El árbol, el bosque y la próxima primavera

  • Imagen
    Ricardo Carpani 1993
    Carpani, más que Manet.
Crónicas del abismo

El árbol, el bosque y la próxima primavera

19 Agosto 2025

Cíclica y tácitamente, las agendas pública y publicada vuelven a interrogarnos acerca de la importancia real de casos como el de la criptomoneda, o cualquier otro que gire sobre el eje de la corrupción, conductas aledañas o sospechadas de tales.

El punto no es engordar la vista ante esa clase de hechos, ni mucho menos restarles importancia. Más bien pasa por evaluar el dispendio de esfuerzos dados a la vocación de conmover a la opinión pública. La trampa sólo es redituable a mediano o largo plazo para quienes no dejan dedos marcados, que son también aquellos que más ganan mientras tanto. Una cosa es que de trate de hechos que reclamen ser narrados periodísticamente, por su mera existencia o sus consecuencias políticas; otra, que con ellos se extravíe la jerarquía de perjuicios al interés colectivo.

Tampoco es verosímil aguardar respuestas institucionales, al menos entre las togas. Tras las históricas conquistas de los organismos de derechos humanos, la Justicia volvió al cauce histórico que en 1957 llevó a Rodolfo Walsh a renunciar a toda expectativa en ella. También en materia de corrupción, el repudio honestista es selectivo. Peor: se penan con rapidez delitos imaginarios, mientras duermen en cajones denuncias con sustancia.

Pero incluso más allá de esa orfandad de la idea de justicia, conviene evitar que el centro merecido por el actual programa económico y sus consecuencias se diluya en la discusión por distracciones como:

  • las mencionadas denuncias sobre hechos a los que se consiente circunscribir el concepto de “corrupción”, asociándola a delitos menores en comparación con la entrega de capital colectivo y las transferencias regresivas de recursos;
  • el incompresible grado de atención en las internas oficialistas; o
  • la gestualidad presidencial y del elenco estable, incluyendo una nacionalidad culposa que por estos días llegó a postrar la conmemoración del general José de San Martín ante un saludo de vivas al rey de España.

Son síntomas, consecuencias o trazos que identifican una época aún inverosímil. Pero ni cerca están de ser los aspectos que la definen en su esencia.

En un país cuyos capitales oscilan sus intereses en un péndulo cada vez más extremo a derecha, abonar -por omisión o extravío de las jerarquías temáticas- la idea de que el problema no es el modelo sino las formas podría ser el camino para asegurarse nuevos dolores de cabeza. Un programa económico como el actual, sin criptogate ni fentanilo fatal, sería igual de agresivo para las mayorías.

Además, el futuro siempre llega, y requerirá respuestas que no pueden debatirse si el foco está posado en la honestidad de superficie. Cuando el experimento actual concluya, la reversión será sumamente dificultosa y estará plagada de bombas de tiempo. Los riesgos de nuevas frustraciones serán elevados, y la experiencia argentina posterior a 1955 indica que ningún programa de reconstrucción consiguió alcanzar como techo los pisos previos al anterior ciclo de expoliación.

Volcados sobre un papel o un gráfico, los números permiten vislumbrar causas probables de la apatía popular. El último de los informes mensuales que sobre el empleo asalariado formal elabora el Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la Universidad de Buenos Aires consigna que en julio se amortiguó la destrucción de puestos de trabajo, pero los ingresos perdieron otro medio punto.

Si la mirada temporal se amplía, lo descubierto es un desplome salarial que excede incluso a la impiadosa acción de la motosierra. El salario mínimo vital y móvil perdió un 32% de su valor real entre el último mes completo del gobierno del Frente de Todos y julio de este año. Pero desde el pico máximo de la serie, en septiembre de 2011, cayó un 62% en términos reales. Desde hace varios meses es peor al de 2001, lo que tal vez contribuya a explicar las razones por las que la apatía política es mayor que entonces, con el ausentismo reemplazando al voto en blanco.

Imagen
Salario Mínimo Vital y Móvil serie 1991-2025
Gráfico: elaboración IIEP-UBA.

Los salarios del sector privado formal también soportaron una merma notable en la última década: desde que tocaron el máximo, en mayo de 2013, su valor real disminuyó en un 17,6%.  

Imagen
Salarios empleo formal sector privado. Serie 2015-2025
Gráfico: elaboración IIEP-UBA.

Después de esa fecha llegó la claudicante devaluación de 2014, y el cierre del ciclo de gobiernos kirchneristas. Desde el arribo de Mauricio Macri, la caída salarial sólo estuvo amortiguada por rebotes modestos, meras interferencias en una pendiente a la baja. El gobierno de Alberto Fernández creó trabajo, siguiendo la definición peronista sobre qué es gobernar, pero no observó que correlativamente a ello debe darse la redistribución. El enorme condicionamiento de la deuda contraída por su predecesor, que Fernández no supo o quiso resolver, dejó el campo propicio para la extravagante decisión que la mayoría del electorado tomó a fines de 2023.

Muy por encima de las sospechas de delitos, e incluso sobre las disputas internas de la Fuerza Patria, asoma la necesidad de tener presente todo lo que -no precisamente por lo que habitualmente se entiende por corrupción- ha quedado en el camino de esta Década Perdida. La misión será tan irrenunciable como difícil, porque los años kirchneristas no han estado exentos del irreal positivismo del mundo unipolar en crisis, que confundió progreso colectivo con consumo individual.  

El enorme desafío estará en derrotar los antecedentes de los últimos setenta años, en los que ninguna primavera consiguió repoblar el bienestar de las mayorías con todas las flores marchitas por el invierno anterior. Aquel que, una y otra vez, nos obligan a pasar.