Fractura expuesta: el sueño es pensar lo que se viene

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    Berni
    Pesadilla de los injustos (Berni, 1961)

Fractura expuesta: el sueño es pensar lo que se viene

30 Octubre 2025

Qué país. Estos ítems están organizados de lo general a lo particular, se nutren de conversaciones viejas y de la madrugada, de intercambios de largo aliento. El acto de la escritura se moviliza por sensaciones impávidas: contra el pavor que empuja hacia la muerte, la necesidad de recuperar fuerza exige volver a pensar y creer que se piensa en serio. El estruendo que vino de sopetón la noche del domingo obliga a darse vuelta y mirar, contra la tentación del aturdimiento depresivo, para enfrentar nuevamente el susto. El quiebre del presente, ya evidente para cualquiera, también admite pararse al lateral de los análisis electorales que vamos a leer estos días y borronear un manojo de hipótesis, aspectos de la misma, en el intento de especular por futuros vivibles. Ella partiría por lo siguiente:

1. Ver ganar a La Libertad Avanza fuerza el retorno a la pregunta por su para qué: este gobierno busca consolidar el quiebre de la estructura social argentina. Es decir, fragmentar (aún más) a las clases trabajadoras e intensificar la explotación del trabajo (más tiempo -por menos guita - en más de un lugar), constituir lo que ya corre cotidianamente: nuevos regímenes de precariedad basados en la japonización del trabajo formal. El desmantelamiento de mecanismos de ayuda social y la privatización de las redes de cuidado en pleno endeudamiento implica una transferencia y fuga de recursos hacia fracciones del capital a costa de engrosar –aún más– las filas de la informalidad y la exclusión que dominan a más de un tercio del país. Redoblan la apuesta por esa gran victoria del capital en el menemato. Ahora, conquistada la mayoría parlamentaria en el Congreso, el mileismo está un paso más cerca de imponer por ley esto que se ensaya en la Argentina de los últimos años, a partir de la reforma laboral y las desregulaciones en materia de seguridad social (sistema previsional, salud y educación). El momento del tratamiento de estas leyes va a ser una partida fundamental, estratégica: o impugnamos esta sobrevida inaguantable, o se consolida y oficializa. Y el gobierno se preparó de entrada para este momento: la antesala de garantizar el quiebre profundo en la estructura social argentina fue perseguir y desguazar al campo popular organizado, esa retaguardia estratégica de los movimientos que estuvo intentando –con mayor o menor éxito o esfuerzo dependiendo de cada caso– sostener los límites defensivos que colocan los derechos sociales otrora conquistados.

2. Este quiebre de la estructura social se enmarca en el intento de reorganización el modo de producción capitalista argentino. El saqueo de los recursos naturales (RIGI), los intentos de privatización de empresas, la apertura del mercado de importaciones y sobre todo la especulación cambiaria y financiera sostenida a base de un endeudamiento sin precedentes marcan el pulso de esa reorganización en favor de las fracciones de las clases dominantes financieras y extranjeras –ya lo demuestra Trump. Y va en desmedro, no sólo de la pequeña burguesía nacional, sino también de la fracción industrial del gran capital (1).

3. Los resultados electorales nos confrontan con la vergüenza de habernos comido la curva de nuestro propio deseo. ¿Qué es eso que ayer vimos como una fractura expuesta en el cuerpo social? La sensación que cruzó a más de uno fue la de habitar Argentinas paralelas, que no se tocan, el multiverso de ese spot viejo de Stolbizer y Alfonsín. Quisimos pensar que la posición ideológica del país iba a cambiar en dos años y es mucho más profundo el arraigo de la victoria de esta derecha lumpen, porque se sustenta en una radicalización autoritaria de larga data en la sociedad argentina (2). Radicalización autoritaria es un concepto que pretende marcar una disposición ideológica extendida y de larga duración: designa un proceso que da cuenta del carácter sistémico, transversal de una moralidad sacrificial y punitiva. “Autoritaria” es una subjetividad promovida por “formas culturales que inducen una violencia social de nuevo tipo” enmarcadas en la flexibilización laboral y la precariedad ya descrita, que instaura el nuevo modo de acumulación del capitalismo neoliberal (3). Es una subjetividad caracterizada por la rigidez extrema, la disposición a la sumisión a la autoridad y a la exacerbación de pulsiones agresivas, desde el ataque odiante hasta el intento de realización de múltiples formas de exclusión sobre un otro para consagrar una libertad asocial, se desliga de cualquier otro o incluso vuelta contra él. Agrava el problema pensar que la radicalización autoritaria es parte de la explicación de lo que pasa, porque implica la legitimación de la violencia económica, represiva y política, y el recrudecimiento de la explotación por parte de importantes sectores de la población. Entonces, ¿qué hacer si estamos ante un proceso tan prolongado, arraigado y extendido? ¿Qué anticuerpos construir? ¿Se puede?

