Felipe Amatray: el “fusilado que vivió” y que fue olvidado, por Daniel Brión

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Felipe Amatray: el “fusilado que vivió” y que fue olvidado, por Daniel Brión

20 Julio 2022

Por Daniel Brión

Esta es la historia que la historia parece haber olvidado, la de un compañero militante que intervino activamente en el Movimiento de Recuperación Nacional del General Valle el 9 de junio de 1956, y los hechos sucedidos en el Automóvil Club Argentino.

Muy pocos lo hemos recordado entre ellos están también Enrique Arrosagaray y Alejandra Dandan. Para el resto ha pasado efímero y circunstancial, olvidado.

Esta es la historia del fusilado que vive, falleció el 15 de marzo de 2015 (rondaba más de 95 años). Desde entonces, cuando fue acribillado por las balas de la Policía Federal, vivió con una pierna ortopédica (muy esencial, no tenía dinero para una mejor).

Lo conocí en su vivienda –un humilde departamento de planta baja en los monoblocks de Claypole-, cada vez que se lo invitaba a concurrir a algún acto de recordación u homenaje jamás aceptó que se le envíe un remis o taxi, solía responder con toda naturalidad “gracias pero no hace falta, voy en colectivo" y se tomaba uno, dos y a veces tres colectivos para llegar por sus propios medios.

Veamos entonces –una manera de visibilizarlo y empoderarlo- cómo sucedió para que fuera ese fusilado que vive, entendiendo -también en este caso- por “fusilado” a quienes fueron asesinados por las balas de la policía –como en el caso del basural de José León Suárez- acto represivo en el que se utilizó al narrarlo el término “el fusilado que vive” para Juan Carlos Livraga. 

La misión era tomar el lugar para acceder al equipo de transmisión existente en el A.C.A., sobre la Av. Del Libertador, en la zona de Palermo para, desde allí, y por su gran alcance transmitir la "Proclama Revolucionaria".

El grupo de apoyo que debía acompañarlo estaba compuesto de, aproximadamente, quince personas: Miguel Ángel Mauriño - Consejero Escolar, Concejal, Periodista, Jefe de Ventas en Ducilo, voluntario para levantar las cosechas en Cnl. Pringles -junto al Equipo Auxiliar del Agro Evita- estaba a cargo de las tareas y formaba parte de la dirección del Comando L 113. Los otros miembros de ese comando estaban a la espera de ser armados en la Confitería Colón, justo frente a la estación Quilmes, para sumarse al movimiento, Mauriño también coordinaba las acciones de otros tres grupos, estos comandos no se conocían entre sí para evitar ser relacionados en caso de que uno de ellos cayera detenido.

El Comando más cercano a Mauriño, se denominada “Comando L 113”, él le prometió a Andrés Vaquero, con quién se encontró en la confitería, que luego le contaría el porqué del nombre elegido, nunca pudo hacerlo, la muerte lo sorprendió antes.

Cuarenta y nueve años después, fui invitado a compartir un asado con la Comisión Directiva, jugadores, técnico y algunos hinchas de la Asociación Deportiva Berazategui, previo a la iniciación del Campeonato 2005. En charla con uno de los allegados a la Comisión Directiva, comenzamos a conversar sobre la resistencia peronista, sobre aquella hermosa época de la “Capital Nacional del Vidrio”, del General Perón, más tarde uno de los focos de la resistencia; y en esos momentos -al comentarle que en la búsqueda histórica para escribir mi libro "El Presidente Duerme"- había podido reconstruir el banderín del “Comando L-113” de Mauriño, lamentándome de no haber logrado desentrañar el porqué del nombre elegido, a Luis Ojeda, tal el nombre del compañero a que hago referencia, de casi unos ochenta años –por entonces- se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo:

“Brión, quiere saber por qué se llamó así el Comando L-113, pues porque se reunían en la calle Lamadrid N° 113 para preparar la revolución de Valle. Lo sé pues porque yo fui parte del comando y compañero de Mauriño mientras preparábamos todo: Tuve la suerte de no morir en esas jornadas, y poder luego ser miembro de aquella resistencia peronista que tanto lucho, por mi casa pasaron “el gordo Cooke”, y tantos otros durante aquellos años de persecución y proscripción”.

De los 15 que debían llegar sólo llegaron 4:

- Miguel Ángel Mauriño, iba armado y en la cintura tenía bombas de nitroglicerina;

- Felipe Amatray, con un fusil;

- Boggio (que vestía un traje negro, chalina blanca) llevaba un estuche de violín donde escondía una pistola ametralladora y

- Petray con otra pistola ametralladora.

