Centro Cultural Haroldo Conti: una memoria que arde
Un edificio amplio de dos pisos, con salones espaciosos y bien iluminados, una muy nutrida biblioteca, salón para cine, teatro con buena capacidad y equipamiento técnico, espacios para charlas y presentaciones de libros, aulas para clases y talleres, librería para recorrer y comprar los últimos títulos.
Así es el edificio en donde funcionó, hasta el 31 de diciembre de 2024, el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Ese día, los trabajadores comenzaron a recibir en sus WhatsApp un mensaje que les informaba que a partir del próximo día hábil quedarían en guardia pasiva en sus hogares, debido a que se iban a efectuar reformas en el funcionamiento y la programación.
La noticia, si bien causó impacto, no sorprendió demasiado. Durante todo 2024 se llevaron adelante acciones para achicar y desguazar la Secretaria de Derechos Humanos, y el Conti estaba bajo su órbita. A lo largo del año hubo indicios de que las cosas no estaban bien. Por empezar, la gestión Milei, desde el Ministerio de Justicia, nunca nombró autoridades, nunca otorgó un presupuesto y jamás se aprobó ni rechazó ninguna de las actividades informadas y propuestas por los trabajadores vía mail al Secretario de Derechos Humanos Alberto Baños. Sin embargo, en octubre, las autoridades impidieron la realización del Seminario Internacional de Políticas de Memoria, sosteniendo que la actividad no estaba aprobada. Como otros años, se venía publicitando en redes desde marzo mediante sucesivas circulares, de modo que Baños no podía desconocer la convocatoria. A partir de ahí, empezaron a objetar actividades, muchas de las cuales se realizaron en otros edificios del predio.
Durante 2023 hubo actividades especiales para festejar los primeros quince años, aun bajo la conducción de Lola Berthet, que dejaba en claro su importancia como espacio cultural de la Ciudad de Buenos Aires, tanto por la repercusión mediática del acontecimiento, como por el prestigio que significaba para cada artista, escritor, director, haber podido presentar allí su obra.
Tampoco es un dato menor el hecho de que las actividades fueran gratuitas, lo que acortaba distancias en el acceso a la cultura. Siempre era un buen programa para fines de semana: sábados a las 19 horas: cine y debate o charla, 21 horas: obra de teatro. Las escuelas tenían horarios de visita en la semana con propuestas específicas como Teatro por la Identidad o recorridos por las muestras temporales. Al volver a la escuela, los docentes trabajaban con el material para el aula, especialmente diseñado desde el Área de Educación para complementar la visita.

Todo había comenzado allá por 2004 cuando Néstor Kirchner, un 24 de marzo, encabezó allí un acto que marcó el inicio de un proceso para transformar el centro clandestino de detención de la Esma, uno de los más grandes de la Ciudad de Buenos Aires, en un espacio de memoria. Para esto fue necesaria la conjunción de una voluntad política, presupuesto y pensar que se podía hacer en ese predio recuperado, sin recibir financiamiento privado. El entonces Secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, convocó a Eduardo Jozami para dirigir el centro cultural.
La idea del nombre para este sitio relacionado con la cultura, fue rendir homenaje al escritor Haroldo Conti que dio su vida por reivindicar una causa revolucionaria y a partir de eso resignificar su obra. En los dieciséis años en los que hubo actividad, muchos fueron los homenajes y actividades especialmente destinadas al escritor. En el ingreso se podía apreciar un “rincón contiano” con gigantografías, una línea de tiempo reflejaba los hechos significativos de su vida, algunos de sus libros, varios documentos manuscritos y su máquina de escribir en una vitrina. Todos esos invaluables objetos quedaron en ese edificio cerrado, junto a todas las obras donadas y la importante biblioteca. Tanto los familiares de Haroldo como investigadores, militantes y académicos están preocupados y expectantes frente al destino de estos bienes.
A poco de conocerse la decisión del cierre se convocó para los primeros días de 2025, a un abrazo simbólico que fue multitudinario y contó con referentes de Derechos Humanos y artistas que brindaron su solidaridad. Pero a casi cinco meses, no hay novedades acerca de su reapertura ni la reincorporación de sus trabajadores que se siguen sintiendo parte en un vínculo de afecto, admiración y resistencia que va más allá del plano laboral.
Sin duda el Centro Cultural de la Memoria ha tenido años maravillosos, cuando había una nutrida agenda y el edificio ofrecía actividades con masiva concurrencia todos los días de la semana y en amplios horarios: muestras, charlas, talleres, presentaciones de libros, cine, teatro, danza, recorridos educativos, recorridos con artistas y pensadores, convocatorias para artistas y escritores, ciclo “Poesía en la Terraza”, publicaciones editadas por el propio centro y revista Haroldo, catálogo virtual de la biblioteca y sitios virtuales, que hoy ya no existen, en donde se podían consultar las actividades. La pérdida en términos de políticas de memoria es enorme.
Los que hemos sido asiduos concurrentes y admiradores entusiastas de las propuestas culturales, seguimos guardando la esperanza de que algún glorioso día de un futuro no muy lejano, se vuelvan a abrir sus puertas como brazos que se extienden para ofrecernos un abrazo.