Rosario: la UNR llevó a Chile el Programa TransFormar

  • Imagen

Rosario: la UNR llevó a Chile el Programa TransFormar

29 Octubre 2019

Por Morena García

Viajamos a Santiago de Chile la semana del 21 de octubre, junto a Pedro Romero, Secretario del Área de Internacionalización de la Universidad Nacional de Rosario, y Celina Mondelli, con quien hacemos parte del Programa TransFormar del Área de Internacionalización de la UNR, con el objetivo de presentar el programa y posicionar en la agenda internacional las problemáticas del colectivo travesti-trans en Latinoamérica.
Existe una sensación al llegar a Chile de que cruzás un portal hacia el primer mundo. Ese que debe impresionarte, el primer mundo del que tanto hablan los medios generalmente para usar de vara cuando hablan del resto, de la otra América Latina.

Calles impecables, botones en los semáforos para cruzar si el peatón lo necesita, una infinidad de artilugios tecnológicos que no fui buscando. Una trava militante no es que no se deja impresionar por los lujos, es que los lujos nos son ajenos.
Llegamos al aeropuerto y lo primero que se respiraba era un clima de apuro y malestar, alguien con voz temblorosa hablaba de toque de queda, salvoconductos y pacos. Deduje rápidamente que los pacos eran los militares y como trava, alguien uniformado no me representa nada, no me
produce ningún respeto, pues ellos y la policía nos hicieron crecer a los bastonazos.

Yendo del aeropuerto hacia el hotel nos frenaron los infames pacos, con rifles en las manos y una mirada habilitada, un haber esperado ese momento como una jauría de perros entrenados. Fui comprendiendo de a poco que todo el reclamo del pueblo era más complejo de lo que se llegaba a percibir a simple vista. Existe una democracia de mentira en Chile, una democracia que se convirtió en autoritarismo. Un gobierno que busca profundizar la lógica de la fuerza sin contrapesos. Existe en Chile una crisis subyacente, una rabia de ver a los mismos actores de la dictadura actuar con los mismos métodos, con el mismo odio contra el pueblo.

En esos cuatro días que permanecimos en Santiago, pudimos ver como los gorilas (para los chilenos “momios”) no son exclusivos de nuestro terruño. Si se puede condensar al pueblo chileno en una palabra: abusado por un modelo que ha creído que el país era una empresa y bastaba el ejercicio del directorio para que las medidas se llevaran a cabo por una población servil, una sociedad de borregos que agachaba el lomo en forma indigna. Una sociedad que soportaba burla tras burla de ministros que creen que los ciudadanos son empleados de algunas de sus empresas.

Una sociedad, que de la mano de la clásica y sana rebeldía y coraje de la juventud le dijo ¡no más! al gobierno cuando quiso alzar las tarifas del metro de Santiago (el ferrocarril subterráneo con una de las tarifas más caras del mundo) que es utilizado por cerca de tres millones de chilenos cada día. Abuso era y es la palabra que resuena en cada respiración del hermano chileno y a la marcha en Plaza Italia a la que fuimos el miércoles lo confirmó cuando le pregunté a un manifestante su sentir y me contestó: “Estamos protestando contra un sistema que abusa y explota, y lo hace de forma institucionalizada”. Por eso este estallido social tiene características de desobediencia civil que pretende atacar a un sistema del cual se perdió toda fidelidad y lazo afectivo.

Tantas similitudes entre los pueblos chileno-argentino, tanto buitre neoliberal tratando como un CEO trata a un pueblo. Una mera cuestión de ganancias. Un tendal de cuerpos que quedan en el medio. Por hambre, por la ruptura del tejido social, por la balas. Un pueblo que parecía distante de este, por la cordillera, por la Historia. Un cruce que nos ha dejado entrever que el pueblo latino no quiere ningún yugo dominante.
Al colonialismo bien disfrazado de neoliberalismo se le va cayendo la máscara y el pueblo recoge el guante. Una necesidad de una libertad genuina recorría la marcha de punta a punta. Una masa uniforme e inamovible frente a los perros de los patrones y sus bombas lacrimógenas y fusiles apuntadores. Un pueblo que pide que el recuerdo sea el apuntalamiento de las nuevas políticas públicas. Como decía Leopoldo Marechal "El pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda lo que parece muerto o en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar la memoria.”