Fabio Mazía: “Con dogmas del pasado no se puede ganarle a los que te venden futuro y tecnología hipereficiente”

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    Fabio Mazía
HUMOR DISTÓPICO

Fabio Mazía: “Con dogmas del pasado no se puede ganarle a los que te venden futuro y tecnología hipereficiente”

27 Noviembre 2022

La realidad acorrala a la ciencia ficción: el milenio entra en el primer cuarto de siglo con una pandemia a cuestas y la amenaza de una tercera guerra mundial late en las pesadillas de la conciencia popular y en los anhelos de la industria bélica. Las fronteras y el tiempo son licuadas por la digitalidad. El corazón se arrodilla y suplica piedad a la pantalla.

Ezequiel Zaldívar es un joven diseñador criado en los noventa, decisivo en el triunfo electoral de Estrada, el presidente viejo que convence a la mayoría con el lema Vender la Patria es favorecerte. Votá por vos. Votá por la venta. Juventud Estradista. Google compra el país a cambio de un millón de mangos gringos para cada argentino y le organiza la salida al extranjero. El tiempo se acaba.

La letra de su apellido hace que su egreso se ordene en los últimos lugares. Buenos Aires está desierta y el Estado ya no existe. Google Army tiene fecha de desembarco y las cosas parecen no salir como lo que prometió el contrato. Juan Zaldívar, su padre, cambia inesperadamente y se alista en la organización armada de súper veteranos “Grupo de Recuperación Nacional”. Los destinos de la Patria y la relación entre un padre y su hijo enredados en el absurdo, un espejo sórdido de lo que vendrá. El agua crece.

Tras la publicación en 2018 del libro de cuentos Como mandriles agresivos, Qeja ediciones, publica La Venta. Fractura, el suplemento literario de Agencia Paco Urondo dialogó con el escritor acerca de su primera novela, los inicios en la escritura, la relación escritor/editorial y las temáticas que aborda.

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo nace el vínculo con la literatura?

Fabio Mazía: Empecé a ir a talleres literarios a fines de los noventa, más que nada como algo lúdico, para pasar el rato, sin demasiadas pretensiones. Después me fui a vivir a España y allí traté de seguir yendo a talleres, pero los que elegí eran muy diferentes a los que había ido acá, estaban enfocados más que nada en como entrar al mercado editorial y en cómo transformarse en escritor profesional, algo que no me interesaba para nada, así que dejé de ir. Intente escribir por mi cuenta, con escaso éxito, porque soy de los que necesita presión para hacer las cosas. Cuando volví a Argentina, boludeando en Facebook descubrí el taller de Leticia Martín y me gustó el nombre: Narrar lo extraño. Como en esa época ya estaba enganchado con la ciencia ficción, me anoté, y desde ahí empecé a escribir regularmente, siempre con ánimo de divertirme y pasarla bien.

APU: ¿Y la idea de escribir La venta?

F.M.: Cuando vivía en España y venía cada tanto a Argentina de vacaciones me encontraba con que todos mis conocidos me decían “no vuelvas más”. De ahí me surgió la idea de una especie de candidato medio mesiánico que decía que la única solución para Argentina era vender el país y darle un millón de dólares a cada habitante con la condición de que abandone el territorio nacional. Con esa idea en mente intenté escribir algo, pero todo lo que me salía era pésimo. Ahí me di cuenta que una idea en literatura no es suficiente, no alcanza, hace falta un montón de cosas más. Sin embargo, la idea me seguía atrayendo y cuando volví a vivir al país empecé a tomarme más en serio el proceso de escritura y en diferentes momentos, con ayuda de gente que sabe mucho más que yo de literatura (Leticia Martín, Ariel Pichersky y Hernán Vanoli), le pude dar forma a la novela. Pude crear una trama con sus personajes, encontré una voz y después de varias reescrituras e intentos fallidos, pude terminar La venta.

APU: ¿Cómo fue el proceso de creación?

F.M.: La idea surgió mucho tiempo atrás, pero no era nada, era un comienzo nada más, casi un gag. En 2018 me lo tome realmente en serio, entré al taller de Ariel Pichersky que me fue aconsejando y en paralelo también comencé a ir al taller de Hernán Vanoli, que también me hizo valiosas sugerencias. Por ejemplo, que la novela en realidad trata sobre la relación entre un padre y un hijo en medio de circunstancias extraordinarias. Así llegué, después de dos años, a una primera versión que no funcionaba. Ese momento fue frustrante y estuve a punto de abandonar, pero Vanoli me aconsejó que la escribiera en tercera persona, que así iba a fluir mejor; y con Pichersky descubrí una  manera para escribir los capítulos dándole un capítulo al padre, otro al hijo y así. Ahí la cosa empezó a fluir y por primera vez me gustaba lo que iba leyendo, fueron apareciendo personajes nuevos y posibilidades que ni siquiera había tenido en mente cuando arranqué. A fines del 2020, por fin, tuve una versión que me gustaba y ahí empecé a darme cuenta que La venta era una novela posible.

Con respecto al rol de la editorial Qeja, nunca me presionaron ni me pusieron plazos para terminar, me dejaron tranquilo para tomarme el tiempo necesario y tener una novela que sea lo mejor posible. Me alentaron y me esperaron, más no se puede pedir.

“Todo lo que eran futuros lejanos e improbables, de alguna manera, ya está pasando. Te podría decir que la ciencia ficción en algunos aspectos ya es casi costumbrismo”

APU.: Durante la escritura de tu primera novela ¿Cuáles son las diferencias que experimentaste en relación a la escritura de cuentos?

F.M.: Te diría que un cuento, con una buena idea, puede funcionar. En cambio una novela, por más que la idea inicial sea buena, no es suficiente. Hay que tener en cuenta otras cosas e ir encajando un montón de piezas para que al final quede algo legible, interesante y entretenido.

APU: Si tuviéramos que relacionar la novela con otros libros ¿Qué obras podés vincular con La venta

F.M.: Te puedo nombrar varios autores a los que les “robé” cosas. De Stephen King me encanta cómo desarrolla tramas complicadas, pero que se leen fácil y además siempre tiene en cuenta que no hay que aburrir al lector. De Kurt Vonnegut me encanta esa mirada desesperanzada respecto a la humanidad, pero que a la vez es cálida y divertida. De J.G. Ballard me atrae cómo coloca a sus personajes en situaciones donde, en un principio, confían en el cambio, pero después, por distintas circunstancias ajenas a ellos, todo se tuerce. Y también, por sugerencia de Hernán Vanoli, tuve en cuenta La carretera, de Cormac McCarthy, en lo que tiene que ver en cómo se desarrolla la relación entre un padre y un hijo en una situación catastrófica. Obviamente, no tengo el talento ni la experiencia de todos ellos, pero bueno, a todos les intenté robar algo de su genialidad.

APU: Antes del 2020 las creaciones sobre un mundo puesto en jaque eran obras que podían movilizar la imaginación, pero se convenía en que, por lo general, las personas no considerábamos probable que eso fuera a suceder. Eso ya no está tan firme ¿Qué tiene la ciencia ficción que ampara el desarrollo de temáticas latentes e inverosímiles?

F.M.: Todo lo que eran futuros lejanos e improbables, de alguna manera, ya está pasando. Te podría decir que la ciencia ficción en algunos aspectos ya es casi costumbrismo. A mí lo que me da la ciencia ficción es la posibilidad de jugar, de entrar en un género donde las reglas son flexibles y donde todo es posible. Escribir sobre la realidad me aburre. Me gusta y me interesa leer obras realistas, pero no me sale escribir sobre el aquí y ahora.

APU: ¿Por qué la ciencia ficción parece estar condenada a la distopía? ¿Pensás que el futuro es inevitablemente adverso?

F.M.: Casi todas las obras futuristas son bastante oscuras y poco alentadoras, creo que es porque funcionan mejor así y son más divertidas de escribir. Pero no creo que el futuro tenga que ser adverso sí o sí. Me parece que en todas las épocas se pensaba que esa era la peor época posible. Tengo un sentimiento dual al respecto: a veces creo que se va a ir todo a la garcha y otras veces creo que el nivel de sobreinformación que manejamos hace que nos preocupemos por cosas que ni siquiera sabemos si en realidad están pasando.

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Tapa la venta

APU: Está la idea de las multinacionales y trasnacionales como poderosos actores bélicos y reemplazantes del actual Estado. ¿Qué datos y/o indicios de la realidad podemos pensar que abonan la posibilidad de que se desarrolle este proceso?

F.M.: No tengo datos, sólo intuiciones, como cualquiera. Creo que hoy estas nuevas plataformas tecnológicas transnacionales, más allá de su tremendo poderío económico, cuentan con varias ventajas adicionales: pueden estar en todos lados sin la necesidad de estar físicamente y, sobre todo, cuentan con la simpatía de la gente porque tiene una flexibilidad tremenda para adaptarse a las nuevas ideologías o a los movimientos que van surgiendo. Por otra parte, a la mayoría de los usuarios no les interesa lo que puedan hacer Tik Tok, Youtube o Instagram con sus datos, ellos sienten que es una transacción justa y que se les da mucho a cambio de poco. Hoy son lo nuevo y, más allá de los escándalos que puedan surgir cada tanto, siguen siendo instituciones casi impolutas. Esa imagen de perfección, ligada a una tremenda eficiencia tecnológica, genera una confianza excesiva que no tengo claro en qué puede terminar. Su punto débil es cuando se humanizan, cuando aparecen los dueños en sus jets, vacacionando en sus islas privadas, o diciendo boludeces en Twitter, pero tampoco es que la gente deje de usarlas por eso. Pero por alguna razón, por ahora la humanidad no termina de entregar por completo el gobierno del mundo al algoritmo, quizás por el hecho de saber que están manejados por gente codiciosa, infantil, egoísta y nada empática. Pero como te decía al principio de la pregunta, son sólo intuiciones mías, nada más. 

APU: El absurdo y el sarcasmo con el que se abordan tópicos representativos de dos generaciones como los 70 y los 90, y la coincidente entrega a los valores del capitalismo, con sus rasgos de época, pincha el globo de la pavada actual. ¿Cómo ves el panorama cultural actual? ¿Es posible romper el cerco y ganarle a “Google”?

F.M.: No se puede ganarle a los que te venden futuro y tecnología hipereficiente con dogmas del pasado, debería surgir algo nuevo y superador. Tampoco me parece que necesariamente haya que romper el cerco, pero hay grietas por donde pasan cosas. Por ejemplo, cuando Youtube se creó ni se les pasó por la cabeza a sus fundadores que iban a tener que pagarle por el contenido a los creadores. Ese hackeo, por llamarlo de alguna manera, me parece maravilloso.

“Tengo un sentimiento dual al respecto: a veces creo que se va a ir todo a la garcha y otras veces creo que el nivel de sobreinformación que manejamos hace que nos preocupemos por cosas que ni siquiera sabemos si en realidad están pasando”.

APU: Mayoritariamente la novela alterna la perspectiva por capítulos entre el hijo y el padre para desarrollar la historia y descubrir a los personajes ¿Cómo fue este proceso constructivo?

F.M.: Las primeras versiones eran en primera persona, todo desde el punto de vista del hijo y no funcionaba, el personaje era demasiado cínico y se volvía agotador para leer y también para escribir. En cambio al pasarlo a tercera persona y darle un capítulo a cada protagonista me encontré con algo mucho más interesante y humano para contar.

APU: El joven Ezequiel parece incapaz de sensibilizarse a lo que significa para millones las políticas que contribuyó a ejecutar. Sin embargo un perro robot, mascota del futuro, lo impulsa a arriesgarse como no lo haría por ningún humano ¿Qué factores pensás que median en éstas conductas?

F.M.: Ezequiel se une al dogma imperante y este después se le vuelve en contra. Al final él también es una víctima, a pesar de que cree que está zafando y surfeando la ola. Ezequiel cumple con todo lo que le exigieron y ni así puede lograr lo que se propuso al principio. A medida que fui avanzando con la escritura me encontré con la paradoja de que en las conductas del perro robot, Ezequiel en su soledad, empieza a percibir la humanidad y la solidaridad que no estaba encontrando a su alrededor.

APU: ¿Qué podés contarnos acerca del proyecto en la estancia La Morada?

F.M.: Bueno, tanto que hablamos de distopía, lo que propone la editorial Qeja plantando un árbol por cada libro vendido me parece una hermosa utopía. Y para los descreídos, ahí está el lugar y los árboles plantados para que los vayan a visitar. Hasta los pueden regar si quieren.