Perón y su lucha contra la malaria

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Perón y su lucha contra la malaria

18 Abril 2020

Por Pablo A. Vázquez*

La ciudad de Buenos Aires posee más casos de infectados por el dengue, producto de la picadura de mosquito anopheles, que por el coronavirus. La inacción del gobierno porteño y las medidas que deberían tomarse me sirven como disparador para ver el accionar estatal del peronismo en los años ’50 contra el paludismo o malaria, afección hermanada con el dengue.

Me valdré de un hecho ocurrido al capitán del Ejército Juan Domingo Perón por los años ‘30 en el norte argentino. Interesado en la cuestión sanitaria - por herencia familiar -, fue muy cuidadoso de su físico, tuvo dedicación plena en los deportes, y un gran encomio por instruirse en materia sanitaria.

Capitán en 1925, comenzó a prepararse para ser oficial de Estado Mayor, y, a la par, despuntó como escritor. Según Jorge Crespo en El Coronel (1998): “pudo publicar artículos como Moral Militar e Higiene Militar - tópico atinente a este artículo – y algo traducido, referido a la gimnasia… Temas como las campañas del Alto Perú y la estrategia de San Martín, fueron asimismo, abordados por Perón.”

Pero también sobrevino su faceta política y conspiradora, al intervenir en el golpe militar contra Hipólito Yrigoyen del 6 de septiembre de 1930: “El general Uriburu… purgó inmediatamente de la administración todos los elementos pro – Justo, en cuyas filas militaba Perón por entonces. El 28 de octubre, - según Joseph Page en Perón. Tomo I (1984) - el presidente firmó un decreto que lo separaba del cargo oficialmente y lo nombraba profesor de historia militar en la Escuela Superior de Guerra. Antes de asumir su nuevo puesto en 1931, el joven capitán debió participar como integrante de una comisión durante dos meses, en la investigación de denuncias sobre penetración extranjera de las fronteras en el norte de la Argentina.”

Efectivamente, a poco de haber sido profesor de Historia Militar, fue comisionado: “para resolver un tema de neto corte policial no exento de implicancia social. Resultó ser que varios peones chaqueños hicieron objeto de maltrato y abuso sexual a mujeres pertenecientes a una tribu indígena; los hombres de la tribu cercaron a los culpables y les prendieron fuego. Nuestra misión – sostuvo Enrique Pavón Pereyra en Yo Perón (2018) – fue la de reestablecer el orden e investigar a fondo la situación”.

La otra cuestión que el capitán debió atender fue, en paralelo con la inminencia de la Guerra del Chaco (1932 – 1935) entre Bolivia y Paraguay, la cuestión fronteriza desde Formosa a Jujuy. Allí es donde se enfermó: “En el transcurso del año ’32, había padecido las vicisitudes de un ataque de paludismo o de “chucho”, contraído en las ciénagas del norte del territorio de Formosa, que él había recorrido como representante militar, en la Comisión Nacional de Límites. La fiebre lo sorprendió sin asistencia médica ni otro remedio que su frasco de quinina, lo que lo obligó a permanecer postrado por espacio de varias semanas en Santa Catalina, localidad de la altiplana jujeña, lindera al límite con Bolivia”. Según Pavón Pereyra en Asesinato de Perón (2014) le confió el propio Perón que “como no controlé las contraindicaciones de aquellas curas al voleo, poco tardó en aparecer como secuela una ceguera parcial y una avitaminosis...”, tardando tres meses en recuperarse.

Ignacio Cloppet, en Perón en Roma (2014), dio una versión más completa, detallando que el citado capitán estuvo en la frontera boliviana entre abril y mayo de 1931, un año antes de lo referido por Pavón, donde: “había caído enfermo (fiebre palúdica) en Salta mientras desempeñaba la misión que le habían encomendado, clasificada como de “Seguridad de Estado”. Era jefe de una subcomisión reservada que tenía que transitar la frontera norte de nuestro país (de Jujuy a Formosa) y la frontera con Bolivia”.

La experiencia señalada, de la que padecieron decenas de miles de argentinos por décadas, más años de estudios y análisis de la realidad argentina fueron valorados por Perón en su ejercicio como Presidente. La salud como política de Estado fue explícita en el I y II Plan Quinquenal, en la creación del ministerio de Salud de la Nación, y en los postulados de la Constitución de 1949. “La salud del pueblo es la suprema ley”, con esta premisa de Perón, junto a la obra del ministro Ramón Carrillo, se abordó la atención primaria de varias enfermedades que azotaron el país.

En La Nación Argentina: Justa, Libre, Soberana (1950) se detalló, mediante gráficos y cifras, que en abril de 1938 había 23.000 palúdicos agudos, mientras que en mayo de 1949 había 500 palúdicos agudos. Y se agregó en dicha obra que: “El paludismo era en nuestro país una constante obsesión y decimos “era” porque, luego de infructuosos intentos, se ha logrado por fin desterrarlo de nuestras fronteras. Se planificó la lucha como para combatir a un enemigo terrible, un implacable enemigo de la salud. Luego de dos años de acción en los que intervinieron camiones - tanque, aparatos de fumigación, camiones de transporte, jeeps y 119 brigadas de activos trabajadores se llegó al alentador resultado que consignan las cifras del gráfico”.

Perón atacó la malaria, la enfermedad y – de paso – la económica, con singular éxito. Pero, aunque fue una acción de gran envergadura, acompañada con igual o menor suerte por los gobiernos que siguieron, el paludismo, malaria o “chucho”, recién en estos años fue desterrada de estas tierras.

Esperemos que con el dengue asolando en ámbito porteño se apliquen en lo local políticas de envergadura, con en épocas pasadas, y como se está haciendo en el ámbito nacional, para cuidar la salud del pueblo.

*Licenciado en Ciencia Política; Docente de la UCES; Miembro del Instituto Eva Perón; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas