Elena Anníbali: “Si me voy a pelear con alguien, va a ser con mi propio proceso creativo”

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    Elena Aníballi
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Elena Anníbali: “Si me voy a pelear con alguien, va a ser con mi propio proceso creativo”

24 Septiembre 2023

Elena Anníbali es escritora, docente y tallerista argentina, autora de libros como Tabaco Mariposa, Las madres remotas, El viaje; y ha recibido por su labor de poeta importantes premios y el reconocimiento de sus pares. En conversación con AGENCIA PACO URONDO, hizo un recorrido por sus preferencias a la hora de escribir.

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo empezás a recorrer el camino de la poesía?

Elena Aníballi: Creo que hay dos partes un poco diferenciadas, la escritura por el goce mismo, que es como la primera etapa de mi vida en la que, obviamente, uno comienza haciendo sus garabatos. Después de eso, entre los 25 y los 30 años, fue como coagulando un poquito más la conciencia de que eso podía convertirse en un oficio y con eso vienen los temas más relacionados a pulir, eso que uno trae como vocación, deseo, goce, comienza a darle más tiempo, más trascendencia como cualquier trabajo que cualquiera puede llevar a cabo.

APU: ¿Tus influencias o algún maestro, maestra, que hayas tenido? 

E.A.: Tengo una relación compleja con la universidad, Por un lado, absolutamente agradecida por las lecturas que me brindaron grandes profesores de la Universidad Nacional de Córdoba, sobre todo gente que estuvo más inclinada a ofrecernos lecturas de poesía, entre ellos estaba Julio Castellanos, que es escritor, profe que tenía un seminario de narradores y de poetas de Córdoba. Tuve la suerte de conocer allí a Glauce Baldovin, para mí fue una estrella, una guía. Susana Thénon, Irene Gruss, Diana Bellessi. Estoy nombrando a todas mujeres, pero la verdad es que es una constelación completa. También soy muy aficionada a la música y uno encuentra poesía no solamente en la poesía, sino en el cine (por ejemplo, el de Tarkovski), en el blues, en el jazz, en la narrativa, suponte, de Sara Gallardo. Leo un libro como Eisejuaz y no encuentro más que poesía. Es como una actitud, como un afluente, un río, un cauce que va recorriendo distintas disciplinas, distintas formas de expresión del ser humano y va tocando algunos puntos desde la emoción humana y de lo sagrado. Me parece que todo eso me ha formado de alguna manera y creo que esos han sido mis maestros.

APU: ¿Hay como un entrenamiento de la mirada, hay una manera de mirar esto? Independientemente de que hagas cine, música.

E.A.: A mí me sirve mucho hablar y escuchar, sobre todo, a la gente. Creo que escuchar es un acto de mucha valentía, porque significa despojarse del ego que uno tiene. Con mis amigos coincidimos en que la mirada de la infancia es, de alguna manera, fundante. Ese primer encuentro con las experiencias primarias y cómo uno es capaz de captar eso o no, a veces se da esa suerte de apertura en donde lo que está afuera, lo que es dado para todos, coincide con un espíritu o un intelecto o una sensibilidad que tiene la posibilidad de abrirse, de captar eso que finalmente termina siendo fundante y, de alguna manera, lo sigue buscando toda la vida. Siento que hay experiencias que han sido únicas, que no han sido trascendentes porque no han sido diferentes para mí como para los otros, si han sido diferentes la forma en que las he vivido. Es como una especie de epifanía, cuando se es más grande y ya se ha despojado de los últimos trapitos de la infancia, uno sigue buscando esa inocencia en el mirar, la capacidad de captar algo que está ahí, para todos, entrenar el ojo en ver lo que está más allá de lo real, sin entrar en disquisiciones filosóficas porque no soy filósofa. Es entrenar el ojo y buscar eso que ya perdimos, pero nos ha quedado como un rezago.

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APU: Hablabas del vínculo entre la poesía y la música. ¿Encontrás un parentesco?

E.A.: Creo que es necesaria la música y la poesía, y no es porque uno vaya a escribir un soneto y lo vayas a leer cantadito, sino porque en el verso libre, a medida que vamos hablando, lo hacemos con un cantito. Cortamos las palabras y las oraciones en lugares determinados. Eso es la constitución de nuestra lengua, una vez que lo llevamos a la poesía, estamos llevando nuestra propia identidad lingüística. Además, siento que hay algo que se construye en la poesía y que tiene que ver con el uso de los espacios, los blancos, los sonidos, las comas, los puntos, en la poesía es un lenguaje que se condensa. En una en una novela o en un cuento yo puedo extender la historia, en una poesía tengo que contarte algo en una, dos páginas. Todo lo que está ahí dispuesto arroja sentido desde lo visual, pero también desde los sonoro. Dónde pongo un silencio y por qué, cuándo bajo un verso y lo dejo solito y cómo ese verso termina siendo como una caja de resonancia donde adquiere un sentido distinto muy específico y singular, en referencia a los otros versos que están más arriba o abajo. Todo eso se trabaja, en poesía. Para mí, tiene que ver con el ritmo y la música de la lengua.

APU: ¿Leés en voz alta cuando estás haciendo un poema?

