Feliz Daño Nuevo

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    Luis Caputo-Javier Milei
    (Foto: Facebook Javier Milei)
Crónicas del abismo

Feliz Daño Nuevo

30 Diciembre 2025

El gobierno de Javier Milei se apresta a iniciar su tercer año calendario sin haber sufrido mayores turbulencias que las del mes posterior al porrazo electoral en la provincia de Buenos Aires. Tranquilizó las aguas con lo justo, merced a la intervención norteamericana en la previa de los comicios nacionales de octubre y el triunfo que consiguió en ellos. 

Que su único momento aciago se haya producido en torno a las elecciones de medio término marca la carencia de músculo por parte de toda forma de oposición, desde las bases hasta las cúpulas, en lo partidario y también en lo inorgánico. Durante el año, la tarea opositora pivoteó sobre las denuncias de corrupción minorista y la sanción de leyes que el Gobierno dispuso que no aplicaría. 

Ambos enviones perdieron impulso tan pronto como el oficialismo demostró tener controlada la bomba electoral. Los chistes sobre el 3% pasaron de moda y la mayoría parlamentaria construida en defensa de las personas con discapacidad y la educación universitaria se resquebrajó, devolviendo al Congreso la docilidad previamente dominante. Por fuera de las vías institucionales que las canalizan, pero también encorsetan, la única acción política reciente de envergadura fue la movilización de las centrales obreras contra el intento de cercenamiento de derechos que el Gobierno cataloga como “modernización laboral”. 

El elenco estable, en cambio, redobló sus bríos disruptivos. Desoyó la sanción de leyes y los fallos judiciales adversos, en una práctica grave contra las instituciones republicanas que antes desvelaba a la oposición liberal. 

También logró aprobar el presupuesto, previo reparto federal de treinta monedas, aunque no consiguió derogar las leyes votadas meses antes como reparación de sectores castigados. Acaso exagerando la magnitud del espaldarazo electoral, acercó en estas semanas el gesto de mayor osadía oficial en las últimas décadas: el enfrentamiento con la AFA, campeona vigente de América y del mundo. Esa historia está por resolverse, con el Mundial 2026 en el horizonte. Victoria o derrota en ese terreno serán pesadas. De cualquier modo, si se comprobase un error, sería no forzado. 

Independientemente de los resultados coyunturales que dibujen el curso de la experiencia anarcocapitalista, el día después será difícil. Lo que quedará será una Argentina quebrada, económica y socialmente, con escasos recursos con los que reconstruir una sociedad a la que dos ciclos neoliberales les prometieron en la última década futuros de idílica prosperidad. 

El andamiaje institucional quedará seriamente lesionado, con los poderes electivos revestidos de un enorme desprestigio, como atestigua la participación a la baja en los comicios. El Poder Judicial, con sus honrosas excepciones, ha aceptado sin pudores una actitud parcial que ya ni siquiera trata de disimularse con poses o elegancia. Las argucias forzadas para aplicar condenas a opositores y sobreseimientos a oficialistas van asemejando su recepción a la de los árbitros de fútbol, celebrados o repudiados por la dirección de sus fallos, y no por su justicia. Ese esquema, agravado por vínculos ostensibles como los del episodio de Lago Escondido, no pueden mejorar la legitimidad. 

Como situación excepcional que fue, la pandemia dejó muestras gratis de los límites de la acción pública cuando la población, por las razones que sea, deja de confiar en ella. No existe sistema lo bastante robusto como para organizar a millones de personas que no lo consientan. Del bienio pandémico no salimos mejores, sino mucho peores, y aunque fue eludida una tragedia como la registrada en otros países, el periodo anticipó algunos rasgos novedosos de la nueva época: la volatilidad espasmódica, el individualismo, una idea mezquina de libertad, la irresponsabilidad mediática, las teorías conspirativas y la ilusión de que el sesgo de confirmación pueda prevalecer a gusto sobre una realidad biológica. El gobierno de Alberto Fernández no contribuyó a mejorar el escenario, más allá de que sus medidas de contención social y prevención sanitaria evitaron un desastre.   

Uno de los grandes interrogantes para el día posterior al fin de este experimento será cómo puede hacer la política, entendida en su sentido más amplio, para reparar los puentes de una organización colectiva, comunitaria y social. No podrá conseguirlo sin restaurar la confianza, palabra que últimamente sólo se asocia a los intereses económicos de los que se espera algún gesto de amor. 

Una forma de reparar la visión del Pueblo sobre sus formas de organización debería ser la recuperación del rol que pueden tener como herramienta transformadora, que sean visibles como una posibilidad de bienestar presente y crecimiento futuro para todos. Por ahora, es una cuenta pendiente.