¿Dónde está Julio López?: prácticas estéticas sobre su aparición con vida

¿Dónde está Julio López?: prácticas estéticas sobre su aparición con vida

17 Septiembre 2016

Jorge Julio López fue testigo fundamental en el juicio que condenó al represor Miguel Etchecolatz a prisión perpetua y común, el 19 de septiembre de 2006. López está desaparecido desde el día anterior por segunda vez, ya que estuvo detenido y desaparecido durante la última dictadura militar argentina (1976-1983) en cinco campos de concentración y tortura de la provincia de Buenos Aires. Con su testimonio en el juicio, había involucrado a más de sesenta militares y policías, de los cuales menos de diez están detenidos. López era albañil, tenía 76 años al momento de su desaparición, y no contaba con protección alguna. Ni el Estado nacional ni el provincial obtuvieron resultados en su búsqueda. Con el tiempo, el tema se fue desdibujando de la agenda de los medios masivos, para pasar a integrar la larga lista de “imperfecciones” de nuestra democracia, junto a los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en Puente Pueyrredón, del maestro Carlos Fuentealba en Neuquén, los más de tres mil casos de gatillo fácil protagonizados por las fuerzas de seguridad, o la desaparición de Luciano Arruga en Lomas del Mirador.

A pesar del olvido de los medios masivos y del descuido oficial, el reclamo de aparición con vida de Julio López sigue presente en la sociedad, motorizado en parte por distintas acciones de organismos de Derechos Humanos, por medios de comunicación alternativos o contrainformativos, por militantes de partidos políticos, organizaciones sociales, y también por artistas que encaran distintas búsquedas estéticas con el objetivo de mantener viva la memoria y el reclamo de aparición con vida. Prácticas estético-políticas en relación al reclamo de aparición con vida de Julio López, como la experiencia de sellado de billetes que retoma el trabajo realizado por el artista brasilero Cildo Meireles en los años setenta.

De Wladimir Herzog a Jorge Julio López

¿Quién no recibió alguna vez un billete escrito con alguna declaración de amor, un rezo de fe e incluso, tal vez, un pedido de reproducción de alguna consigna para la buena suerte? Son muchos los que adoptan el dinero en papel como medio para sus mensajes, arrojándolos a la circulación social cual botellas al mar. Desde agosto de 2008, entre la marea de frases anónimos que portamos en nuestros bolsillos y que entregamos a totales desconocidos, puede estar también el reclamo ya olvidado en la agenda de los medios masivos (y por alguna imprecisa conexión, también relegado de la preocupación oficial), de aparición con vida de Jorge Julio López.

Estos billetes portan la consigna “¿Dónde está Julio López?” o “¿Y Julio López?”, estampada con la tinta de un sello, en un gesto que retoma el trabajo realizado por el artista brasilero Cildo Meireles en la década del setenta, que se denominó “Inserciones en circuitos ideológicos”. Una de estas inserciones denunciaba la muerte de un periodista durante la dictadura brasilera: “¿Quem mató Herzog?”.

Las Insercoes em circuitos ideológicos, de 1970, consistían en infiltraciones en los circuitos industriales y económicos existentes, y una puesta en circulación de mensajes críticos. Según el propio Meireles, “Las inserciones en los circuitos ideológicos nacieron de la necesidad de dotarse de un sistema de circulación, de intercambio de información, que escape a todo control centralizado”. Se trata, indudablemente, de un arte colectivo con toma de posición social y política, a la vez que implica la participación activa del espectador.

Entre las obras de Meireles que toman el dinero como materia a transformar, encontramos: Zero cruceiro – zero dollar, impresión offset sobre papel, a escala de un billete real, 1974-1978; Zero centavo, durante los mismos años, consistía en lata cromada a escala de moneda real; Cruceiros: billetes de diez, con sustitución de las alegorías de hombres de poder e ilustrados por figuras marginales, como ser un paciente de hospital psiquiátrico postrado en un rincón, con las marcas de sus cabezazos repetidos sobre la pared, o un indio Krao del estado de Goiás, en los que los terratenientes organizaron masacres durante los años 1930 y 1940; Dólar: billete de 5, en la que el “Tío Sam” reemplaza a la iconografía tradicional. En los billetes, las leyendas decían: “Yankees go home!”, “Quem matou Herzog?” (por Wladimir Herzog, periodista torturado y muerto durante la dictadura brasilera y oficialmente presentado como suicidado), entre otros.

