Rosca y astrología: una lectura de “El ente” de Luciana Strauss
Por Boris Katunaric
¿Cómo se lee la política? ¿Desde dónde leemos la política? Son preguntas que nos hacemos todo el tiempo y lo hacemos, tal vez, en cada libro que leemos. Estamos seguros, y Ricardo Piglia está de acuerdo, en que la política es una gran ficción. El discurso político es un relato, tiene su estructura, es una voz que habla la política, el poder. Pero, como también sabemos, relaciones de poder hay en todos lados. Relaciones de poder que se establecen a partir de una ficción. ¿Y por qué algo ficticio, como lo es el lenguaje político, no puede estar teñido de recursos fantásticos, hipérboles, magia? ¿No es bastante, además de vacío, mágico el discurso meritócrata de Cambiemos?
De Kafka al a los choripanes, de la burocracia estatal al tarot y del realismo sucio al realismo mágico, El ente (Alto pogo 2019) de Luciana Strauss, recorre los caminos de diversos personajes dentro de una fauna hostil. La rosca política funciona como el alambre que encadena y además conduce la electricidad que nos genera la lectura de estas historias. Con humor e ironía, la autora marca el devenir de una serie de empleados públicos entre biblioratos, archivos y oficinas oscuras. Las pequeñas y grandes miserias humanas abundan entre el caos y la corrupción.
Como dice Marcelo Guerrieri "El Ente es única en su especie, es una novela de aventuras, una novela sobre la búsqueda del amor, una novela sobre las relaciones de poder, una novela sobre el trabajo en el Estado, una novela realista, una novela fantástica. Cualquiera de estas afirmaciones es correcta y errónea al mismo tiempo".
Un componente de terror pone en una balanza equitativa las palabras “ente” y “entidad”. Funciona como nexo entre lo real y lo mágico, un submundo, o mundo paralelo en el que, de la misma forma que en el mundo de los humanos, las roscas políticas, los desastres naturales, y todas las pequeñas y grandes miserias aparecen en un cajón de escritorio, lleno de forros, caramelos y sahumerios de pachuli.
La protagonista de esta novela, Laura, lucha porque la reconozcan como profesional y así le paguen el sueldo que corresponde. Rolly, un sindicalista de los más rancios, lucha contra su propia extinción y promete puestos y arregla cosas por fuera de la junta. Nelly, una mujer de las más antiguas en la empresa, lucha por cambiar su fecha de ingreso para poder seguir trabajando diez años más.
Problemas cotidianos, burocráticos, que a lo largo de la novela se emparentan con otros problemas más universales, van desembocando en cuestiones de clase, de género y, por sobre todas las cosas, de poder. El machirulismo chorrea, agobia, es obsceno y determinante.
“Sube la última escalera, oscura y empinada, hasta una puerta angosta de chapa abollada. Patea y entra. Al fin, el Rolly en lo más alto. Prende un pucho y le da una pitada larga y profunda. Cómo se cogería a la nueva en su emporio. Después de comerse un chori y darse un pase. Así, de una, la agarraría de la cintura y le diría dale, piba, no te hagas la boluda, vos querés, date vuelta, dale que te gusta. Se sienta en el cemento húmedo y se moja el culo. Prende fuego el paquete de puchos vacíos".
Una única llave que abre la única puerta que da a la terraza en todo el Ente es también objeto y territorio de disputa. La escalera al cielo, al paraíso de los estatales es un poder que se detenta y utiliza, así como también es territorio de placer sexual o de abuso.
Por su tono tragicómico, su lenguaje transparente, El ente es una novela de denuncia de la experiencia laboral en el Estado. Pero al mismo tiempo es una novela fantástica.
Los delirios astrológicos y las ánimas que pueblan los cajones de los escritorios, además de llenar de una irrealidad tan sana como necesaria, funcionan como pequeños bloques de aire, respiraciones fundamentales para subsistir ante el agobio de una realidad cruda y terrible. Ese es un valor fundamental, que el imperio de lo real no hegemonice la ficción, que esté contaminada de recursos fantásticos, de presencias supraterrenales, la hace una novela auténtica.
Eso también hace al ritmo de la lectura, es una forma de salir del encierro del cemento realista de un edificio público, Subir la escalera hasta la terraza y mirar el cielo, salir del encierro, sentir placer, comer duraznos.
Luciana Strauss (Buenos Aires, 1980) es socióloga y docente universitaria. Es coordinadora Académica del IDAES en el Centro Universitario de San Martín, sede de la UNSAM que funciona en la Unidad Penal 48 de José León Suárez. Es docente de Taller de Redacción (IDAES/CUSAM) y de Escritura y Argumentación (IDAES/UNSAM). Entre 2012 y 2017 fue directora de la colección Sociales en debate y editora de la Revista Ciencias Sociales, ambas de la UBA. Desde 2014 co-coordina el proyecto social y artístico Las Armas junto a Marcos Perearnau. Publicó el cuento "Los perros azules" en la Revista Carapachay, fue ganadora del concurso Aguafuertes Sociales (2013). El Ente fue finalista del Primer Concurso de Narrativa Bernardo Kordon, organizado por las editoriales Conejos y Paisanita, y es su primera novela.