4. Toda elección opera como radiografía político-ideológica de una sociedad en un momento dado. La fractura expuesta que desde ella se diagnostica no podrá ser tratada sin contrastar cómo interactúa el momento eleccionario con otras formas de realización de la democracia fundamentales, como lo es el derecho a la protesta. ¿Cómo podría agravarse el cuadro represivo de la movilización? El “protocolo antipiquetes” participa del concierto del asedio al campo popular de la mano con la judicialización y persecución, el ahogo presupuestario, la estigmatización, la llamada “batalla cultural”, la proscripción de la principal figura de la oposición (y el texto se actualiza con el paso de las horas, porque se confirma la condena a Guillermo Moreno por, justamente, una de sus acciones más radicalizadas). De la mano de esa radiografía de la sociedad hay que tomarle el pulso a nuestro movimiento popular: los piquetes se redujeron un 56% entre 2023 y 2024 (4). El dato por sí solo nunca habla, pero en el contexto que venimos tratando de desarmar, aparece como indicador del grado de cumplimiento de ese objetivo inicial de ordenamiento y disciplinamiento. Porque replegamos ante su ofensiva. ¿No va siendo hora de gestar, al menos, contra-ataques defensivos que sigan la pista de cómo se organiza la manifestación callejera en el resto de Latinoamérica? Chile, Perú y Colombia son algunos territorios a mirar. Queda pendiente pensar cómo condiciona este triunfo en las urnas a los procesos de movilización tan vulnerados en este tiempo.

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5. País que fue será. El resultado electoral del domingo instala en el cuerpo sensaciones de un tiempo más cercano: las que alojamos ese 2017 cuando las fuerzas del neoliberalismo también tuvieron 41% de adhesión, y aún así dos meses más tarde demostramos la fuerza de voluntad popular contra la reforma previsional macrista. Esa fecha, caprichosa y fascinante, revive en los números. Hoy los votos absolutos, en comparación, indican que oficialismo y oposición cosecharon un acumulado mayor que aquél entonces aún con menor participación en los comicios. No es un comentario entusiasmado, porque todavía no entendemos la dimensión de la derrota. En nuestros cuerpos, ahí y ahora, registramos que el voto no es fuerza social en movimiento. Y que hoy partimos de mucho más atrás, porque habitamos el déjà vu permanente de una época que no vivimos, pero que sí podemos ver. Armar una estrategia para salir del pozo nos hace girar la cabeza hacia los largos años ‘90 (momento de imposición de una hegemonía menemista, pero no exento de luchas, acumulados o conquistas), aunque hoy su modus operandi esté al desnudo, descarnado, desprovisto del hedonismo que lo supo caracterizar.

6. Las condiciones objetivas para resistir se registran en los grados de unidad (cohesión), fuerza (disposición subjetiva) y legitimidad (capacidad de representación) de las organizaciones de nuestro campo popular. No se puede dudar de que todas ellas hoy están laceradas, disminuidas si recordamos ese diciembre donde nos animamos a intentar fraguar la reforma previsional macrista. El campo popular sufrió un fuerte proceso de desacumulación, y su expresión electoral –diversa y dispersa– es lo de menos. Sigue pendiente dimensionar el impacto del gobierno del FDT sobre la fuerza social, como momento donde se cristaliza la derrota –de más largo aliento– que habilita lo que venimos describiendo en estas páginas. Porque urge, ante todo, recomponerse: volver a tejer eso que quedó deshilachado para volver a creer que la lucha social es vía efectiva de transformaciones y conquistas.

7. Al menos tres autocríticas son fundamentales.

Nos despotenció esa ideología pragmática que, tan vieja como esta democracia alfonsinista –denunciaba oportunamente Rozitchner–, se intensificó con la funcionalización del movimiento popular durante el gobierno de Alberto Fernández. Esa resaca institucionalista no se nos va más: la lógica de la especulación instrumentalista, el poroteo parlamentario y el pragmatismo con el cual quisimos explicarle a una porción del electorado las conveniencias de su voto desde un sistema D’Hont incomprensible vacían de contenido la democracia y la atacan desde dentro. Nuestro cuadrante necesita restituir un piso de convicciones mínimas como guía de la acción política.

Nos jugó en contra la obsesión estado-céntrica que domina nuestro discurso para explicarle al mundo qué proyecto de futuro estamos ocultando (o augurando) detrás suyo. El Estado es territorio de disputas, es un espacio y no un agente (5). Pensar al Estado nos implica en la crítica de su fetichización, por más que la defensa de las estructuras conquistadas para la garantía de derechos sea una partida fundamental para proyectar futuros vivibles en este régimen.