El camino trazado por Meireles es el inverso al realizado por Marcel Duchamps: en lugar de insertar productos manufacturados en el campo del arte (el clásico mingitorio en el museo, o la rueda de bicicleta, primeros ready made), son los objetos artísticos insertados en los campos de productos manufacturados. Aquí se trata de la utilización del circuito existente para fines propios. Para Meireles, se trata de una infiltración política. Las inserciones constituyen un buen proceso que consiste en encontrar una falla en un sistema existente y utilizarlo para hacer circular una contra información. “Las Insertions juegan igualmente sobre la noción de escala de la acción: una simple botella de Coca Cola puede permitir a un individuo aislado de alcanzar la macroestructura”. Esto se relaciona con su idea del hand-made (hecho a mano), que parte de la esfera privada e individual, para ir hacia un sistema a más gran escala. La obra de las Inserciones no existe más que en el momento en que se realiza –no necesariamente por el artista-, y durante el tiempo en la que se realiza.

Crónica del sello x Julio López: de la institución a la calle

La Comisión x la Memoria y la Justicia de La Paternal y Villa Mitre, grupo militante barrial que realiza trabajos relacionados a la memoria histórica popular, confeccionó un par de sellos con la consigna “¿Dónde está Julio López?”, tomando el ejemplo de Cildo Meireles, aprendido en una clase del seminario de Arte y Política que dictaron Ana Longoni, Asumpta Bassas Vila y Fernando Davis en el doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, durante agosto de 2008. Desde entonces, se comenzaron a sellar billetes de diverso valor con esta consigna.

La fabricación del sello implicó consensuar la frase y medir el tamaño para que entrara en la parte blanca de los billetes. El resultado fue la elaboración de una herramienta sumamente económica (por 10 o 15 pesos se puede tener uno) y de fácil uso, lo cual la convierte en altamente socializable. No se necesita ser un artista para sellar billetes o para encargar un sello y, como herramienta, tiene la potencialidad de expandirse de mano en mano sin demasiado costo ni esfuerzo de trabajo.

En cuanto al uso de los billetes, las experiencias de personas que no aceptan el dinero sellado son ínfimas. En general, la gente los lee para sí y alguno que otro hace un comentario al respecto. Desde que se puso en circulación el sello, en diversos actos políticos, culturales, fiestas y reuniones en los que se ponía a disposición de los presentes, se evidenciaba un contagioso entusiasmo por sellar. En algunas selladas masivas (en plazas, peñas, Feria del Libro Independiente y Alternativa, etc) se formó cola de gente con billetes en mano, y hay quienes se ocupan personalmente y otros que piden que se les selle. La iniciativa se propagó además entre otros grupos: los Vecinos x la Memoria de Almagro y Balvanera decidieron hacer sus propios sellos con la consigna: “¿y Julio López?”.

Luego se sumó el GAC (Grupo de Arte Callejero), que encargó otros tres sellos más, uno de ellos fue a parar a la casa de Familiares de Desaparecidos en la ciudad de Buenos Aires, en la cual HIJOS realiza sus reuniones semanales. Luego, la agrupación HIJOS encargó diez sellos para repartir en cada regional del país. También hubo varias iniciativas individuales de particulares que se hicieron sus propios sellos, algunos del interior del país, y otros para usar en sus negocios.

Además de las selladas públicas, el sello permite a personas que no encontraron otro espacio de expresión, la posibilidad de opinar políticamente a través de un gesto, sin necesidad de sumarse a una militancia en el sentido tradicional, ya que el acto de sellar puede realizarse tanto en privado como en público. Asimismo, la participación activa se da en un doble sentido: al sellar y también al hacer circular. Quien recibe un billete sellado se suma a esta participación activa, voluntaria o involuntariamente, excepto que elija la poco probable opción de destruir el billete o ir a cambiarlos al Banco Central.

Rupturas y continuidades de gestos estéticos-políticos

El conjunto de diversas acciones reseñadas más arriba actualiza el debate sobre el papel del artista frente a las injusticias sociales, y también la discusión sobre el vínculo entre arte y política. En este sentido, más que una ruptura o una novedad estética, nos encontramos ante una actualización de prácticas relacionadas con el espacio público. ¿Dónde, sino en la calle, pueden confluir de forma más potente las esferas del arte y la política? Es en la intervención del espacio público en el que la acción artística es más que nunca explícitamente política. Es en la utilización de la calle para transmitir mensajes a través de herramientas, predominantemente visuales, que se constituyen formas alternativas del decir. Hanna Arendt relaciona dos fenómenos a la palabra “público”: todo lo que puede ser visto y oído por todos, y que a la vez tiene la más amplia publicidad posible dentro del mundo común a todos nosotros. Todo lo que existe ha de tener apariencia, y nada puede aparecer sin forma propia; de ahí que no haya ninguna cosa que no trascienda de algún modo su uso funcional, y su trascendencia, su belleza o fealdad, se identifica con su aparición pública y el que se la vea”.

