Mejores Costas que el SADismo

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    Juan Carlos Rulli y Gustavo Costas-1966
    Costitas, junto al odontólogo Juan Carlos Rulli, el 8 del Equipo de José.
Crónicas del abismo

Mejores Costas que el SADismo

23 Diciembre 2025

Terminó el calendario 2025 del fútbol argentino, envuelto en una pelea del Gobierno con la AFA, inédita en décadas. Ese conflicto se sumó al inventario de aquello que llegamos a creer que nunca veríamos, pero los nuevos años locos produjeron: 

  • una formación sui géneris de derecha llegó al poder por los votos, sin esconder su plataforma, y lo revalidó en medio término;
  • apuntó su discurso contra un Papa argentino, fallecido este año, aunque parezca haberse deshojado una década desde entonces; y
  • se enfrentó peor aún con una AFA vigente campeona del mundo y de América, cuya dirigencia mantiene óptima relación con el plantel que lo consiguió.

Hasta ahora no demuestra haber pagado demasiado caras las dos últimas osadías enumeradas. Por dilucidar quedará si ese fenómeno es producto de un cambio de época, o mide previas faltas de astucia. Tampoco era realista atribuirles carácter determinante, por encima de lo económico. 

En la cancha de los símbolos, sin embargo, no es una mala noticia para el terreno popular que el oficialismo obsequie botines de tan alta estima emocional colectiva. Está en ganador, se cree ungido para marcar un quiebre en la historia occidental y su exitismo lo lleva a despreciar credos dominicales -canónicos o laicos- mucho más densos que él.  

El traidor es héroe

El doble vencedor del fútbol local fue Estudiantes, convertido de pronto en símbolo de una honestidad deportiva pinchada con alfileres. La polémica al menos sirvió para reavivar algo del interés por la competencia doméstica, menospreciada en los últimos años ante el pleno continental, por ambiciones económicas o deportivas.

El campeón no mostró sus dorsales a la dirigencia de la AFA en la premiación, espaldas que reservó para sus colegas de Rosario Central. La fila desairada la encabezó Ángel di María, el as de bastos que derrotó juicios y prejuicios por los que desde hace tres años no se reclaman derechos de autor. 

Parte de la sociedad abrazó de pronto como emblema a Juan Sebastián Verón, a quien ahora parece que nadie dentro de esa porción acusaba de traidor, silbaba por mercenario o llamaba Sir en las redes sociales.  

SADismos

El presidente Javier Milei saludó la victoria pincharrata de la cancha como una comprobación de que sus ideas ganan afuera, con los jugadores como meras piezas de ajedrez que ejecutan una decisión superior.  

El pequeño detalle es que Estudiantes sigue siendo un club, no una Sociedad Anónima Deportiva de las que han quebrado regularmente en Italia y se preparan para hacerlo en Brasil

Los títulos los obtuvo una asociación civil, a la que su dirigencia puso al borde del papelón al entregar sus ilusiones verdes a un empresario que se encargó de afeitarlas. El SADismo no se implementó aún en la Argentina, y los gerenciamientos no han regalado los mejores recuerdos. 

Hasta en ese saludo tuitero de Milei se verifican síntomas de lo inesperado. El Presidente pierde tiempo en las redes sociales, comete el gran pecado inexcusable de la religión laica al cambiar de amor futbolero, y toma partido por un equipo ajeno por intereses de otra cancha. Una muestra, gratis y al paso, de lo que podría imponer un fútbol entregado a los accionistas: carente de demasiadas razones de fidelidad para con una camiseta, si no cubre las expectativas del que opina en la tribuna o lo mira por tevé. 

Son detalles que en otro tiempo hubiesen sido desaconsejados a un Presidente, aunque no sean definitorios en el termómetro grande. De todos modos, en esa medición tampoco imperó la lógica, y las legislativas revalidaron un andar económico de caída de salarios y aumento de la desocupación, con rebote inflacionario como regalo de yapa para quienes hacen de la esperanza una vocación. 

Mejores Costas

El fútbol argentino recuperó con Gustavo Costas a una figura que se construyó desde la vereda opuesta, hasta convertirse en símbolo. Se lo mire desde el resultadismo o la identidad, es incomprensible que no se haya instalado al menos como candidato a ser uno de los más grandes ídolos de la historia de Racing. 

En Avellaneda fue mascota del equipo que alcanzó la cima mundial, campeón internacional como jugador en épocas de vacas flacas y ahora entrenador victorioso, siempre competitivo. 

En el plano identitario, sería útil contar a los más jóvenes que ese hombre que ven saltar y correr junto al lateral bancó las paradas más bravas, que canta una canción de cancha. Todas, en Racing: transitó el purgatorio del ascenso, perdió campeonatos de sospechosas definiciones, fue parte del equipo alquilado a Argentino de Mendoza y puso el cuerpo ante la quiebra y el riesgo de desaparición, cuando se hizo cargo no sólo de la conducción deportiva del primer equipo, sino del club mismo. 

Es difícil encontrar a alguien con mayores méritos para la idolatría, aunque no se haya entregado al plástico ni le haya sido concedido el platino. No ejerce el marketing, y el mercado de las apariencias no regala nada. A lo sumo se lo reconoce como motivador. Se le suele subestimar el ojo, pese a que luego los futbolistas que ficha son envidiados por sus colegas más dados a una elegante sofisticación.

El referente académico trajo consigo una comprobación interesante. Como Lionel Scaloni en la Selección, desmiente cotidianamente que ser entrenador requiera fundar una escuela filosófica, porque el rol es menos determinante que el de jugador, lo que no equivale a decir que no sea importante. 

Sus equipos no son los más atractivos a la vista, y la noción de eficiencia es discutible, pero nadie puede negar que el entrenador de Racing representa a la época en que se formó, con los pies más cerca de la tierra y un juego no tan alejado de sus espectadores.   

Costas es parte de un fútbol terrestre que ya parecía extinto y en algún sitio siempre sobrevivirá, incluso cuando los mercaderes logren vaciarlo de todo sentimiento.