Un ring tras las rejas

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Un ring tras las rejas

16 Octubre 2017

Por Sergio Gómez, Iván González, Ángel Madera y Luciano Zdravlje – ETER

El espacio pugilístico Boxeo Sin Cadenas, que lleva adelante en distintas cárceles bonaerenses hace más de cinco años el coordinador y mentor, Marcos Arienti y el profesor de Educación Física, Fernando Pereyra, logró notoriedad luego de los reconocimientos recibidos por el Senado de la Nación, la Cámara de Diputados y el Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Esto les abrió distintas puertas que antes les eran esquivas. “Hace seis años presentamos una carpeta muy explicativa en la Secretaría de Deportes que tenía a cargo Claudio Morresi y nos mandaron a hablar con Jorge Castro, que era la persona que estaba en boxeo, pero nos dimos cuenta que El Roña no tenía capacidad de gestión, no tenía fondos y la carpeta quedó a la deriva”, explicó Marcos Arienti sobre un primer comienzo trunco, allá por 2011; y se ilusionó con lo que vendrá: “Ahora, gracias al ministro Ferrari, vamos a tratar de llegar a todas las cárceles de la provincia”.

Arienti también contó sobre el proyecto que les propuso el CMB: “Mauricio Suleiman –Presidente del Consejo- quiere incorporar Boxeo Sin Cadenas como liga intracarcelaria a la competición oficial. La idea es hacer una liga interna y que de ahí salgan referentes para poder pelear afuera”, y destacó lo importante que sería para los internos poder llevarlo a cabo: “Ellos son referentes negativos en su barrio, son personas que han hecho algo malo y de pronto poder volver como un tipo que la peleó es importante. El ring es un escenario y el escenario tiene un público, cuando subís te aplauden y te pega hondo, imaginate a un pibe que no recibió afecto ni de su propia familia, le cambiás la cabeza”.

El programa, que comenzó en febrero 2012 cuando Marcos Arienti era profesor y directivo de Almagro Boxing Club, dio sus primeros pasos en la Unidad Penitenciaria Nº 38 de Sierra Chica, en donde su amigo Fernando Pereyra es profesor de Educación física desde que se inauguró la cárcel en 2003. “Yo tenía miedo al principio, íbamos a trabajar con personas que están cumpliendo una condena y que no sabés qué se les está pasando por la cabeza en el momento de encierro. Pero fueron unos meses, porque la relación interno-profesor fue creciendo, nos fuimos dando a conocer”, comentó Pereyra, el otro mentor del programa.

Con el correr de los años, se sumaron la Unidad Nº 40 de General San Martín, la Nº 38 de Lomas de Zamora, la Nº 15 de Río Gallegos –provincia de Santa Cruz- y la Unidad de Devoto, en la que no se pudo continuar por trabas burocráticas, según detalló Arienti: “El Servicio Penitenciario Federal nunca se puso la jugada al hombro y el Bonaerense nos facilitó todo para poder hacerlo. Hoy en día el espacio que supimos tener en Devoto es una celda más, porque están hacinados, no tienen más lugar para tener gente”, y agregó: “Nadie cobra por hacer esto, desde el policía de pabellón, pasando por el jefe de Unidad hasta las autoridades que están a cargo no reciben nada y es más, es de riesgo para ellos porque si algo sale mal es una mancha en su legajo, por eso digo que la Penitenciaria Bonaerense se puso la jugada al hombro”.

El Ministerio del Interior que comandó Florencio Randazzo hasta diciembre de 2015 les proveyó todos los meses de una combi gratuita para las 19 personas que se encargan de llevar adelante las clínicas de boxeo. “Nosotros vamos cada 30, 40 días a monitorear el trabajo y a llevar la parte técnica, los verdaderos héroes son los profesores que trabajan todas las semanas ahí. Fernando Pereyra da clases tres veces por semana en Sierra Chica, Martín Lanese, en Lomas de Zamora todos los días”; contó Arienti, y detalló cómo los internos usan el ingenio para generar los insumos. “El gimnasio de la Unidad de Lomas lo hicieron de manera artesanal ellos, las barras con diferentes tipos de botellas, todo hecho en los talleres con cosas que han reciclado. No necesitás un aparato económico para generar esto, con cinco bolsas cambiaste la historia de un pabellón”, explicó.

