Exhortación ante la revolución en el arte de Fernando Birri, por Juan Manuel Ciucci

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Exhortación ante la revolución en el arte de Fernando Birri, por Juan Manuel Ciucci

22 Abril 2017

Una imagen se parte, diluye, explota, se rehace en el mismo instante en que aparece. El fragmento y la velocidad se imponen, ante la plena luz o la oscuridad plena que nos retienen, extrañan, perturban. El hombre de la cámara deconstruye el relato hegemonizante con el cual nos reconocemos. El cine como una instancia de conceptualización, experiencia y vitalidad.

Entre el mundanal ruido bafitiano, se entrecruza un diamante recuperado por manos alemanas, proyectado este año en la berlinale. Trabajo germano sobre la memoria audiovisual de nuestra cultura, que desconoce casi la existencia de esta obra, en toda su plenitud.

Tres horas de proyección suponen ya un desafío a la misma espera que acumulamos, pero además ORG de Fernando Birri pone en tensión de infinitas maneras los propios patrones con los que reconocemos al mundo que habitamos. Desde nuestra mirada, desde las miradas. El deber de todo revolucionario es hacer la revolución, también él, nos dice.

Se proyecta una película trascendental en la filmografía de este director argentino, que es decir una película fundamental en la historia de nuestro cine, entonces. Mentada desde recuerdos o citas bibliográficas, nunca estrenada en la Argentina, de escasa mención ante otros de sus trabajos como Tire dié o Los inundados. Es que Birri arrastra una obra que lo posiciona entre los artistas más importantes de América en el Siglo XX, y uno de sus cineastas fundamentales. Pero perseguido y desconocido en su país, parece un mito de aquel sueño revolucionario que hoy continúa  indagándonos. Con sus más de 90 años a cuestas, habita la milenaria Roma hace años ya.   

ORG se impone como un extenso poema visual, un viaje al que espesar, y otorgarle espera. Puede parecer que nos rechaza, pero tan sólo está vulnerando nuestras capas de amnesia constituyente. Desagregando nos coloca, orienta. La materialidad de la imagen se torna campo de disputa, el efecto densifica la propia narración, las texturas interpelan nuestro sentir. Y los sonidos envuelven la sala, que transita a oscuras gran parte de la película, como recuerdos de milenarios placeres o enfrentamientos.

Quizás guarde ORG una de las más bellas escenas sexuales del cine, además. Como así también trabajos sobre el mismo arte de filmar, al rescatar la imagen y las voces de Rosellini, Godard, Glauber Rocha, Getino-Solanas, García Espinosa, Jonas Mekas. Es que por momentos parece poder contener todo en su interior, como la propia ironía sobre la filmación o la carrera cinematográfica de su estrella, Terence Hill. Imposible saber qué vendrá luego, en este viaje birriano.  

O podemos decir: una batalla contra el fascismo, que toma  impulso en Las Cabezas Trocadas de Thomas Mann, como un relato fantasmal que logre conjurar el planteo poético/revolucionario que Birri ostenta. Humanista, trascendente, de esa espiritualidad expandida que ha cultivado en su existir.

Resuenan ecos de universos compartidos, palabras que ante otras/estas generaciones abrían/abren sentidos profundos. Siempre Fanon, Stokely Carmichael, Mao, Evita, el Che, Méliès. Fragmentos de películas, de citas, de imágenes de la universal historia que nos atraviesa, de la violencia y sus respuestas revolucionarias. De un otro modo en permanente acción, en génesis disruptiva, en impiadoso resurgir.

Si con algo dialoga, quizás, sea hacia el cine de americanos hostigados cual Jodorowsky en La montaña sagrada o el Glauber Rocha de La edad de la tierra. Todos en trance, en diverso modo de indagar la existencia, y politizar el existir. Apuestas al pensamiento revolucionario, al vivir revolucionario, a la necesidad de la revolución. Una confluencia político-estética de una densidad tal que perdura cual pensamiento de vanguardia, tras más de 35 años.

Cierto encanto del artesano, del artista que trabaja de un modo único con la materialidad, del detalle venerado, del principio del cine que retorna desde el negativo intervenido, de la eterna vida del propio celuloide. Diez años de trabajo, 26 mil cortes y 700 bandas sonoras, trabajo sobre el nervio óptico del ojo para desarrollar efectos visuales que sólo allí existen. Magia y misterio, de este arlequín santafesino que aun nos inunda con su creatividad exuberante. Sin regodeos en el propio ser, más bien una invitación al sueño eterno de revolucionar las mentes y las formas.

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).