Nos deslegitima una autocrítica que sea arma del sectarismo. La interna opositora, guste más o guste menos, eligió como vía de resolución las urnas, pero no es ella quien dirime esta historia. Capaz sí para quienes sólo le prestan atención en años impares. Pero quien escribe cree que hay que recuperar –certeza– la potencia de la planta baja de la política. Por lo cual este punto corta acá: miles van a ser las lecturas al respecto y van delimitando sus posibles agrupamientos. Temas de esta discusión: porcentajes, provincias, desdoblamientos, figuras, renovaciones, intendentes, etc.

8. Este cuadro de precariedad de la vida no va a hacer más que agravarse ante un Congreso con mayoría oficialista, un Palacio que le da la espalda a lo que ocurre a sus puertas y que sufrirá menos que hasta ahora el descrédito del Ejecutivo. El domingo se aceitaron los resortes del Estado argentino. Aún así, hay tareas para recuperar el bello brillo de la expectativa: poner a conspirar esto quebrado, y disputar otra correlación de fuerzas para el contra-ataque. Recomponer una fuerza que no tenga miedo de dar miedo. Aún si hoy parece imposible. Las convicciones, más que manojo de sueños, motorizan planes para operacionalizar nuestras utopías. Nos calibran la brújula hacia un proyecto de país que, para existir, requiere al menos de reformas que redistribuyan radicalmente la riqueza y reorganicen el trabajo en Argentina –tierra, techo, trabajo, salud, educación–, de la defensa de la soberanía nacional y el ambiente ante esta crisis climática terminal, y la lista es larga. Ese proyecto construible de país se actualiza conforme la Argentina es, a cada hora que pasa, más vaciada, saqueada y amenazada. Sigue respirando en los canales subterráneos de la historia. Pero no se va a realizar sin recuperar las grandes preguntas, la sed de hazaña transformadora, el espacio de encuentro como clave de conjuro, el registro en el cuerpo de la firme convicción en que seguimos portando la capacidad de cambiarlo todo de raíz. Es menester lanzarse nuevamente a su búsqueda.

*Portada: Pesadilla de los injustos (La conspiración del mundo de Juanito Laguna trastorna el sueño de los injustos). Berni, 1961. 

1. Indica el buen amigo Estanislao Campos que para los sectores del capital afectados, “el RIGI no termina de ser una garantía rentable para invertir en la Argentina y la política económica de este gobierno (ej: tipo de cambio) los viene perjudicando más allá del RIGI o no RIGI. Uno de los objetivos del gobierno es que el RIGI sea el modelo estable que permita inversiones directas en la Argentina, pero ese objetivo está en tensión permanente con la política gubernamental de mantener el peso valuado para realizar un ancla en la inflación. Al menos hasta las reformas laborales/una devaluación considerable, esta tensión va a seguir subyacente al modelo de gobierno de Milei”.

2. ¿Cuándo arranca ese proceso de radicalización? Su temporización, pendiente, la sociología la viene discutiendo hace años. Quizás la radicalización pueda situarse en la “unificación gorila” que impulsa el conflicto con el agro de la 125. Hay un quiebre desde las movilizaciones contra la inseguridad, el 5N, en los linchamientos de 2012 y el auge del gatillo fácil, la estigmatización de la pobreza, la xenofobia, la persecución a los movimientos sociales y la represión de la protesta social. Son procesos sin-lugar-a-dudas concentrados y catalizados por los efectos de la pandemia sobre la vida social y la imposibilidad de generar transformaciones progresivas en la redistribución del ingreso durante los últimos 15 años en nuestro país.

3. Como dicen Micaela Cuesta y María Stegmayer en “La subjetividad contemporánea: elementos para la crítica de las ideologías autoritarias”, texto que nutre la hipótesis de la radicalización autoritaria de largo aliento.

4. “Entre diciembre del ´23 y octubre del ‘24 “se realizaron 1.467 manifestaciones. De ese total, 1.129 no afectaron la circulación. Cuando lo hicieron por la cantidad de personas o por las características de la manifestación, con antelación el Gobierno porteño se encargó de ordenar y asegurar el tránsito en la zona. En la mayoría de los casos, las protestas fueron anunciadas con antelación a las autoridades”. Infobae, 15-12-2024."Derrota piquetera en la Ciudad de Buenos Aires: las marchas bajaron a la mitad y en el 77% no se cortó el tránsito".

5. Y el rol del Estado en la dominación no es estanco ni internamente coherente: base de la dominación –en tanto reaseguro del proceso de acumulación–, también puede serlo de su propia transformación o la de las condiciones de vida de un pueblo. Mientras fueron condición de posibilidad las grietas intersticiales en la tradición de la dominación para el ciclo de gobiernos progresistas, esto que vivimos ahora es anverso de lo mismo: el mileismo aprovecha esta variabilidad del Estado para intervenirlo y “desarmar” sus capacidades desde la privatización del “monopolio de lo común”. Sobre esto ver “El concepto de Estado en Marx: Lo común por monopolios” de García Linera. La conferencia que dio en el CCC va en la misma sintonía.