Batman: el verdadero volver mejores

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Batman: el verdadero volver mejores

19 Marzo 2022

Por Agustín Mina

Batman es sin dudas el personaje de ficción más icónico de la historia, sobre todo entre los que surgen de historietas. Con 83 años de vida, apareció en un sin fin de producciones, desde los cómics que lo vieron nacer hasta el audiovisual, con distintas series y películas, tanto animadas como live action, por no mencionar videojuegos. Sin embargo, la mayoría de las veces le ha sido difícil a la industria del entretenimiento hacerle justicia a la esencia del personaje, su universo y lo que representa. La tira de los 60 con Adam West, por ejemplo, es recordada por su tinte cómico y paródico del murciélago y sus villanos, en línea con la serie del zorro, una de las figuras que inspira a la de Batman. 

No fue hasta Batman: la serie animada (TAS por su sigla en inglés), que se extendió desde 1992 a 1995, con 85 episodios y distintas películas, que por primera vez se representaba al personaje fielmente. Tenía todos los condimentos: la paleta de colores oscuros, el Batman que infunde temor en los criminales pero que es mucho más que golpes, el detective como pieza fundamental y el creador de aparatos tecnológicos de todo tipo. No sólo él pudo brillar sino también la ciudad consumida por el crimen y la corrupción, el comisionado Gordon, los distintos villanos que componen la extensa galería, todo estaba logrado. 

En paralelo, por la misma época teníamos las primeras películas live actiona excepción de la de 1966 que surge de la serie de ese entonces—. En 1989, Tim Burton y Michael Keaton patearon el tablero con un Batman que se alejaba completamente de lo que había hecho West en los 60. Fiel a su estilo, Burton pintó una Ciudad Gótica grotesca, oscura, con personajes bizarros como el Joker de Jack Nicholson o el Pingüino de Danny DeVito y la Gatúbela de Michelle Pfeiffer— estos últimos en la secuela Batman Returns, de 1992—. Sin embargo, a partir de la salida de Keaton del protagónico y de Burton de la dirección, la saga perdió el rumbo. Cada película fue peor que la anterior, mezclando el estilo gótico establecido con tintes caricaturescos, como el Dos caras de Tommy Lee Jones o el Acertijo de Jim Carrey. Mientras menos hablemos del Batman de George Clooney, con su bati-tarjeta de crédito, los planos mientras se cambian y los pezones del traje, mejor.

El fracaso de Batman y Robin (1997), considerada por mucho tiempo como la peor del género de superhéroes— para algunos seguro todavía lo sea—, forzó a Warner a dar un paso atrás y repensar el rol de Batman en el cine. En paralelo, el universo animado inaugurado por TAS seguía avanzando con series como The new Batman adventures y Batman Beyond, para luego expandirse a Liga de la justicia, todas aclamadas por la crítica y los fanáticos.

Con el cambio de milenio, y tras casi una década sin un nuevo Batman en el cine, llegó el turno de Christopher Nolan y Christian Bale. Marvel empezaba a levantar vuelo tímidamente con X-MEN o Spiderman— muy bien recibidas—, por lo que Warner no podía dormir sobre su mejor carta. Batman begins (2005) proponía un reinicio total del personaje, volviendo a contar la historia de su origen y enfocándose en los primeros años de Bruce Wayne como el caballero de la noche. Nolan realiza un planteo nuevo, saliendo de la parodia y de la caricatura. Gotham es Nueva York más que nunca, sin sutilezas, pero sigue siendo esa ciudad rota desde sus mismos cimientos, plegada de crimen y corrupción. Sus calles son las de cualquier otra, la policía y los criminales también, incluso los grandes villanos de la trilogía de Nolan son personas que se transformaron por distintas circunstancias, que podrían ser cualquiera de nosotros. Esto se ve en la elección de los villanos de cada película: el costado “científico” de la toxina del miedo de Crane (Espantapájaros), el accidente de Harvey Dent y la impotencia que lo llevan a convertirse en Dos caras, el terrorismo de Bane y la psicopatia del Joker, ninguno de ellos tiene poderes de ningún tipo.

