Bonasso: el rencor de los patriotas

Bonasso: el rencor de los patriotas

11 Diciembre 2014

Por Conrado Yasenza*

En estos días he visto y escuchado con cierto malestar, ese que confunde y disloca, la serie de declaraciones que el periodista Miguel Bonasso realizó en el marco de la presentación de su último libro, "Lo que no dije en Recuerdo de la muerte". Un raid radial y televisivo en clave de promoción anclado a una suerte de afirmaciones acusatorias hacia Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, Hijos, periodistas, funcionarios y ex-funcionarios, en especial, el caso de Rafael Bielsa y el sótano del centro clandestino de detención Quinta de Funes, en el que habría estado secuestrado Bielsa junto a Jaime Dri y otros dieciocho compañeros de los cuales sólo sobrevivió Dri – todos fueron fusilados, por lo cual Bielsa no estuvo allí, como tampoco allí existió un sótano –.

Bonasso, luego de contar que Bielsa publicó hace años en Página 12 el hecho de su secuestro en Funes, relató que el mismo Bielsa se retractó de ello alegando que "vivió veinte años pensando que allí estuvo secuestrado", y deslizó la presunción que Rafael Bielsa, al desempeñarse como funcionario durante la dictadura luego de liberado y tras un breve exilio, ofició como agente del peor terror cívico-militar que sufrió el país. Vale la aclaración: Entre sonrisas, cómodo frente a la amabilidad de los entrevistadores (Zlotogwiazda, claro, estaba allí; de hecho lo entrevistó un día antes en Radio del Plata, donde contó más o menos lo mismo), Bonasso dejó caer entre líneas la hipótesis de Bielsa agente- funcionario de la dictadura.

Un sensación, un regusto amargo a ficción de viejos espías que parodia a John le Carré, donde todos son sospechosos menos el autor, todos mienten, todos confabulan, todos dañan. ¿Demasiado rencor? ¿Resentimiento sostenido en un pasado de gloria no reconocido? ¿Frustración ante sus ocho años como parlamentario? La vida nacional está colmada de hechos como éste, pero pensar en la complejidad de esa historia, que es la historia reciente de la Patria, desde el propio resentimiento barnizado de promoción literaria o periodística, nos conduce al plano de la espectacularización mercantilista de la historia.

Y ese daño se traduce en horadación de las causas y la lucha que los organismos de Derechos Humanos vienen dando desde hace largos años. Ese daño lleva implícito el acto de dinamitar uno de los pilares esenciales que sostuvieron estos treinta y un años de democracia.

Así, para Bonasso, Horacio Vertbisky es un jefe de inteligencia que hace periodismo, Hebe de Bonafini, una intolerante mal educada que criticó su primer libro, Recuerdo de la muerte, y muchos de los hijos recuperados, militantes que están haciendo "fortunas" con empleos en Encuentro u otros organismos oficiales.

Entrevistado por Ernesto Tenembaum en Palabras más, palabras menos (TN), y ante la pregunta del periodista sobre si pensaba Bonasso que quienes defendían o apoyaban total o parcialmente al Kirchnerismo lo hacían desde el compromiso y la honestidad, Bonasso disparó un seco “No”. Tenembaum repreguntó: ¿Y entonces por qué apoyan al gobierno? La respuesta, una generalización fría, casi aséptica en su filo, de esas que tornan banal toda argumentación, fue: “Por dinero”. Bonasso es un profesional con treinta años de ejercicio del periodismo, por ello no hay inocencia en la respuesta sino un pensado artilugio retórico centrado en reforzar la idea viralizada desde medios como ClarínLa Nación sobre el reclutamiento de voluntades a cambio de una paga cuantiosa.

Y haciendo gala de un ego en disimulo, Bonasso se definió como una re-encarnación de Trotski (es un chiste, dijo) en la etapa stalinista- kirchnerista.

Me pasa con Bonasso que, por la admiración que siento hacia su militancia y obra, es que he sentido también ese dislocamiento, ese malestar. Quizá sea el rencor del patriota que obnubila aquella búsqueda por un país más soberano pero no ya desde la sensatez sino desde el resentimiento. Quizá se trate del goce dentro de la estructura del discurso ideológico del rencor.

Huele mal, y no es Dinamarca. Y daña, creo, demasiado, a treinta y un años de democracia, la que tanto nos costó conseguir y sostener. A todos, los que están y los que no. Los que lucharon y los que lloraron. Los que hoy siguen luchando por más y mejor democracia. La de la soberanía y no la del rencor, más allá del patriota en cuestión.

*Periodista. Director de la revista de Cultura y Política, La Tecl@ Eñe http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene