Elecciones en México: "Para sus partidarios, López Obrador expresa a la izquierda nacionalista"

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Elecciones en México: "Para sus partidarios, López Obrador expresa a la izquierda nacionalista"

26 Junio 2018

Por Enrique de la Calle

APU: ¿Qué puede pasar en las próximas elecciones en México? ¿Es un hecho la derrota del oficialista PRI? 

Pedro Guadiana: Sí, es un hecho la derrota del oficialista PRI. Hasta antes de 2006, las elecciones en México habían tenido visos de enfrentamiento de grupos de poder más que de ideologías y proyectos alternativos de Nación. Después de poco más de 70 años en que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) detentó el poder, llegó la alternancia de partido político en la presidencia pero se mantuvo y acentuó el modelo económico neoliberal. 

En lugar del PRI, gobernó el derechista Partido Acción Nacional de 2006 a 2012, y en 2018 regresó el PRI con Enrique Peña. El actual candidato del PRI, José Antonio Meade carga con el desprestigio de 18 años (de 2000 a 2018) de gobiernos afines en el fondo y distintos solo en la forma en algo que se ha motejado como PRIAN, la fusión de los intereses y beneficiarios de los gobiernos del PRI y PAN.

Este maridaje ideológico del PRIAN y su lacerante impacto social han generado un hartazgo que hábilmente capitaliza Andrés Manuel López Obrador.

APU: ¿Quién es López Obrador? ¿Qué expresa?

PG: No es posible entender lo que López Obrador representa sin abordar su paso por el PRI y la radicalización de contrastantes visiones políticas, políticas y sociales al interior del partido que llevaron al rompimiento y escisión de otras importantes figuras

En el PRI, desde 1982, se hizo visible la división entre nacionalistas y tecnócratas neoliberales. Esos dos grupos encarnaban algo parecido a una izquierda nacionalista y una incipiente y pujante derecha neoliberal... dentro del mismo partido.

Esa división llevó al PRI a la separación de figuras identificadas con el nacionalismo revolucionario, entre las que destacó primero el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, hijo de Lázaro Cárdenas, considerado el último prócer de la patria por no pocos mexicanos, cuya obra máxima fue la nacionalización del petróleo. En 1988, en lo que es considerado un fraude electoral, el neoliberal Carlos Salinas derrota a Cárdenas. Después de Cárdenas, la figura más representativa de lo que algunos llaman izquierda es Andrés Manuel López Obrador.

Para sus partidarios, Andrés Manuel expresa el nacionalismo revolucionario que se opone la sumisión a intereses trasnacionales, representa la opción popular contra el privilegio de las élites política y económica. Expresa también la visión estatista antagónica a la visión privatizadora. Representa la esperanza de un pueblo que se siente agraviado en su patrimonio, en su economía, en sus oportunidades para acceder a una vida mejor, dado que la ola privatizadora disminuyó la calidad de los pocos empleos que crea. En las empresas privadas el ser humano es prescindible, al igual que salarios y beneficios que garanticen una vida más decorosa. 

A esa radicalización de la derecha pro empresarial en el poder correspondió una radicalización de la izquierda nacionalista que alcanzó su cúspide en las elecciones de 2006 donde, nuevamente, la izquierda, representada por Andrés Manuel López Obrador, es derrotada por el stablishment en lo que se considera un nuevo fraude.

APU: Hablamos de candidatos y partidos o movimientos políticos. ¿Qué pasa en la sociedad mexicana?

PG: Como dijimos, López Obrador encarna la antítesis del proyecto neoliberal con todas las ventajas y desventajas que esto conlleva. Esto impactará en las relaciones internacionales, particularmente con Estados Unidos y Latinoamérica. La relación con Estados Unidos será ríspida en la era Trump. No parece haber punto medio. 

Contra la apertura indiscriminada en lo económico su propuesta parece apuntar a una inviable autarquía en un mundo global e interconectado. Dice que la mejor política exterior es la política interior, algo que parece mostrar poco oficio en las relaciones internacionales. Sus relaciones internacionales parecerían apuntar hacia Latinoamérica aunque ya no hay Lulas ni Mujicas o Correas. En lo político dice que acabará con la corrupción pero se rodea de gente de dudosa reputación. Dice que hará una constitución moral pero ha hecho concesiones éticas.

APU: ¿Cómo se lleva López Obrador con el establishment económico y político?

PG: Está rodeado de empresarios que creen en él, algunos señalados por él como corruptos en tiempos pasados. Mientras busca tejer alianzas con algunos de los poderosos. Ha aprendido la lección dicen algunos expertos. Antes era incapaz de rodearse (al menos en el discurso) de compañeros políticos inconfesables. Hoy cualquiera es bienvenido a un partido hecho por él, para él, donde es difícil imaginar a otro candidato y dirigente que no sea él. Crítico del célebre dedazo priísta (la designación antidemocrática de dirigentes formales en cargos públicos) pero en su círculo nadie hace nada sin su autorización.

APU: ¿Vuelve el populismo a México como dicen muchos analistas, sobre todo en el exterior?

PG: Hoy, su ventaja en las encuestas es mucho más amplia, es tanta que algunos miembros de los poderes fácticos ya empiezan hacer genuflexiones ante lo que parece inevitable. López Obrador y su movimiento son un híbrido. Él quiere ser, y lo dice públicamente, el nuevo prócer de la patria al lado de Benito Juárez, Francisco I, Madero y Lázaro Cárdenas pero parece estar lejos, aunque se debe reconocer que dista mucho de ser un Chávez, Maduro o Castro. Quien lo equipara con estos personajes demuestra gran ignorancia, encono o exacerba su animadversión. Ha sabido trabajar con empresarios. Lo hizo como Jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Yo lo veo en la medianía. Ni es el ángel y semidiós que ven sus partidarios, ni es la encarnación del mal como dicen sus adversarios y enemigos. Podrá ser algo cercano a los priístas nacionalistas de viejo cuño con regular o buena reputación en el mejor de los casos. En el peor de los escenarios, rodeado de algunos personajes impresentables, sería como un Luis Echeverría o José López Portillo, cuyos sexenios son conocidos como La Docena Trágica. Triste es decir que no sería ni mejor ni peor. Quizá sea el menos malo pero eso no es suficiente para el pueblo.