En cuanto a la experiencia en el día a día con los presos, Pereyra comentó: “La relación que tengo con los internos es muy buena, siempre predominó el respeto, para conmigo y entre ellos. Siempre les inculcamos que tiene que prevalecer el respeto. Esto es un deporte de contacto, pero tiene sus reglas. Uno trata de que tengan una salida del pabellón, de que estén ocupados. Utilizamos el boxeo para inculcar valores”.

Además de las clínicas, el programa, junto con la Federación de Boxeo, lleva adelante los cursos de director técnico, árbitro y juez de boxeo para que los presos se puedan recibir y puedan obtener el carnet una vez que estén en libertad. A lo largo de los más de cinco años que el programa lleva activo salieron en libertad varios internos que siguen en contacto con los distintos coordinadores de Boxeo Sin Cadenas. “No los monitoreamos, pero tratamos de tener contacto permanente, por ejemplo tres de ellos se ganan el sueldo como directores técnicos de boxeo. Ninguno de los chicos que participó del programa y salió en libertad repitió lo anterior hecho para volver a estar encerrado, con eso rompimos la lógica del retorno eterno, porque a los chicos no les enseñamos sólo a pegar, sino un montón de valores”, cerró orgulloso Arienti.

El escenario menos pensado

El 3 de julio de 2008 Héctor Sotelo venció a Adolfo Ovando en la primera pelea disputada en una cárcel en Argentina. El establecimiento penitenciario de Florencio Varela se transformó por unos minutos en un cuadrilátero y albergó una pelea profesional histórica.

El salón de usos múltiples de la Unidad Carcelaria Nº 23 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) de Florencio Varela, fue el escenario elegido para montar el ring, 300 personas presenciaron una velada histórica para el boxeo argentino. Por primera vez se disputó una pelea de carácter profesional dentro de una cárcel. Héctor Sotelo venció por puntos a Adolfo Ovando, por la categoría crucero.

Según las crónicas de la pelea, Sotelo dominó el ring y tuvo momentos donde alcanzó hacer buenas combinaciones al cuerpo de su rival, tuvo poca movilidad pero mantuvo la distancia con rectos de derecha que le permitieron quedarse con la pelea en fallo unánime.

La jornada también contó con la participación del excampeón mundial crucero Marcelo Domínguez, el excampeón mundial mediano Jorge Castro y el excampeón mundial ligero Raúl Balbi.

Héctor Sotelo conoce bien las instalaciones del lugar, estuvo detenido allí, por conducir un camión robado, desde el 2004 al 2006. Y desde el 2005 al ex campeón argentino de los semi pesados se le otorgaron permisos especiales para ir a pelear de manera profesional.

Sotelo que participó de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata en 1995 esa noche contó con el apoyo de los mismos internos a quiénes los martes y jueves les dio clases de boxeo durante más de cinco años.

Marcelo Domínguez, ex campeón mundial entre 1995 y 1998 del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), recordó aquella velada en la que peleó dos round de exhibición ante Jorge Castro y dijo: “Fue un evento muy caluroso, hicieron todo para que, dentro de todas sus limitaciones, no nos faltara nada”.

El lugar, poco tradicional para llevar adelante una velada, lo sorprendió con la comodidad y la buena predisposición de parte de todo el ambiente en general, tanto del personal penitenciario como de los internos. Recordó además que su participación fue más allá de la pelea, y que el sentido de ser parte en una jornada de ese estilo produce y muestra otra realidad a los chicos que viven en la cárcel, “El boxeo ayuda a salir de la calle, la idea es que los chicos que están adentro puedan hacer un deporte que los anime a participar e integrarse” agregó Domínguez.

Está fue la única pelea profesional en un establecimiento penitenciario, pero dio lugar a que se desarrollen diferentes exhibiciones de boxeo en varias cárceles del país, entre las más destacadas se encuentra la que se llevó adelante en 2014 en la cárcel de Devoto, cuando se presentó el programa Boxeo sin Cadenas, dirigido por Marcos Arienti, quien se dedica a la reinserción de los internos a través del deporte.