E.A.: Yo saco poemas de un tirón y no es porque tenga una capacidad especial, cada uno tiene una experiencia con la etapa de la producción. Después digo “acá no, acá tengo que bajar, esta palabrita no me gusta como suena”. Hay palabras que, hoy en día, pueden resultar intimidantes, o difíciles o que pertenecen a un registro que no tiene que ver con lo estrictamente literario, que se alejan. Uno va afinando un poquito donde puede. Y donde no puede, es que el poema ya no tiene salvación.

APU: Me gustaría saber cuál es tu materia prima, cómo empieza esa construcción no sólo del poema, sino también del armado de un libro o de un conjunto de poemas.

E.A.: Lo primero que a mí me sucede tiene que ver con esta oportunidad del mirar distinto, del mirar profundo. No sucede siempre, hay poetas que tienen la suerte de tener como una especie de de tiempo de escritura. A mi no me pasa, tengo como un instante de lucidez en que algo que está afuera o adentro, no importa el paisaje, hay algo en la sensibilidad que se abre, es el momento de apertura, de epifanía o de hierofanía como lo queramos poner, donde eso que estaba ahí, ese arbolito que estaba siempre a la vista, de pronto es visto a una luz distinta, alumbra una realidad que tiene que ver con el arbolito mismo, pero que también con algo que está más allá de sí y de mí. Ese es el momento en que yo tengo que apurar que el proceso para no perderlo. En mi caso, los procesos creativos provienen de tener una imagen, una visión, algo que tiene que ver con un instante visual, independientemente que pase adentro o afuera. Después, hay que amoldar esa imagen a la lengua, porque la imagen sucede en un instante de simultaneidad y en la lengua sucede un orden de “sucesividad”.

“El uso de los espacios, los blancos, los sonidos, las comas, los puntos, en la poesía es un lenguaje que se condensa”.

Ese es un instante de traducción en el que algo, evidentemente, se va a perder. Hay que empezar a negociar con la lengua, con las probabilidades y las posibilidades que tiene la lengua en la que escribimos y también ¿porque no? con nuestros propios recursos. Después viene el instante en que uno trabaja un poco más los poemas, donde se dice que entre estos 10 o 15 poemas hay algo que me resuena, que suenan en una misma frecuencia, se van armando series y, con mucha suerte, uno arma un libro. Y también el tiempo, porque puede suceder que unos poemas que escribí hoy resuenen con algunos que escribí hace 20 años. Uno va buscando, ahí, dónde está el libro. No me desespero tanto por publicar, me interesa más encontrar algo nuevo, que pueda romper con lo anterior. Cuando te instalas en un lugar de comodidad, sabés que si quieres seguir con el proceso creativo, tenés que correrte de ahí. Para mí, la única forma honesta de ruptura es conmigo misma. Si me voy a pelear con alguien, va a ser con mi propio proceso creativo

APU: Salió la antología Ediciones del Dock de poetas mujeres, contanos un poco sobre ella, quiénes participan y cómo fue el proceso.

E.A.: Hay 53 poetas antologadas de un total de 468 escritoras que mandaron material. Ha sido un proceso intenso, hermoso, de mucho aprendizaje, pensar y reflexionar. Parece que fuera solamente lectura, pero no estamos haciendo un recorte simple, sino que estamos tratando de evidenciar algo que está sucediendo ahora. Y me quiero correr un poco también de cierto sesgo pedagógico que, hoy, tienen las antologías, en el sentido de que lo que se está mostrando es aquello a lo que se debe ir o el nuevo canon o la forma en que se tiene que escribir o las maneras en qué se está produciendo la poesía. Me quedaría solamente con lo último, con la sensación de que esto es un muestreo de algo que está sucediendo ahora a nivel poético, no intenta decir estas son las voces de ahora y no hay otras. Quedaron un montón de chicas afuera porque era imposible, materialmente, sacarlas a todas. Fue muy importante también trabajar con autoras que no tuvieran todavía su libro en físico porque me hizo estar atenta a las nuevas maneras en que circula la poesía, se difunde, publica. Mi generación todavía conservaba el fetiche del libro físico, llegar a él era el instante de legitimidad. La juventud, las nuevas generaciones, ya no están tan atentas a eso, han generado sus propias formas de circulación y me parecía también muy importante que estuvieran. Muy honrada con el trabajo, con la posibilidad de hacerlo porque detrás está el trabajo de dos “monstruas” de la poesía como son Irene Gruss y Andi Nachón. Soy como muy ostentosa con los objetivos y tengo por ahí el fuego del grito, esta cosa más ostentosa y tengo series donde intenté trabajar con los silencios, con las imágenes más calmas más serenas, plácidas.

APU: Y la poesía te da la posibilidad de ser otro.

E.A.: Así como en el cuento, en las novelas, existe el sujeto narrativo en poesía también, está ese simulacro del yo trabajando todo el tiempo, y que aquello que en ocasiones creemos que parte de una de una extrema intimidad y que el yo lírico está absolutamente pegado al yo biográfico. Nunca o pocas veces es así, en el sentido en que ese yo es una construcción, un artificio más, es un lugar más de la retórica, como todas las otras herramientas que usamos para construir ese sujeto que nos va a guiar a través de una perspectiva que no necesariamente coincide con el nuestro. Mucha gente que no está acostumbrada a leer poesía, recae en esa idea de que todo lo que se lee en poesía es un acto de intimidad, donde está vibrando solamente el sujeto de carne y hueso, el autor por así decirlo, por utilizar un término caído en desuso.