio, el color de la cunita, el nombre soñado.

Y una revolución solo se da cuando se afecta lo íntimo, lo cotidiano, el cuerpo. La revolución la llevas en el cuerpo o no es posible.

Y es el cotidiano, el vulgar, el ámbito/sujeto de la rebelión. El que convierte su habla en habla clara, contundente. Sin enveses. Con la claridad y contundencia del que sabe de lo que se habla, del que necesitó alguien, algo que lo escuche, porque es memoria viva de un sufrir. Y cuando empieza (a hablar, a mirar) ya no la para nadie.
Agarrate, callate, oí, aprende, seguí caminando.

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)