Igualmente intentaron cumplir con su misión y a la hora señalada iniciaron las acciones.

El resto del Comando, permanecería en la confitería a la espera de las armas que les traerían de la base aérea conocida como IMPA para, con ellas, sumarse al levantamiento. Esas armas nunca les llegaron.

Por su parte, Don Felipe Amatray, recordaba: “Estaba en el grupo de Mauriño, yo soy peronista desde siempre, aunque nunca hable de política, era personal civil en aeronáutica, me inicié en marina, pero en 1943 pasé al Hospital Aeronáutico, porque un compañero que era personal civil allí, me dijo: 'che, dejate de joder, porque no venís con nosotros que es mejor, recién se inicia y allí donde estás vas a envejecer y vas a seguir siendo empleado común, venite con nosotros que no vas a tener que pararte y hacer la veña a los milicos', porque allí estaban los militares retirados, a quienes ponían en las oficinas"

Yo nací en Tandil, continuaba Amatray, en esa época me gustaba mucho la milonga, un compañero, Petray, que estaba en la farmacia del hospital me dice, ¿porque no te venís un día a hablar con los muchachos?.

Así cada vez que se llamaba a reunión allí estaba yo, porque si había que acompañar yo me anotaba, aunque me gustara la milonga le ponía el cuero a la causa nacional”.

Continúa recordando:

“Andrés Petray era conocido de Mauriño y era delegado del personal civil del Hospital Aeronáutico, justo donde estábamos nosotros.

Me dice; che querés venir, tenemos una reunión así y así...

En ese tiempo había dos mujeres, que venían a las reuniones, Pilar y Haydee (vivían en Devoto), después de la revolución yo pude comprobar que ellas, tenían importancia, que no eran peronistas y venían sólo para espiar, porque tiempo más tarde estaban acomodadas por la Libertadora, con un local en Vicente López.

Las reuniones las hacíamos en una confitería grande por la calle Medrano, en Flores; algunas en un bar –donde nos encontrábamos con Framini, Tolosa y varios compañeros–; y otras en un hotel que estaba por la Av. Callao... esas reuniones del hotel eran para juntar a la gente del interior que se reunía para apoyar al movimiento.

Boggio (que tenía una fábrica de zapa tos en Campichuelo) al que se le murió el pibe cuando estaba en cana en Las Heras, tenía a su cargo organizarlas.

También estuve a punto de intervenir junto a los compañeros de Florida, pero por diversos motivos al final no fui a ese objetivo”.

Los tiros no duelen mucho

Cuando Mauriño llegó al A.C.A. la División Montada de la Policía Federal ya lo estaba esperando, y lo recibieron con fuego cruzado.

“¡No tiren, que es una revolución del Pueblo!!”, les gritó, mientras trataba de subir las escaleras del edificio, a oscuras, eran casi las 23... Pero le tiraron sin compasión, acribillándolo e hiriéndolo de gravedad.

En la confusión de una madrugada tanto Amatray como Boggio logran escapar, luego serían detenidos.

Mauriño, trasladado al Hospital Fernández, sería operado, amputándole las dos piernas y un brazo. Continuaba con vida. Pese a su estado es sometido a intenso interrogatorio y torturas para que delate al resto de los integrantes, sus únicas respuestas fueron:

“¡Viva la Patria! ¡Viva la Revolución!”

A partir de ese momento la atención dejó de ser lo intensa que debía, la “revolución libertadora” mostraba nuevamente su rostro y el 13 de Junio de 1956 moría en el Hospital Fernández Miguel Ángel Mauriño

Su figura siempre será recordada con la simpleza del epígrafe que, junto a una caricatura en el Boletín interno de Ducilo, le dedicaron sus compañeros en septiembre de 1947, y que lo refleja en todo su espíritu:

Orador de barricada

dirigente y periodista.

¿para qué seguir la

lista? Su vida ya

está contada.

Amatray, como ya relaté, resultó herido en sus piernas, Boggio también es herido y Petray logra escapar saltando unas paredes vecinas.

Agrega Amatray:

“Giusiani se llamaba el que nos “reventó” a nosotros, era delegado de aeronáutica y ese es el que contó todo, lo habían agarrado esa misma noche, era personal civil de aeronáutica. A Giusiani, después, la libertadora le dio una agencia de autos, o algo así, en Vicente López.”

De allí los trasladan a la Comisaría 21 donde son sometidos a intenso interrogatorio. Una comisión del ejército se presentó en la Comisaría y quiso levantar a los que se habían llevado, obvio para asesinarlos, pero ante la oposición del Comisario -que no quería perder el “mérito” de haberlos atrapado- debieron retirarse y dejarlos, eso les salvó milagrosamente la vida a Boggio y Amatray –quién quedaría lisiado por el resto de su vida a causa de las heridas de bala recibidas en sus piernas- la pierna izquierda se la amputaron hasta la rodilla…se convierte así –indudablemente- en el fusilado que vive.

Fusilado, ametrallado, por su participación consiente y activa en el Movimiento de Recuperación Nacional del 9 de Junio de 1956, no se encontraba allí por casualidad y sin saber que sucedería.

Amatray, que ya había perdido su pierna derecha por los disparos recibidos, es llevado, así como estaba, desde la Comisaría 21 a Caseros, lo mantienen sin atención médica por una semana, hasta que lo sacan y lo llevan a Palomar, donde le toman declaraciones “los milicos”, como dice él mismo.

Las curaciones en la pierna se comenzaron a hacer más de una semana después, por un médico que concurría a la celda y allí lo atendía. La pierna ya la había perdido en el Automóvil Club, aquella misma noche.

Nota final

 

 

Juan Carlos Livraga, un caso totalmente diferente al del compañero Amatray, el mismo Livraga relataba entonces: “Cómo voy a olvidarme de ese día, si fue el peor que pasé. Soy de las personas que cumplen, y más a una mujer. Esa cita me había costado por bastante tiempo, hasta que conseguí que me aceptara. Era ir a bailar a la hostería de Munro. A mí me gustaba el baile, decían que bailaba bastante bien el bolero. En ese tiempo, era primero bailar con la madre y después con la hija. Salgo de mi casa ya recuperado del dolor de estómago. Ella me esperaba cerca de las 11. Cruzo el Charco, que era una calle que siempre se inundaba, y en ese momento siento un silbido. Me doy vuelta: era Vicente Rodríguez. Me dice: Carlitos, ¿a dónde vas? Le conté lo que pasaba. No vayas a la oficina que no hay nadie, venite con nosotros. La oficina era la hostería. Esa noche pasaban la pelea de Lausse y Loayza. Y dije: Bueno, me voy a quedar un rato”.

El resto es historia conocida, de su relato de los hechos surge la errónea idea sobre que el grupo de Florida no estaba comprometido con el Movimiento de Recuperación Nacional, que estaban desarmados y que sólo jugaban a las cartas y escuchaban la pelea.

Este muchachito –colectivero-, luego sobrevivir a los disparos en el basural, es finalmente detenido en Olmos, con 15 kilos menos, logró recuperarse y contrató a un abogado, de 32 años: el doctor Máximo von Kotsch. Militante de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), cercano a Arturo Frondizi, antes de que fuera Presidente. Hacia diciembre del ‘56, el abogado reunió a Livraga y Walsh –informa Rodolfo Cabral, presidente de la Comisión de Estudios Históricos de Berazategui–. Kotsch no le cobró un peso.

A comienzos de los 60 - presidencia de Frondizi- decidió exiliarse en los Estados Unidos, donde comenzó a trabajar en el consulado; tres meses más tarde obtuvo la residencia legal para radicarse allí, donde vive desde hace décadas.

El 23 de marzo de 2007, el presidente Néstor Kirchner lo invitó a concurrir a un homenaje, haciéndose cargo de todos los gastos, por supuesto. Así recibió a Juan Carlos Livraga, quién no dudo en decir: “Tuve muchas operaciones, consecuencia de lo que viví durante tanto tiempo. Kirchner ordenó que se haga todo lo que hiciera falta para que yo tenga un resarcimiento económico, porque yo llevo gastados muchos dólares”. También contó que en Estados Unidos no conocían su historia, y que se hizo ciudadano americano (¿norteamericano será?) en 1979 y que está muy agradecido a ese país.

Livraga insistió siempre con su erróneo relato, a pesar de los años transcurridos, e incluso en oportunidad de su visita también confrontó a Walsh diciendo: "Con Walsh tuvimos muchas desavenencias. Yo tengo mi propia historia, basada en lo que viví. A él contar la historia le costó la vida, pero gracias a mi pudo hacer lo que hizo, porque si yo me callaba la boca, en la Argentina se hubiese ocultado todo y hubiera sido la historia de los militares y no de las víctimas".

Cabe destacar que Livraga cobró dicha reparación económica, equivalente a la establecida para las familias de los asesinados y fusilados en junio de 1956.

Amatray siguió viviendo en los monoblocks de Claypole y viajando en colectivo, orgulloso de su militancia y de haber actuado en defensa de la soberanía popular y la vigencia de la Constitución Nacional, nunca presentó reclamo alguno.