Secundaria del Futuro: se configura una nueva figura del excluido

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Secundaria del Futuro: se configura una nueva figura del excluido

08 Noviembre 2017

Por Aníbal Paz *

Uno de los puntos más candentes que resonó en la comunidad educativa cuando comenzó a circular el powerpoint con los ítems de lo que sería la Secundaria del Futuro, fue la modificación del último año del secundario, en el cual se incorporarán las denominadas pasantías educativas. La Ministra de Educación de la CABASoledad Acuña, señaló al respecto en una entrevista al diario La Nación del día 6 de septiembre que “lo que hay que cambiar es como nos sentamos frente al conocimiento y en que lugar ponemos a los chicos”. Ahora bien, es preciso analizar cuál es este nuevo lugar donde “ponemos a los chicos” en esta reforma, aunque también en la opinión pública.

En la cobertura de los acontecimientos en las tomas de los colegios, en lo que fue una medida de protesta, los jóvenes fueron estigmatizados en los medios de comunicación. El adolescente fue tratado como un sujeto pasivo que no decide, ni posee ni voz ni voto. Pocos medios se centraron en comunicar las diferentes posiciones por parte de quienes son los protagonistas principales de la educación. Por ejemplo, tuvo escasa difusión el comunicado de los estudiantes secundarios de CABA nucleados en la Coordinadora de Estudiantes de Base, en el cual manifiestan su rechazo basado en 5 puntos claves. Tampoco circuló los comunicados del CTERA, ni de la UTE, ni de tantos docentes que se manifestaron a modo de rechazo. Es decir, no existió una puesta en común de los puntos de la reforma, ni hubo un debate real. Por otro lado, el adolescente figuró en la nueva propuesta educativa, como un ente que no interesa estimularlo a que desarrolle un razonamiento autónomo, ni tampoco interesa brindarle herramientas para promover su desarrollo personal, creativo y social.

En una nota el Página/12 del 1 de septiembre titulada “La secundaria del futuro empresarial”, la ex ministra de Educación bonaerense Adriana Puigróss, manifestó su preocupación en tanto que “los estudiantes como los profesores son concebidos como mano de obra barata”. La autora manifiesta que no solo es borrado el estudiante de la escena, sino también el docente. Tanto desde el punto de vista del trabajador, como un sujeto resistente al contexto económico amenazante, como también es silenciado desde un sujeto activo de la educación. 

Volviendo a la entrevista de Soledad Acuña en el diario La Nación, la ministra se pregunta: “¿Que cambiamos si los docentes siguen parados en el mismo lugar, si los estudiantes siguen pasivos esperando en el aula que le vengan a dar el mismo contenido y después vomitar ese mismo contenido en el examen?”  La escena que describe la Acuña hasta posee un sentido teatral tragicómico, un fotograma congelado fellinesco, donde los docentes están “parados en el mismo lugar” y los estudiantes pasivos “vomitando” contenidos en un examen. Evidentemente hay elementos que quedaron afuera de este plano.

Detrás de esta reforma educativa existe un descreimiento de lo público como ámbito de materialización del derecho a la educación. El clásico argumento neoliberal está centrado, una vez más, en la ineficacia del sistema o a la excesiva burocracia de los procedimientos institucionales. La solución es la gestión educativa dentro de la recurrente lógica del mercado, defendiendo un concepto de calidad escolar reducido a la posibilidad de medir resultados y formar competencias en función del nuevo mercado laboral.

En esta lógica meritocrática, donde es más importante brindar las condiciones para una competencia en función de los logros de cada uno, no hay lugar para centrar la atención en las desigualdades con las que los chicos llegan a la escuela. Lo cual es algo vital a la hora de ampliar la ciudadanía. Por el contrario, propone mantener dentro de la institución educativa una posición formal de no-discriminación e igualdad, basada en el componente ficticio de que “todos somos iguales”. Por el contrario, es justamente en base a este orden, que se suele reafirmar un sistema basado en la individualidad para asegurar las condiciones de competencia del mercado, a través del cual, luego se establecen las jerarquías sociales que ya todos conocemos.
 
Claramente, la inclusión de las pasantías en el secundario, es una instancia de la reproducción del discurso hegemónico macrista. Por eso la Batalla por la Educación es parte de una Batalla política y cultural,  ya que en términos de esta reforma educativa también estamos hablando de la subordinación del contenido escolar a los intereses de los sectores mejor ubicados en la sociedad. Para ser más específicos, estamos hablando de una progresiva creación de trabajadores precarizados mediante las pasantías educativas, por lo tanto esta propuesto contiene un trasfondo también económico.

Los convenios del gobierno con fundaciones y empresas tercerizando las funciones de la educación pública, reestructura el lugar del docente capacitado y generará a una presión sobre los salarios de los trabajadores de la educación. Esta reforma educativa, está insertada dentro de un contexto mayor de reforma laboral a la que asistimos hoy en día, si tenemos en cuenta los anuncios que el presidente realizó en pasado 30 de Octubre en el CCK. Todo esto en un contexto de incertidumbre donde no está plenamente garantizado el derecho al trabajo.

La escuela como institución no emerge en el espacio social de modo natural y orgánico, sino que es un producto derivado de complejos procesos socioculturales, políticos y económicos que se van constituyendo. La educación en la Argentina siempre estuvo marcada a fuego por los diversos procesos políticos, los cuales fueron construyendo diferentes concepciones y posturas del derecho y de la cultura con fines bien determinados. No caben dudas, de que cuando el Estado reorganiza el funcionamiento y los límites de acción de la escuela, también se regulan sus prácticas pedagógicas y se configura una nueva figura del excluido. 

* Lic. Comunicación Social por la Universidad de Buenos Aires.