Malena Saito: la poesía que va a permanecer

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RESCATE EMOTIVO

Malena Saito: la poesía que va a permanecer

28 Mayo 2023

Hace unas semanas, fui invitado a elegir ejemplares de una biblioteca privada que iba a ser fragmentada y reconstruida por una mudanza. En esos anaqueles pude ver libros de los años 70, un Freidemberg original editado en el 73, un Tuñón intonso editado por Mangieri, un libro de Althusser, El porvenir es largo, con unas páginas subrayadas y otras arrancadas. Marcas y signaturas de años y años, una obra de teatro de Gorki con su gacetilla adentro: año 1982, jornadas del histórico Teatro Abierto; un inhallable de la Gambaro, firmado, entre otros ejemplares de una colección insignia del Centro Editor de América Latina: Narradores de hoy. Una colección heterodoxa que iluminaba a sus lectores con el brillo de “Lo Contemporáneo”.

Evocando distintas conversaciones que tuve en mi cabeza con un amigo que se fue hace dos meses recuerdo que en una de nuestras últimas charlas me dijo, señalando un libro de Malena Saito, “la mejor de nuestros contemporáneos, la que va a permanecer”. No seguimos en esa discusión porque teníamos, como en un diálogo eterno con la sombra del recuerdo, otras pendientes. Sin embargo cuando la leo me pregunto ¿en qué medida somos contemporáneos de nuestros contemporáneos? ¿Por qué un texto permanece?

Los encantamientos, de Saito, tiene el aura de esos libros que permanecerán. Editado por Santos Locos Poesía en el año 2021 (ahora, en proceso de reeditarse) es su segundo libro de poemas. Por su fecha de publicación, tiene la imborrable marca del tiempo suspendido, de la inminencia de los acontecimientos y del enclaustramiento.

Aunque fue escrito, claramente, antes de esos acontecimientos, su atmósfera poética tiene como principal escenario la Casa, en donde cada elemento cotidiano está envuelto en una multiplicidad de sentido: las invariables cajas de mudanza, llaves que generan intrigas, fotos ajenas de otros inquilinos, cubiertos que se pierden y la turbadora sensación de novedad. Leemos entonces, “No puedo dormir en mi casa nueva/ ¿cuándo se extingue/ la novedad?/ hay demasiados ruidos/ dicen que es una chapa que se ha soltado/ y ahora da golpes secos contra mi ventana/ pero no hay patrón sonoro, no lo encuentro/ si tan solo pudiera dibujar un mapa, trazar cada sonido (...)”, seguido de “Tuve tantas llaves entre mis manos que no me acuerdo/ si alguna fue importante (...)”.

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Tapa los encantamientos

Desfilan en sus poemas casas presentes, memoradas o casas fantasmales que se niegan a abandonar la mente de quien escribe “quién puede llamar/ hogar/ a una casa que/ ya no tiene ninguna cosa que diga su nombre/ es que creo que me dejé algo/ no sé qué es/ capaz en el sótano/ hay todavía/ una foto (…)” y también “Tuve una primera casa que era hermosa/ el sol la inundaba y era un caldero de calor y de personas/ la biblioteca presidía el comedor (...)”.

Escrito entre mudanzas, el libro tiene imágenes en donde los objetos, las voces y las protagonistas se superponen, se confunden y generan situaciones límite “Hoy encontré/ el perfume de la dueña anterior/ en un estante/ su amante podría confundirnos/ perdido en el medio de la noche/ entrar/ acercarse/ y no notar la diferencia.”

En su poética, la Casa también es ese ente que hospeda engañosamente y que puede ser hostil, “Bajé por las escaleras y pensé/ esta es mi casa/ estas son mis cosas/ todo lo que está acá/ es mío/ recién ahora/ esta es mi casa/ y aún así/ qué rara me siento entre estas paredes/ como si adentro de ellas hubiera otra casa/ que me mira/ y se pregunta/ quién es la extranjera/ (...)”, esta sensación es sostenida en toda la serie de la Casa y se continúa así en otro poema, “Es de noche y un cuarto/ el de la entrada/ mi cuarto/ se llenó de moscas/ tardaron horas en/ aplastarlas los hombres de la casa, con sus escobas(...)”. Lentamente la Casa, que también es el espacio poético donde los poemas se articulan, se repliegan, toman forma, habitan el libro, se va llenando de personas y de sospechosos animales que enrarecen el espacio “En el cuarto que da a la vereda/ ha aparecido un armadillo muerto/ como una ofrenda”. Esta atmósfera cotidiana y enrarecida intima con la poética de Estela Figueroa y con la de la chilena Cecilia Casanova, que ejercen en la meticulosidad del detalle el señalamiento del desastre.

Los encantamientos tiene la imborrable marca del tiempo suspendido, de la inminencia de los acontecimientos, y del enclaustramiento.

En Los encantamientos, ejercer la palabra es un gesto desarticulador de rituales que lleva a fijar lo errante y a desatar lo fijo, como quien dice. En una línea que llama a Margarita Roncarolo, leemos “Mi maestra que era poeta y peronista/ me enseñó a lavar los trapos/ y secarlos al sol/ en esta casa nadie sabía/ cómo (...). La palabra, además, es la delegada en construir una visión del mundo aunque la permanencia o la seguridad de lo estable siempre está negada o puesta en duda, “Ahora sé/ que cada palabra tiene adentro/ la capacidad de/ construir un terreno/ campo fértil/ para el desastre”.

Para Saito, la poesía es dinámica y fugaz, como una práctica inestable y nunca definitiva que siempre vuelve al punto de partida. Ahí están, por ejemplo, los poemas de la pequeña serie “En el bar donde paso todas las horas y transpiro/ nadie me reconoce”, cuya última cláusula va cambiando ante cada repetición “hay/ un hombre de camisa blanca/ ocupado en asuntos que parecen llevar la palabra”, o “hablaron ayer/ sobre cómo matar/ a una gallina” o “hay un pozo/ un espacio negro que no tiene final visible” o “hay una idea fascinante/ que nos envuelve como un fantasma/ pensar que vivir/ tiene que servir para algo”. Cada una de las modificaciones lleva a una deriva distinta que termina con un nuevo descubrimiento.

En sus poemas, el texto nunca es inmóvil, sino que es un eje de relaciones. El libro comienza, avanza, se enrarece como un eclipse y continúa en esa permanente mutancia de sentidos, buscando lo nuevo como arte poética “ir hacia lo nuevo/ lo nuevo/ fue el horizonte que me mantuvo/ con aliento/ ahora siento que/ necesito otro horizonte/ puedo oler su frescura/ puedo sentir que me espera”.

Esas instancias, anclan la poética de Malena Saito dentro de las oscilantes placas tectónicas de lo contemporáneo, migraciones, mutancias, imprevisibilidad, cinética de imágenes y la ubican en un lugar destacado. Leerla es una experiencia eléctrica, es aferrarse a una fe.