Cuando sea hombre, seré cazador: "Mascaró", la obra maestra de Haroldo Conti
Me gustaría una fórmula para empezar las reseñas, algo así como el “había una vez” de los cuentos infantiles, pero me entrego al impacto de cada obra y en consecuencia ningún efecto es igual a otro. Ningún autor/a es igual a otro/a.
Leer a Haroldo Conti es asistir a una fiesta del lenguaje y es poco lo que uno puede razonar después de una fiesta. En ese momento “cuando todo el mundo se iba” dice Cortázar, queda el shock, el vacío, la incipiente soledad. En ese estado, intento darle lugar a la interpretación y a la escritura.
El otro día luego de leer Perón o muerte de Verón, para la Maestría de análisis del discurso, me quedó resonando un concepto “el peronismo no es una ideología”.
Al día siguiente lo hablé con una profesora y me dijo: “quedate tranquila que hasta la lista de compras es ideológica“.
También Mascaró, también esta reseña.
Mascaró, el cazador americano es la última novela de Haroldo Conti. Fue publicada en el año 1975. Esta novela se destacó por dos aspectos antagónicos, por un lado obtuvo el premio cubano Casa de las Américas y por el otro fue una de las primeras obras censuradas por la SIDE, legajo 2516, elaborado por la Asesoría Literaria del Departamento de coordinación de antecedentes en 1975, donde expresa que la novela “propicia la difusión de ideologías, doctrinas o sistemas políticos, económicos o sociales marxistas tendientes a derogar los principios sustentados en nuestra Constitución Nacional”.
Pensar Mascaró escindida de su contexto sería una lectura incompleta porque en esta obra las condiciones de producción enriquecen el análisis.
En 1971 Haroldo Conti visitó Cuba para ser jurado del premio Casa de las Américas. Al regresar, al ya escritor comprometido se le sumó la ferviente militancia y la admiración por la revolución. Esa influencia lo convocó a sumarse al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), espacios en los cuales aportó su mirada intelectual y cultural.
En 1975 el país atravesaba una crisis social y política, por la muerte de Perón y la asunción de María Estela Martínez a la presidencia.
En esa instancia personal y pública se inscribe el desarrollo de Mascaró.
A la hora de hacer su última novela Haroldo Conti era un militante activo de izquierda. A su mirada solidaria y empática desde temprana edad como alumno del colegio Don Bosco, le sumó la participación política y un fuerte interés por lo colectivo y el bien común.
Potencia que desplegaba a través de su medio de combate: la palabra y la convicción de no mirar para otro lado.
“Aun haciendo belleza podemos hacer literatura política, pero lo político emergerá con naturalidad, no como una cosa impuesta”, decía.

Mascaró es una novela de ficción, si formara parte de un movimiento artístico diría que al simbólico; si tuviera que decir que se enmarca en un estilo o influencia, diría Maeterlink, tiene 230 páginas y está dividida en dos capítulos: El circo y La guerrita.
Sin embargo, más allá de los aspectos formales, primero me gustaría detenerme en el prólogo, en la dedicatoria y en el epígrafe.
El prólogo es el proceso creativo, es el inicio de esta aventura, donde asegura que le gusta escuchar a la gente, de la misma manera que en Sudeste, una obra donde la materia prima son las voces del pueblo.
“Bueno, yo estaba triste y vacío cuando un buen día escuche de un auténtico vagabundo la increíble historia del Príncipe Patagón. Me gusta escuchar a la gente. Creo que eso me salvó. Pegué un salto en el aire. Ahí tenía mi próxima novela. Tan clara la tenía que me avance sobre un papel y escribí de un saque el plan. Fue la primera vez que tuve el plan del principio al fin”.
La dedicatoria es para Marta Scavac, su compañera. La singularidad de este elemento es que la suma a la creación
“Con Marta, a todos los compañeros”, no es casual que los personajes de Mascaró son los propios amigos y compañeros de ambos como Tony Beck, el Nene Bruzzone, el Capitán Alfonso Domínguez.
El epígrafe es una frase que pertenece a los indios Kwakiutl: “Cuando yo sea hombre/entonces seré un cazador”. La perspectiva colectiva ya antecede a la obra. El espíritu de comunidad, de compañerismo elude la idea de héroe individual, así sea el autor del epígrafe, para destacar al héroe colectivo. Un cuerpo social es el que habla, no una persona. La figura del cazador para los indios Kwakiutl es fundamental porque es el que comprende la naturaleza y a su vez se encarga de obtener los recursos. Mascaró como le dice Haroldo “alias la vida” aparece muy poco en la novela, es quien se manifiesta para defenderlos y luego su presencia es tan fuerte como una virtud, como un poder, como una potencia. Es el cazador, el que resiste, el rebelde, el que muestra el mundo, del que esperamos la manifestación pero no está al alcance de la mano. Entonces, este epígrafe con esta figura nos despierta el primer interrogante: ¿Qué caza Mascaró?
“Mascaró declaró que apreciaba esos intermedios, que estaba de acuerdo en que la vida del hombre sobre la tierra es una milicia, pero que esta a su vez, era un arte que se ejercitaba, que las buenas guerras se adornan como una representación , son casi un festejo, que él, Mascaró, por otra parte, era en lo personal hombre de concretos”.
Por otra parte, el príncipe Patagón, el otro personaje principal, hace las veces de lo que podría ser un líder originario.
Esta novela, con características simbólicas y una calidad de diálogos de dramaturgo, también tiene reminiscencia con la vida de Haroldo, cuando acompañaba a su padre a recorrer el campo en su trabajo como vendedor ambulante y disfrutaba de las historias que le contaba a la gente y por otro lado, de cuando Haroldo era pupilo en la escuela y hacían obras de títeres, él se encargaba de escribir los libretos.
Además de haber trabajado en teatro independiente y en cine.
Teatro, cine, títeres y narración oral convergen para darle forma a Mascaró.
Mascaró, el cazador americano es una novela que cuenta la vida de un grupo de gente errante, que se agrupa para conformar un circo, que recorre pueblos ofreciendo su arte. En ese trayecto van apareciendo personajes entrañables, como en un cuento de acumulación, donde cada uno que se suma aporta una enseñanza, un valor, un aprendizaje.
“Aun haciendo belleza podemos hacer literatura política, pero lo político emergerá con naturalidad, no como una cosa impuesta”.
El nivel de alegoría de Mascaró requiere de un estudio minucioso y profundo. El circo representa a un grupo de personas con espíritu libre, con inquietudes y ganas de cambiar el mundo. Cada personaje, singular y complementario muestra un enfoque diferente de la vida pero todos están unidos en la lucha y en la esperanza, en el bien común, en los valores de amistad, solidaridad, tolerancia.
Los tópicos son varios e inherentes al humanismo, la política y la sociedad, sin embargo hay interrogantes filosóficos que atraviesan toda la novela como el tiempo, el ser, el alma, la soledad.
El arte y la fe más que como preguntas surgen como respuestas a la incertidumbre del mundo, como la alternativa y la salvación frente al capitalismo salvaje, que bien va con estos tiempos.
El existencialismo aparece encarnado en personajes como en Oreste, que también estuvo en otras novelas de Conti.
El viaje, la errancia, la búsqueda como sinónimos de libertad. ¿Qué es lo que verdaderamente nos oprime? ¿De qué somos esclavos? ¿Qué vida queremos? ¿Quiénes somos? ¿Somos un nombre y un estatus? ¿Somos felices esclavizados a una dinámica de rendimiento constante? ¿Cuál es el sentido de la vida?
“La vida es una entera travesía... La vida es un barco más o menos bonito. ¿De qué sirve sujetarlo? ... lo mejor de la vida se gasta en seguridades... Por tanto, conviene pasarla en celebraciones, livianito. Todo es una celebración”
Mascaró está escrita en 1975 pero es de una actualidad sorprendente porque aunque tengamos cada vez más estímulos, el ser y el amor siguen siendo las preguntas que mueven el mundo.
“─Oreste─la voz del Príncipe se eleva en la oscuridad del cuarto─, ¿No fue una maravilla?
─Lo fue dice Oreste medio dormido.
Y entonces despierta y recuerda y la oscuridad se enciende con aquel recuerdo todo presente.
─Lo fue, señor.
─Estas cosas no se repiten, hijo. Son todas de una vez.
─Así son.
─Las trae el camino. No las busques en otra parte. Tantas y más veces cuanto más liviano y despojado uno está”
La presencia de la música en la novela es permanente, las escenas son imágenes vívidas y con sonido, como si Conti hubiera aplicado la técnica audiovisual para escribir. Es un circo pero también es una trova que va de pueblo en pueblo.
En Mascaró se ve la integridad del artista, el despliegue de todo su conocimiento música, poesía, literatura, cine.
Entre todos los elementos simbólicos que se pueden señalar en la novela voy a referirme al barco que se llama “el mañana” con esta excusa, el narrador hace alusiones al tiempo, al significado del mañana y del futuro.
Con prosa poética, diálogos exactos y profundos, personajes redondos, escritura perfecta y compleja; Haroldo Conti elabora una obra maestra, sin saber que es la última.
Un año después de su publicación, el 5 de mayo de 1976 un grupo de tareas de la última dictadura cívico-militar lo secuestró de su casa en la ciudad de Buenos Aires.
Su cuerpo nunca apareció. Quedó su obra y una frase en latín escrita sobre su escritorio:
"Hic meus locus pugnare est et hinc non me removebunt"
Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán.