Gabriel Cortiñas: ‘“Apellido’ remite a apelación, a algo que vuelve, a un llamado que se repite”

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HABLAR DE LITERATURA

Gabriel Cortiñas: ‘“Apellido’ remite a apelación, a algo que vuelve, a un llamado que se repite”

30 Julio 2023

Gabriel Cortiñas (Buenos Aires, 1983) es docente en la Universidad Nacional de las Artes, codirige la revista y editorial Rapallo, también publicó los libros La recidiva (La uÑa RoTa, Segovia, 2019), Cuaderno del poema (Palabras Amarillas, Buenos Aires, 2017/ Marginalia, Valparaíso, 2023), Pujato (Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2013/ Vox, Bahía Blanca, 2014), Hospital de campaña (FCPJH, Madrid, 2011/ ClubHem Editores, La Plata, 2017) y la plaqueta La fecha de vencí (Ascasubi, Buenos Aires, 2020). En 2013 obtuvo el Premio Casa de las Américas, mientra que en el 2011 recibió el Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro por su labor poética. Se graduó en Letras por la Universidad de Buenos Aires. En conversación con Fractura, el suplemento literario de AGENCIA PACO URONDO, habló sobre el quehacer poético en general, y sobre sus libros en particular.

Dice Violeta Kesselman sobre Apellido: “La estabilización del sentido no es una derrota de un programa vanguardista; por el contrario, termina de volver a ese programa decididamente renovador y en Apellido comienza algo nuevo para la escritura de Gabriel Cortiñas (pero también para el conjunto de la poesía argentina actual). Es una manera de lidiar con los materiales de política que pone en escena con nitidez insólita dos experiencias políticas clave, el feminismo y el peronismo/ kirchnerismo, las somete (como a todos los demás insumos textuales) a una altísima presión discursiva, y las hace emerger, en medio de la velocidad y el ruido insoportables, como una orientación lingüística y política legible y tangible”.

“Cada uno de los libros de GC se desarrolla a partir de un tema, en un sentido musical: un motivo que retorna y desde el cual se organiza el texto. En Hospital de Campaña, la escuela es la avanzada más o menos precaria del Estado; en Pujato (su libro central, ganador del premio Casa de las Américas, publicado en una editorial ya clásica de la poesía argentina reciente como es VOX), la expedición a la Antártida evoca un orden peronista nunca terminado de establecer, divergente a los ya narrados por las distintas corrientes historiográficas; en La recidiva, el cáncer aparece de principio a fin”.

“La unidad de medida de Apellido no es cada uno de los textos en prosa que lo componen sino los sintagmas en los que cada uno de esos textos se descompone, sintagmas a veces a medio terminar, con frecuencia sin ilación entre sí, que cada tanto conforman un micro sistema interno, superficial, que no llega a tener el poder organizador de un tema –precisamente lo contrario a lo que se esperaría de un apellido, que es uno de los ejes organizativos de la sociedad.

Apellido está construido casi en su totalidad con la fragmentariedad paranoica del lenguaje en código, que no puede revelar el sentido completo en ningún momento. Pero hay otra versión. El texto de las “bóvedas de Lázaro” es elocuente y ofrece una transformación de la lectura. En él la palabra que funciona como estribillo es ‘Estaríamos’, el epítome de la conjugación periodística vendedora de basura, des-asertiva, engañosa, que toma lo peor de las pasiones de la sociedad para exacerbarlas: la opinión liviana, la irresponsabilidad, el cualunquismo –a tal punto está codificada la forma que el estaríamos pasó al habla en tono sarcástico mimando el uso periodístico (‘estaríamos llegando tarde’). Este fragmento, a diferencia de los demás, está claramente organizado a partir de esa flexión verbal mediática que machaca una y otra vez con las ‘bóvedas de Lázaro’ y pone en escena los ridículos operativos ordenados en distintos momentos por Marijuan y Bonadío en el marco de la persecución a Cristina. A partir de ese pasaje, que está en la exacta mitad del libro, el ruido textual empieza a cobrar otro sentido”.

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Tapa de apellido

Agencia Paco Urondo: ¿Qué tres poetas reeditarías?

Gabriel Cortiñas: A Roque Dalton, a Víctor Valera Mora y a Carmen Berenguer, aunque a dos ya editamos en la revista Rapallo, que sería como una reedición, también.

APU: Nombrá tres poetas en lengua castellana y tres en otras lenguas que admires.

G.C.: Bueno, lo que causa sorpresa siempre va cambiando porque después de un tiempo, ese efecto se desgasta, pero también es cierto que hay poetas que tienen la capacidad de hacerlo durar un poco más. Hoy diría Roque Dalton, una vez más, incluso porque creo que hay una gran parte de su obra que sigue lamentablemente desconocida y es muy rica en experimentación; Virgilio Piñera, sobre todo El oro de los días,  y Pablo de Rokha; y después en otras lenguas diría: Oswald de Andrade, William Carlos Williams, el Paterson, y Bertolt Brecht, sobre todos sus obras de teatro.

APU: ¿Con qué poeta te irías una noche de gira?

G.C.: Con Oliverio Girondo.

APU: Así de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?

G.C.: El de la película Apocalypse Now y el de Pedro Páramo.

APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?

G.C.: De chico escribía canciones para tocar, supuestamente, con una guitarra, algo que nunca hice.

APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?

G.C.: Diría que no, que depende del momento y de aquello que estoy escribiendo.

APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?

G.C.: A la salud de los muertos, de Viciane Deprest.

APU: Tu último libro que acaba de salir se llama Apellido ¿Cómo fue el proceso de escritura y por qué ese nombre?

G.C.: El libro nace del cruce de dos cosas diría, algo que aparece en el hacer y, después, algo que me propongo. Aparece un tipo de poema que es lo último que escribo de La recidiva, mi libro anterior, unos bloques que hacían de contrapunto con los poemas en verso y que, a su vez, le daban semánticamente la espalda al grueso de ese texto. Me quedo con eso, me interesa esa correa que había aparecido y ese son, por decir, ese ritmo. A la vez, me propuse ir en contra de algo que siempre se me había impuesto y era que los libros tuvieran un mallado temático que funcione como aglutinante de los poemas; entonces, ir en contra de eso para que quede ahora en primer plano ese sonido o ruido y ver qué pasaba. Así lo fui armando, entre 2016 y 2019.

Después, el nombre tiene varios sentidos y a todas las personas que me preguntaron les devuelvo la pregunta. Para mi sorpresa, le encontraron siempre distintas razones y todas me parecieron potentes. En sí, la palabra remite a apelación, a algo que vuelve, a un llamado que se repite, incluso también a grito de guerra; además, obviamente, del uso actual o más conocido como nombre de familia.

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tapa cuaderno del poema

APU: La mayoría de tus libros se publicaron primero en otros países (como España y Cuba) y luego acá, incluso La recidiva, el libro que mencionabas, aún no se editó en Argentina, y ahora sale otro en Chile, ¿por qué creés que sucede?

G.C.: Bueno, hay cosas que se dan y después hay que ver qué hace uno con eso. La respuesta es bien sencilla, siempre fui malo para la rosca editorial, para las relaciones sociales en ese ámbito, o al menos que involucraran el tema de la edición. No lo digo en detrimento de quienes lo saben hacer y bien, sino como una falta mía. Enviar a un concurso era una forma de solucionar ese problema o dificultad, lo mando, si sale, sale y no tengo que hablar con nadie, y si no, sigo intentando. Así salieron Hospital de campaña y Pujato, así se fueron dando las cosas. A su vez, esos libros se editaron también acá, a posterior. Después cuando uno mira en retrospectiva, es cierto que se ve algo de ese “camino” si se quiere, pero es más azaroso que buscado, es lo que cada uno puede hacer con lo que escribe. Lo de La Recidiva que mencionaste, si bien salió en España, surgió de una pregunta muy simple que me hizo Carlos Rod, el editor, acá en Buenos Aires acerca de qué estaba escribiendo, le conté, se lo mandé, le gustó y lo publicó, no hay mucho más que eso. Si hubiera sido de Sarandí o de Montevideo era lo mismo; y lo de Chile es distinto porque es una reedición de un libro que sí salió primero acá, Cuaderno del poema, editado también por Palabras Amarillas, la misma editorial de Apellido.

APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?

G.C.: Bueno, no sé si aprenderse en términos totales, pero sí ayuda y mucho transitar un espacio de taller, y con esto no me refiero a ir a un taller literalmente sino a someterse a la crítica, que en definitiva, es en lo que se transforma un taller si cumple su función, al menos para mí. Puede ser un taller grupal, uno individual, puede ser una devolución sincera y comprometida de alguien a quien uno respeta, a eso llamo taller y sí, creo que sirve, después cada quien hace su camino.