El macrismo no tiene plan B: ¿pero hay plan A?

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El macrismo no tiene plan B: ¿pero hay plan A?

15 Marzo 2016

 

Por Camilo Vaca Narvaja

El último domingo el Presidente de la Nación nos informó a los argentinos que su gobierno no tiene “plan B”. Sin duda una afirmación que debería causarnos conmoción: la exhibición de debilidad política de Macri es impensada para un presidente que apenas cumple 100 días en su función. Además, a esta altura de las cosas, ya debería haber aprendido que es presidente, y todo lo que dice tiene impacto en el posicionamiento de los actores políticos y económicos. Pruebas al canto: el descontrol inflacionario al que nos somete el gobierno comenzó con declaraciones del Presidente y sus ministros respecto a la necesidad de una devaluación. Dicho sea de paso, la profunda devaluación que ejecutó Macri también se está descontrolando. En definitiva, verbalizar que no tiene plan B lo ubica en un lugar de sumisión frente a los acreedores recalcitrantes de Argentina. ¿Quién podrá defendernos si nuestro Presidente solo imagina un plan de obediencia y sometimiento?

El problema es que no hay Plan A. Nadie puede creer que arrodillarse ante los acreedores externos es un plan económico. Ni que a partir del acatamiento irrestricto de los dictados del mercado lloverán dólares. La historia siempre nos deja alguna lección, aunque a veces demasiado dolorosa. El mismo discurso de “esto o el abismo” se planteó numerosas veces durante el gobierno de Menem. Mas claro aún fue dicho planteo de lo “indispensable” durante el gobierno de De la Rúa. El presidente buscó el “investment grade” porque así llegarían “los dólares” (siempre los dólares). Finalmente De la Rua se regocijó por televisión de lo lindo que es “dar buenas noticias”, anunció con bombos y platillos del Megacanje y el Blindaje. Los bancos cobraron su platita, y el pueblo argentino con la ñata contra el vidrio mirando el helicóptero cobarde despegar mientras era ferozmente reprimido en las calles.

Después de esta operación sucederá algo parecido. Se emitirá deuda para pagar los “acuerdos” en efectivo, los buitres cobrarán, sus abogados también, se repartirán suculentas comisiones y en la Argentina todo seguirá igual. Inflación, despidos, paritarias inconclusas. Hemos entrado en un régimen de angustia laboral, desconocido los últimos 12 años. Porque no hay Plan A. Nadie nos dice cual va a ser el perfil industrial, cómo se reforzará el mercado interno ante la situación global, cuáles serán las alianzas internacionales para crear puestos de trabajo.

Nos dice el gobierno que después del arreglo vendrán “los dólares”. Preguntemos que paso con las liquidaciones de exportaciones agropecuarias. Les sacaron las retenciones, les regalaron una fortísima devaluación, les generaron confianza… pero no les alcanzó. Ni de cerca se produjeron los ingresos de divisas que fantaseó el ministro Prat-Gay por televisión, mientras nos invitaba a comer dos pizzas menos para pagar los aumentos de luz.

Lo que si es seguro es que volverán a enarbolar la idea que en Argentina las provincias son inviables. Ya lo expresó públicamente de alguna forma el ministro Prat-Gay al dirigirse peyorativamente a los líderes provinciales, y hasta se animó a señalar la inconveniencia de que aparezcan estos “desconocidos” por la Capital a querer ocuparse de la Argentina. El macrismo busca instalar una falsa idea de “eficiencia” para obligar a las provincias a pagar mayoritariamente el costo del ajuste una vez que haya conseguido fondos para flotar. Y ese será el momento en que aplicará por si, o a través del sistema (FMI o las calificadoras de riesgo), condicionalidades a las provincias para otorgarles fondos. Si hubiere obra pública a partir de la deuda (cosa improbable dado el déficit) se gestionará desde el Gobierno Nacional, mientras se presentará a nuestras provincias como inviables.

Existe un consenso en que nadie se atreverá a afirmar que el 93% que acordó de buena fe con la Argentina no reclamará condiciones similares a las del nuevo “acuerdo”. Además, de convertirse en Ley, se fortalecerá la posición de los eventuales demandantes lo cual convertirá en corresponsables a quienes voten a favor del pago en efectivo. De ocurrir esto la deuda global de Argentina podría multiplicarse por 4 o por 5 como por arte de magia (créanme: no será magia). A las claras cada “acuerdo de cancelación” es a la medida del acreedor y no a la medida de nuestro país.

Macri se quejó varias veces respecto al rol de los militantes dentro del Estado. El también llenó al Estado de militantes: los militantes del endeudamiento. No hay que olvidar que una de las caras visibles del megacanje y el blindaje es quien fuera puesto por el nuevo gobierno al frente del Banco Central. Federico Sturzenegger aún hoy se encuentra con procesamiento penal confirmado por aquellas espantosas operaciones junto con su ex jefe Domingo Cavallo. Prat-Gay, Melconián, Szewach son también militantes orgullosos de la causa de la deuda y el mercado.

El Presidente apela a la mas baja de las tácticas, busca generar miedo en la población. Genera miedo para hacer pasar una ley intragable, que provocará muchos más problemas y litigiosidad de la que se pretende solucionar. Plantea Macri un falso dilema cuando propone que o nos entregamos a un pésimo acuerdo o viene el lobo feroz.
El país pudo vivir 12 años sin claudicar ante los buitres y sus condiciones. Doce años sin hiperinflación ni ajustes! Cuidado con un pésimo arreglo, no sea cosa que detrás de la paz con los buitres venga de todas formas el ajuste, el desempleo, la recesión y finalmente la hiperinflación.
El Gobierno no tiene Plan B, ni C ni D, y por lo visto ninguno… Ni siquiera tiene Plan A.