La premisa de la trilogía fue una lectura de Batman que entendía que cualquiera puede ser un héroe y, según la misma lógica, que es igual de sencillo caer del otro lado y convertirse en villano. Para quienes acusan a los superhéroes— y a Batman en particular— de propiciar una especie de propaganda anti política y de justicia por mano propia, el Batman de Nolan entendía que no podía ser él quién salve a la ciudad. La gente tenía que creer que la ciudad podía ser salvada y Batman podía jugar un rol en eso, ser ese faro de esperanza, pero al final serían las instituciones y sus funcionarios los que la transformen, en definitiva, la política. Por eso Harvey Dent es el héroe posible de la ciudad rota, el político honesto que viene a cambiar las cosas, que enfrenta a la mafia y la corrupción, que tiene vocación de ayudar y no de enriquecerse, él Néstor Kirchner de la Argentina post 2001. Aunque al final no haya sucedido, el mensaje que queda claro es que no va a ser fácil, pero no hay que bajar los brazos y que Batman está dispuesto a darlo todo por su ciudad, hasta la vida.

Siempre que termina un ciclo glorioso, lo siguiente es complicado. El Batman de Affleck no llegó a tener una película en solitario y la Warner del 2016 se encontraba incómoda ante la sombra de una Marvel que parecía— y sigue pareciendo— imparable. La desesperación no es buena consejera y la empresa detrás de DC Cómics comenzó a intentar copiar el formato de su rival, primero con un universo cinematográfico propio, pero sin el tiempo de construirlo a lo largo de una década, y después abandonando su tono más dramático por los colores y el humor marveliano en figuras e historias que nada tienen que ver con eso. El resultado es una serie de películas olvidables y personajes desaprovechados. El Batman de Affleck pudo ser brillante, pero fue víctima de su contexto.

Finalmente, llegamos a 2022 con una Warner que parecería haber aprendido de sus errores. Abandonó, al menos por ahora, la idea de un universo compartido y se enfocó en lo que sabe hacer: películas oscuras y dramáticas en solitario de personajes dañados. El Joker de Joaquin Phoenix le puede pelear al de Heath Ledger, lo que nadie creía posible. El escuadrón suicida de James Gunn logra encontrar el tono justo y darnos una obra increíble, que derivó en una serie muy buena también como es Peacemaker

Este marzo fue el turno de Batman, en solitario— algo que no teníamos desde 2012— y una elección de casting de mínima polémica como fue poner a Robert Pattinson al frente de la renovación. Sin embargo, como todas las demás profecías erróneas— basta recordar a Ledger o al mismo Affleck, criticados antes de aparecer en pantalla, para ser condecorados después— el Batman de Pattinson vuelve a lo mejor del personaje. La película recupera lo que hizo especial a la trilogía de Nolan, pero va más allá, con un Batman mucho más terrenal, que se desplaza al ras del piso, en moto o a pie, que no sobrevuela la ciudad. Un Batman joven, inexperto, todavía muy afectado por la muerte de sus padres y más movido por el odio y la venganza que por una búsqueda de justicia o de “salvar la ciudad”. Se trata también de un Batman más violento y oscuro, similar a cosas que vimos brevemente con Affleck. Un Batman al que le pegan más, pero que pega, sin importarle las consecuencias. Un Bruce Wayne ausente, recluido, sin interés en darle una pantalla a los medios, a la ciudad. No existe el playboy filántropo que habíamos visto hasta ahora. 

La elección del Acertijo como villano también permite mostrar al Batman detective, tomando de otro de los personajes que inspiró su creación, Sherlock Holmes. The Batman es cine noir, un policial oscuro, donde un detective busca resolver una serie de crímenes siguiendo acertijos en una ciudad copada por la mafia y la corrupción. La ciudad, pero en especial el bajo mundo de Gótica, vuelve a ser protagonista gracias a figuras como el Pingüino de un irreconocible Collin Farrell y la Gatubela de una sorprendente Zoe Kravitz, ambos realizando la mejor interpretación de su personaje hasta la fecha. Quizá en el caso de Pattinson la idea sea más debatida, pero si no lo es, pega muy cerca.

The Batman se propuso superar el trabajo que realizó Nolan llevando al cine de superhéroes a lo más alto con The Dark Knight en 2008 y sin dudas lo logró. Perfecciona la fórmula y se toma su tiempo para construir el miedo, el misterio, el guión y los personajes. Son tres horas que pasan volando donde Matt Reeves nos sumerge en un mundo del que uno ya no quiere irse jamás.

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