Lost y la importancia de los finales

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Lost y la importancia de los finales

06 Junio 2020

Por Agustín Mina

Lost emitió su primer episodio en septiembre de 2004, mucho antes del boom de las series. En una época donde no se estrenaban series nuevas todos los días, Lost sacudió el tablero desde el principio, contando con el capítulo piloto más caro de la historia de la televisión hasta esa fecha. La serie de J.J Abrams y Damon Lindelof se convirtió rápidamente en un fenómeno aclamado por los televidentes y la crítica. Ganadora de múltiples premios, Lost pasó a formar parte de la cultura pop, siendo referenciada en diversas series y películas; Los Simpsons le dedicaron un capítulo entero en el que Homero se obsesiona con la serie. 

Sin embargo, de 2010 en adelante, para lo único que se menciona a la serie es para criticarla. Lost quedó como un recuerdo amargo en la mente de sus millones de televidentes, que incluso llegan a desaconsejar verla, a cualquiera que no la haya visto. ¿Por qué este cambio rotundo? ¿Cómo se pasó de una obsesión desenfrenada al total desprecio? Existe una sola respuesta a estos interrogantes: el final. 

Parecería ser, entonces, que son los finales los que definen cómo será recordada una serie, independientemente de su recorrido. Algo muy similar ocurrió con Game of Thrones. Otro fenómeno mundial que rompió todos los récords y se llevó todos los premios. No obstante, tuvo un cierre polémico, cuando menos, y pasó al olvido rápidamente. ¿Por qué no podemos conciliar un punto medio? ¿O es brillante o es una basura? ¿Un mal final borra temporadas enteras de éxito? De nuevo, parecería ser que sí. 

Por el contrario, series como Breaking Bad o Mr Robot, que no sólo fueron muy populares sino que lograron tener un final a la altura, se ganaron un lugar en el olimpo de las series.

Como norma general, los finales son complejos. Es difícil cerrar una historia, mucho más conformar a la audiencia de la misma. Quizá el problema radica en querer tirar la casa por la ventana con un último capítulo, en lugar de darle un cierre coherente y a la altura del universo que creaste. Sin dudas, es imposible conformar a todo el mundo, y habrá quienes hayan disfrutado el final de Lost, como quien no haya quedado conforme con el de Breaking Bad. De lo que tampoco hay dudas es que, si los hay, son minoría; y esto es algo que ocurre con los finales en general. Son pocos los finales que logran satisfacer, al menos, a un número considerable de sus fanáticos, por no decir a una mayoría. Existen algunos casos menos extremos, como el de la brillante Mad Men, que supo cosechar un gran éxito y tuvo un final que no sería aclamado, pero que tampoco la dejó en el infierno de las series.

Tal vez por eso cuando llegan series como Bojack Horseman, Sherlock o 12 Monkeys, que logran cerrar sus historias a la perfección, se elevan muy por encima del resto. No serán las series más populares, las más vistas, ni las más redituables económicamente; seguro no ganaron tantos premios como Lost o Game of Thrones, pero tienen algo mucho más valioso: son recordadas con gran cariño por sus fanáticos, y recomendadas enfáticamente en cada oportunidad.  

De todos modos, no parece justo que por fallar, quizá en el momento más importante —es cierto—, deban ser desterradas del panteón de las series; habiendo entregado a sus televidentes años de entretenimiento, un sin fin de emociones, temporadas brillantes y, en ocasiones, después de haber cambiado el medio para siempre. 

El final de Lost es, quizá, el ejemplo más claro del halo de odio que recubre a las producciones que supieron estar en lo más alto, pero cayeron por el peso de su final. Que 10 años después la herida que dejó el decepcionante final de Lost no haya cicatrizado, habla de lo importante que fue para la generación que la seguía semana a semana en la televisión, tratando de develar sus misterios. 

La conclusión a la que llego después de todo esto, es que no podemos dejar que el árbol nos tape el bosque; no podemos cancelar una serie de 121 episodios a causa de uno. Los finales son importantes, sin dudas, y los buenos son escasos, por ende hay que valorarlos; ¿pero son lo más importante? Es cierto que un mal final, sobre todo en una serie que nos obsesionaba, deja una sensación amarga de decepción, pero una vez superado ese shock, ¿no podemos agradecer lo bueno? ¿Recordar las cosas que nos gustaron, que nos hicieron sentir, las que hacían bien? La respuesta correrá por cuenta de cada quién. Yo elijo quedarme con los recuerdos de la isla y sus misterios, con los giros que me dejaban sin aire en Game of Thrones y la historia trunca del asesino serial Dexter.