Libertarios, equívocos, disputas

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    La Protesta-periódico anarquista
    Foto: AGN.
Crónicas del abismo

Libertarios, equívocos, disputas

07 Octubre 2025

Suele adjudicarse únicamente al peronismo un afán de bautismos nominales que también prolifera, incluso con mayor éxito, entre sus opositores liberales. El último triunfo o la más reciente concesión, según el punto cardinal desde el que se mire, es el obsequio del término “libertario” a las huestes de Javier Milei. Hace cuatro años, cuando esa experiencia recién iniciaba, Adelqui Del Do advirtió de su apropiación. Hoy debemos cuestionarnos consentirla. 

Si el elenco estable no mostrara tal grado de estrechez lectora, podría adjudicarse a esa disputa uno de sus más explícitos gestos revanchistas, la destrucción del monumento al escritor Osvaldo Bayer en el sur del país

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Destrucción monumento a Osvaldo Bayer-2025

 

El regalo nominal del término entrega al olvido todo recuerdo de la tradición sindical combativa de los grupos anarquistas que en las tres primeras décadas del siglo pasado llegaron al país de la mano de la inmigración para dejar ejemplos notables de organicidad y solidaridad obreras. 

Son dos características innegables en el movimiento realmente libertario, incluso cuando puedan leerse críticamente teorías o acciones de las disímiles corrientes que lo nutrían con sustanciales diferencias, en una Argentina preperonista o -en una porción de este periodo- preyrigoyenista. 

La irrenunciable reivindicación de derechos obreros y la férrea solidaridad para sostenerla fueron atributos congénitos de esas luchas que germinaron con el siglo XX. Eran preceptos y conductas inquebrantables, que se heredaron luego, más allá de los impactos de la inevitable burocratización lindante a la conquista relativa del poder. Por eso se necesitó tamaño despliegue de crueldades para convertir aquellas máximas en sinónimo de experiencias marginales, cuya cita el cinismo pragmático en boga suele confundir con ingenuidad. 

La dictadura y el menemismo aparecieron como dos estaciones del tren de quiebre de solidaridades orgánicas y combatividad. Este nuevo ciclo de endeudamiento y bicicleta financiera lo completa desde 2016. El éxito, de momento, es notorio.

El cuadro común es que la necesidad tiene cara de hereje y que en la desesperación se justifican mezquindades, impensables para buena parte de la clase obrera anterior a 1976 y una porción de la que continuó la senda después. En ocasiones, las demandas atomizadas son atendidas como modo de propiciar futuras búsquedas en el camino del sálvese quien pueda

Por otra parte, la autoexplotación de las plataformas es la nueva manifestación de la salida individual y la crisis de lo colectivo afecta incluso a la recuperación de empresas vaciadas, una modalidad que en las peores épocas fue un modo de quedar a flote y conservar alguna posibilidad de progreso. 

En medio del ciclo iniciado en 2016 estuvo la pandemia. La singular emergencia sanitaria anticipó algunos de los dramas por venir. Entre teorías conspirativas y necesidades económicas y psicológicas reales, se coló la tergiversación total de la idea de libertad individual, engendrando un constructo que ofrecía la más patente demostración de su absurdo: el individuo fue colocado por encima no sólo de lo colectivo, sino de la supervivencia y voluntad de otros individuos, y de las disposiciones mismas de la biología. 

También quedó en evidencia entonces la carencia de perspectiva histórica, en particular en quienes tenían oportunidades laborales o económicas de preservarse en sus casas y elegían no hacerlo, porque era más importante tomar una cerveza ostentado carcajadas audaces: no se pensaba en la fortuna de haber vivido una cuarentena en el siglo XXI y no en el medioevo, o incluso en 1950.

De ese modo, el periodo pandémico vio envejecer rápidamente a las precipitadas esperanzas de quienes creyeron que saldríamos mejores, postcapitalistas y sin otro camino que la solidaridad comunitaria. 

No está del todo claro cuál será la impronta con la que el campo que se asume nacional y popular enfrentará este escenario de individualismo, descreimiento y cinismo con buena prensa, que no casualmente derivó en la llegada del gritón que viva la libertad, carajo. 

El balance de la Década Ganada aún está en elaboración, y mucho más el gobierno de Alberto Fernández. 

En ambos casos, esas experiencias tendieron a caer en una trampa discursiva que pudo abonar la entronización del individualismo como casillero desde el que pensar la realidad. Si el principal prisma se coloca sobre la recuperación del consumo, el disparador tácito no se separa del salvataje individual. Mucho más ocurre con aquellas medidas para consagrar derechos liberales, que no son incompatibles con las demandas de clase, siempre que haya quien las articule. 

Pensar en cómo recuperar el sentido real del término “libertario”, o al menos restringir su enajenación a título gratuito, sería un buen comienzo para vislumbrar algo de agenda estratégica. 

De otro modo, se seguirá el camino de derrota nominal que se inició con la aceptación del nombre de “Revolución Libertadora” para una dictadura que no era ni lo uno, ni lo otro. O cuando, en tiempos más cercanos y vigentes, se consintió equiparar políticas económicas con instrumentos de encierro o tortura. Aplicados contra cuerpos argentinos, en episodios no siempre reconocidos, y nunca sobre el dinero que se evapora con cada mano de la timba en que rodamos.