¿De qué trata la violencia política?, por Eliana Verón

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¿De qué trata la violencia política?, por Eliana Verón

06 Junio 2020

Por Eliana Verón | Foto Daniela Morán

El viernes 5 de junio, Ofelia Fernández, legisladora porteña por el Frente de Todos, publicó en su cuenta de Twitter los mensajes de amenazas que recibió a partir de un posteo de su autoría en el que apoyaba la denuncia pública de un caso de violencia de géneros en Tucumán. Los insultos y las agresiones verbales fueron republicados por Ofelia para que se conociera la violencia sistemática a la que está expuesta cotidianamente por ser militante política, feminista, joven y mujer.

¿Por qué naturalizamos esos ataques nefastos contra las mujeres que hacen política? ¿Por qué tanto odio hacia la participación y manifestación pública de las opiniones, las defensas de causas que interesan a las mujeres en los ámbitos políticos, redes sociales y hasta medios de comunicación?   

En Argentina desde que aumentó la participación de las mujeres en la política institucionalizada, también se dio un fenómeno de incremento de prácticas machistas hacia las militantes de partidos políticos, organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles, legisladoras y/o funcionarias públicas. Los agravios, insultos y amenazas a las que son sometidas aquellas que asumen roles de representación social, militante y política deben ser llamados por su nombre: violencia política. Además, así lo establece la reciente incorporación de esta tipificación en la Ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres en los Ámbitos en que Desarrollen sus Relaciones Interpersonales.

Este tipo de violencia contra las mujeres y disidencias que se desarrollan en en el ámbito de la política debe ser entendida como cualquier acción, conducta u omisión que impida, anule, obstaculice, menoscabe o restrinja sus derechos políticos y derechos a participar en asuntos políticos y públicos en igualdad de condiciones con los hombres. Es decir, que nada restrinja el libre ejercicio de ciudadanía. ¿Por qué focalizamos que la violencia es política cuando se ataca a una mujer del ámbito político? Porque lo que se ataca es su condición como tal en el ejercicio de sus derechos políticos con el objetivo de generar miedo, disciplinar y menoscabar su rol como actora política, impugnando a las mujeres que se expresan públicamente.

La violencia política se ejerce principalmente en el ámbito público, ya sea el barrio, el sindicato, la universidad, la función pública o cualquier espacio donde la política se presente como eje central de las actividades de mujeres y disidencias en el uso pleno de esta herramienta transformadora. Cabe mencionar que 9 de cada 10 mujeres sufrió algún tipo de violencia política, según la Primera Encuesta Nacional de Mujeres en Política “No son las reglas, es violencia”, realizada por el Observatorio "Julieta Lanteri", Fundeco y la Fundación "Friedrich Ebert Stiftung".

Violentar a una persona no siempre es visible, no siempre es física. En el caso particular de la violencia política hay una persistente acción anónima de expresiones agraviantes, misóginas e intimidatorias que opera dentro de las modalidades más difíciles de desentrañar como lo es la violencia simbólica. Y está presente muchas veces en los comentarios de las redes sociales para deslegitimar a las mujeres políticas. O incluso cuando se difunde información personal en los medios de comunicación con el propósito de dañar su imagen pública, como sucedió con el famoso audio de Cristina Fernández de Kirchner: "Soy yo, Cristina, pelotudo". Sin mencionar las tapas de la Revista Noticias. Eso también fue violencia política.

Pareciera una obviedad reiterar la necesidad de tomar conciencia sobre las violencias, pero a la luz de los hechos cotidianos, no es desdeñable volver una y otra vez sobre lo expuesto. La persistencia de estas prácticas violatorias del derecho de ciudadanía política debe ser desterrada de todos los niveles y espacios de la vida política.

Es imperioso desnaturalizar esas violencias como praxis cotidiana no sólo en los espacios de la política, sino también en las redes sociales y medios de comunicación donde los derechos comunicacionales de las mujeres y las disidencias son constantemente lesionados, ninguneados, bastardeados o invisibilizados.

La violencia política contra las mujeres y disidencias debe ser reconocida y atendida como una modalidad específica más allá de la política institucionalizada. El ataque a Ofelia no sólo debe ser repudiable por todo el arco de las militancias feministas, las diputadas y senadoras, las periodistas, las sindicalistas, sino también por todo el campo popular. Urge un abordaje integral de esta problemática por parte del Estado, y una vigilancia continua por parte de las militancias para que todos los espacios de la vida política sean libres de violencias.