Chomsky: "La amenaza para EEUU e Israel es que Irán pueda estorbar su libre ejercicio de violencia"

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Chomsky: "La amenaza para EEUU e Israel es que Irán pueda estorbar su libre ejercicio de violencia"

21 Febrero 2012

Publicamos un apartado de un largo artículo publicado por el sitio Rebelión de Noam Chomsky titulado La decadencia de EE.UU. en perspectiva. En esta parte del texto, analiza la actualidad en Medio Oriente y el papel de Irán ante la embestida del imperio. Denuncia la proliferación de armas nucleares en la zona ( Israel, India y Pakistán) asistidas por EEUU, y las excusas para generar una posible invasión a la nación iraní.

La “amenaza” iraní y el tema nuclear

Finalmente consideremos el tercero de los principales temas encarados en los periódicos del establishment citados anteriormente, la “amenaza de Irán”. Entre las elites y la clase política es considerada generalmente como la amenaza primordial para el orden mundial – aunque no entre las poblaciones. En Europa, los sondeos muestran que se considera a Israel como la principal amenaza para la paz. En los países del MENA, este estatus es compartido con EE.UU., hasta el punto que en Egipto, en vísperas del levantamiento de la Plaza Tahrir, un 80% pensaba que la región sería más segura si Irán tuviera armas nucleares. Los mismos sondeos establecieron que solo un 10% considera que Irán constituye una amenaza – a diferencia de los dictadores gobernantes, quienes tienen sus propias preocupaciones.

En EE.UU., antes de las masivas campañas propagandísticas de los últimos años, una mayoría de la población estaba de acuerdo con la mayor parte del mundo en que, como firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear, Irán tiene derecho a enriquecer uranio. E incluso ahora, una gran mayoría está a favor de medios pacíficos para tratar con Irán. Incluso existe una fuerte oposición a una participación militar si Irán e Israel estuvieran en guerra. Solo un cuarto considera que Irán sea de alguna manera una preocupación importante para EE.UU. Pero no es poco usual que haya una brecha, a menudo un abismo, que divide a la opinión pública y la política.

¿Por qué, exactamente, se considera a Irán como una amenaza tan colosal? La pregunta es poco discutida, pero no es difícil encontrar una respuesta seria – aunque no, como de costumbre, en los pronunciamientos febriles. La respuesta mejor documentada es provista por el Pentágono y los servicios de inteligencia en sus informes regulares al Congreso sobre la seguridad global. Informan que Irán no plantea una amenaza militar. Sus gastos militares son muy bajos incluso según los estándares de la región, minúsculos, claro está, en comparación con EE.UU.

Irán tiene poca capacidad para desplegar fuerza. Sus doctrinas estratégicas son defensivas, diseñadas para disuadir una invasión durante suficiente tiempo para quela diplomacia solucione los problemas. Si Irán desarrollara una capacidad de armas nucleares, informan, formaría parte de su estrategia de disuasión. Ningún analista serio cree que los clérigos gobernantes estén ansiosos de ver que su país y sus posesiones sean vaporizados, la consecuencia inmediata de que llegaran incluso cerca de iniciar una guerra nuclear. Y es apenas necesario mencionar las razones por las cuales cualquier dirigencia iraní estaría preocupada por la disuasión, bajo las circunstancias existentes.

No cabe duda de que el régimen es una seria amenaza para gran parte de su propia población – y desgraciadamente, no se puede decir que sea un caso único desde ese punto de vista. Pero la amenaza primordial para EE.UU. e Israel es que Irán pueda estorbar su libre ejercicio de violencia. Otra amenaza es que los iraníes buscan evidentemente extender su influencia a los vecinos Iraq y Afganistán, y también más lejos. Esos actos “ilegítimos” son llamados “desestabilizadores” (o algo peor). Al contrario, la imposición por la fuerza de la influencia sobre la mitad del mundo contribuye a la “estabilidad” y al orden, de acuerdo con la doctrina tradicional de quién es el dueño del mundo.

Tiene mucho sentido el intento de impedir que Irán se sume a los Estados con armas nucleares, incluidos los tres que se han negado a firmar el Tratado de No Proliferación –Israel, India y Pakistán– todos los cuales han recibido ayuda de EE.UU. para el desarrollo de armas nucleares y siguen recibiendo esa ayuda. No es imposible acercarse a ese objetivo por medios diplomáticos pacíficos. Una actitud, que goza de abrumador apoyo internacional, es emprender pasos significativos hacia el establecimiento de una zona libre de armas nucleares en Medio Oriente, incluidos Irán e Israel (aplicado también a fuerzas de EE.UU. desplegadas en el área); mejor todavía si se extiende al Sur de Asia.

El apoyo para tales esfuerzos es tan fuerte que el gobierno de Obama se ha visto obligado a aceptar formalmente, pero con reservas, que: crucialmente, el programa nuclear de Israel no debe ser colocado bajo los auspicios del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), y que no se debe pedir a ningún Estado (lo que quiere decir EE.UU.) que divulgue información sobre “instalaciones y actividades nucleares de Israel, incluida información relacionada con anteriores transferencias nucleares a Israel”. Obama también acepta la posición de Israel de que toda propuesta semejante debe estar condicionada a un acuerdo de paz exhaustivo, que EE.UU. e Israel pueden seguir retardando indefinidamente.

Este estudio no se aproxima en nada a ser algo exhaustivo, sobra decir. Entre tópicos importantes que no son considerados es el cambio en la política militar de EE.UU. hacia la región Asia-Pacífico, con las nuevas adiciones al inmenso sistema de bases militares que tiene lugar ahora mismo, en la Isla Jeju frente de Corea del Sur y en el Noroeste de Australia, todos elementos de la política de “contención de China”. Estrechamente relacionado está el tema de las bases de EE.UU. en Okinawa, a las que se ha opuesto acremente la población durante muchos años, y una continua crisis en las relaciones EE.UU.-Tokio-Okinawa.

Revelando lo poco que han cambiado las presunciones fundamentales, analistas estratégicos estadounidenses describen el resultado de los programas militares de China como un “clásico ‘dilema de seguridad’ por lo cual programas militares y estrategias nacionales consideradas defensivas por sus planificadores son vistos como amenazadores por el otro lado”, como escribe Paul Godwin del Foreign Policy Research Institute. El dilema de la seguridad aparece respecto al control de los mares frente a las costas de China. EE.UU. considera su política de control de esas aguas como “defensiva”, mientras China la ve como amenazante. Ni siquiera es imaginable un debate parecido respecto a las aguas costeras de EE.UU. Este “clásico dilema de seguridad” tiene sentido, de nuevo, sobre la base de la presunción de que EE.UU. tiene derecho a controlar la mayor parte del mundo, y que la seguridad de EE.UU. requiere algo que se acerca al control absoluto del globo.

Mientras los principios de la dominación imperial han experimentado poco cambio, la capacidad de implementarlos ha disminuido considerablemente a medida que el poder se ha distribuido más ampliamente en un mundo que se diversifica. Las consecuencias son muchas. Es, sin embargo, muy importante recordar que –por desgracia– ninguna disipa las dos oscuras nubes que se ciernen sobre toda consideración de orden global: la guerra nuclear y la catástrofe medioambiental, que amenazan ambas la decente supervivencia de la especie.

Al contrario, ambas amenazas son siniestras, y aumentan.