Carta de un docente: "¿Qué tienen Macri en la cabeza?"

  • Imagen

Carta de un docente: "¿Qué tienen Macri en la cabeza?"

29 Septiembre 2018

Por Diego Molinas

La pregunta sobre qué tienen los pobres en la cabeza tiene elucubraciones extensas. Antes de arrancar cualquier reflexión en relación a los ricos es importante trazar un eje básico y constatado en la realidad que nos impone la coyuntura: los ricos no tienen corazón.

En el día de hoy, uno que ostenta ser rico nos comunicaba por cadena nacional que la pobreza superó el 27%, ¿Cuántos pibes hoy se van a dormir con hambre? ¿Cuántas horas más tendrá que cartonear mañana el padre de mi alumno para hacer el milagro del guiso de mañana a la noche? ¿Cuánto dolor encierra esa maldita cifra?

No se le cayó una lágrima a quien anuncio el aumento exponencial del dolor, no le tembló la voz, no fue ni el día, ni el discurso más importante de su vida y sin embargo su martillo injusto condeno la pequeña vida del que nació hoy a un futuro incierto y sembrado de carencias.

Nosotros tenemos en la cabeza nacimiento, nacimientos, todos los que quieran venir, por que el otro nos abriga, porque los que vienen nos llenan de esperanza y futuro, porque pensamos la vida y el disfrute para muchos, y cuando sembramos siempre es para todos, y cuando construimos siempre es para todos, y cuando parimos siempre es para todos; ellos, sin embargo piensan desde una aldea chiquita en la que pocos se salvan, en la que pocos nacen, en la que pocos merecen, en la que pocos son para que muchos no sean, siempre los mismos apellidos, siempre los mismos beneficiados.

Tengo cinco hermanos, cinco sobrinos y dos en camino, y mis primos superan los 30. Nunca estoy solo, siempre compartiendo, nunca mezquinando, no por virtud sino por deber, diría como estrategia de supervivencia y gracias a esa lógica de lo colectivo aquí estoy, heredando ropa pero también legándola, con domingos de guiso sencillo pero con patios llenos de vida; desde que tengo uso de razón con un pequeño de los míos aprendiendo a caminar, por qué tener vergüenza de contarlo, si es la parte más linda de lo que soy, con poco psicólogo y mucho abrazo caminamos, construimos y casi como instinto siempre estamos naciendo.

La violencia es quizás la imposición más cruel que sufrimos quienes nacimos en un barrio del conurbano bonaerense o en cualquier otra barriada, lamentablemente la primera relación con el Estado suele ser violenta, no se te ocurra ser un poco distinto en el aula por qué vas a ser el que más castigos, vas a recibir y tu vieja se la va a pasar en la dirección. Para que te vaya bien copiá un estereotipo totalmente ajeno a vos, hablá bajito, no hagas mucho ruido y llevale la cartera a la dire, te vas a graduar de buenito y no vas a desaprobar ninguna materia.

Y si sos pibe y usas visera, acostúmbrate al sopapo de la gorra, y si te levantas a las cuatro de la mañana y te pasas diez horas hombreando bolsas de cemento de cincuenta kilos, no se te ocurra protestar o llegar tarde porque “hay un montón esperando ocupar tu lugar”. "Manso y calladito, Ramón es un amor pero cuando chupa y se enoja es otro, irreconocible”: violento es quien por cuidar sus pequeños intereses siembra dolores para muchos, el rostro tierno de nuestra gente, tiene también el límite del enojo, el problema no es el enojo del que sufre sino el egoísmo del que daña por acumular.

“El problema no es de ocasión El problema señor sigue siendo sembrar amor”.

Herodes, el Grande, cuando se enteró que unos campesinos iban a tener un hijo y que ese niño pequeño era una esperanza, asesinó a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén. Cambian los poderosos, las esperanzas y los métodos pero la delirante violencia del poder sigue intacta e incluso incrementa su perversión.

En relación a la critica por la zapatilla cara y ostentosa la respuesta es simple, nacida de la propia experiencia e incomprensible para quien no es parte de esa realidad. Los pobres caminamos mucho, vamos a buscar a nuestros hijos al colegio caminando, no es culpa nuestra si otros van en helicóptero, cada uno luce lo mejor que tiene: unos su helicóptero, nosotros nuestras llantas.

De mi experiencia de docente en diferentes “Lasalles”, puedo decir que llegué ahí más por cariño, amigos, afectos que por meritos, si es que el afecto no es un merito. Aprendí una frase que considero sumamente valiosa:  “nadie aprende solo”. En cuanto a la posibilidad de tener una vida más justa se aplica la misma lógica: “nadie sale solo”. Cuando nacemos en circunstancias de fragilidad impuesta, los poderosos nos roban muchísimas cosas, es un hecho constante y cotidiano con el que convivimos, pero es necesario decir en voz alta que en contraposición a esto, los nuestros, los nosotros, nos regalamos una manera colectiva y solidaria de ver y hacer la vida que nos permite sanar, luchar y hacer de solidaridad el ritmo que marca el paso de nuestro andar.

Como dijo San Agustín: “Si él necesita pan, tú necesitas verdad, él necesita techo y tu el cielo, el carece de dinero y tu de justicia”.