He tomado el caso de Jorge Julio López por su relevancia simbólica y su peso en el imaginario colectivo de los últimos años. En cuanto al sellado de billetes, el rasgo tal vez más importante que siguen teniendo en común la actividad inducida en la década del setenta por Cildo Meireles y la actual práctica en nuestro país, es la del concepto de inserción en la circulación de un sistema ya existente, utilizándolo con fines políticos propios, distintos a los que le dieron origen como sistema de circulación. Por otro lado, se mantiene la economía de medios, y la facilidad de su uso permite una amplia socialización del acto de la intervención del billete (o la posibilidad de que sea fácilmente socializable). También permite a los individuos aislados tomar partido activo en el reclamo. ¿Pero puede entenderse este acto como contrainformativo en el sentido planteado por Meireles bajo una dictadura militar? Sería injusto hoy hablar de censura explícita, y tal vez más certero pensar en un desinterés oficial y de los medios masivos por el tema. La desaparición de Jorge Julio López pasó a ser algo que no se muestra, que se le quita visibilidad, pero sin necesariamente ocultarlo. En este sentido, más que contrainformativo, de lo que se trata es de una reinstalación constante de un tema del que la mayoría de la gente está informada. La pregunta (“¿Dónde está Julio López?”) reinstala un conflicto, ya que se trata de un cuestionamiento incómodo para toda democracia. Se puede pensar el billete sellado como la huella de una ausencia, el señalamiento de algo no resuelto. Aquí nos encontramos ante la importancia de la consigna, que al igual que un esténcil, debe ser sintética y reconocible.

Otra diferencia sustancial con las inserciones, es que en los años setenta esta fue la iniciativa de un artista perteneciente a una corriente estética determinada. Hoy, en cambio, la iniciativa surge de un colectivo que no se reivindica como artístico (la Comisión x la Memoria y la Justicia de La Paternal y Villa Mitre), a pesar de retomar las ideas de un artista y elegir formas estéticas particulares para expresar un reclamo político. En el caso actual, la práctica no tiene condición de arte, sino de práctica política a través del uso de una herramienta con dimensiones estéticas. Se trata de una interpelación a quién posee el billete desde el anonimato, una apertura de un espacio alternativo de reclamo ante la dominación mediática masiva. Así, la obra de Cildo Miereles, expuesta en museos y transmitida a través de la institución académica, vuelve a la calle y recupera su dimensión política más activa. En el museo, el arte político se vuelve pacífico, se domestica, institucionaliza, pero aún así mantiene latente ciertas formas de transmisión que toman caminos imprevistos, como aquel que motivó este sello por Julio López, y la posibilidad de que esa creatividad artística recorra el sendero inverso al que la llevó al museo. La transmisión de las formas de intervenciones estéticas puede adoptar modos impensados.
Con el sellado de billetes no estamos hablando de política en un marco artístico, sino rescatando una forma de intervención nacida de la creatividad artística para aplicarla a un reclamo concreto relacionado a la historia traumática de nuestro país. La política se entrecruza con el arte en una indagación expresiva, es decir, la intencionalidad política encuentra un canal de expresión proveniente del campo artístico y la instrumentalización de la idea asume una dimensión estética. El anonimato, en el caso del sello de López, es tal que desconoce cualquier autor individual o incluso grupal. Si bien la iniciativa nace en un colectivo particular, varios otros lo toman inmediatamente, y el anonimato disuelve cualquier firma o autoría válida que pueda ser rastreada. Lo importante pasa a ser el mensaje en el billete que interpela a su portador.

Esta práctica es una variante más, una expresión que se suma a otras en el reclamo de aparición con vida, cuyo objetivo general es el de re-instalar el tema y agitar la memoria. No se trata del arte tomando asuntos sociales y políticos como tema dentro de circuitos tradicionales de mercado y exhibición, sino de arte y política potenciados en el espacio público, para lograr un impacto imprevisto, por afuera de estos circuitos artísticos tradicionales. Ya sea desde el arte o desde la política, se evidencia una búsqueda que transita por esa región imprecisa en la que los dos ámbitos se conectan y colaboran, para conformar el cómo y el qué del discurso. Aún está por verse de qué manera pueden estas expresiones de ideas políticas bajo determinadas condiciones estéticas incidir en la realidad.

*Fragmento del libro ¿Dónde está Julio López? Prácticas estéticas en relación al reclamo de aparición con vida, Editorial Tierra del Sur, 2010

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)