American Factory: choque cultural dentro del capitalismo global

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American Factory: choque cultural dentro del capitalismo global

22 Febrero 2020

Por Diego Moneta

En mayo de 2018 Barack y Michelle Obama firmaron un contrato con Netflix para producir, junto a su compañía Higher Ground, una serie de proyectos audiovisuales para denunciar casos en los que peligren derechos por un trasfondo étnico, social o de ausencia de valores democráticos, con el objetivo de fomentar la reversión de esas situaciones. Casi dos años después, su primer producto, American Factory, cosechó el Oscar a Mejor documental. 

El film se estrenó a fines de agosto de 2019 en medio de la mayor huelga a la que se enfrentó la compañía estadounidense de automotores General Motors (GM) desde la crisis del 2008. 50 mil empleados del sindicato United Auto Workers (UAW) se declararon en huelga pidiendo un nuevo convenio colectivo, salarios justos, seguridad laboral y atención médica asequible y de calidad. Este contexto de crisis es exactamente el trasfondo de la película. En septiembre de 2008, el cuarto banco de inversión más grande de Estados Unidos, Lehman Brothers, quebró después de provocar un desastre global a raíz de las hipotecas subprime. Este es el punto de partida del documental.

La crisis del 2008 provocó el cierre, entre tantos otros, de la fábrica de ensamblaje de coches de GM en Dayton, Ohio, considerado el cinturón industrial del país, dejando a 10.000 personas en la calle. Dos años más tarde, empresas chinas aumentaron su inversión en Estados Unidos, reabriendo algunas fábricas. Aquí entra en escena Fuyao Glass Industry Group, una compañía de vidrios para autos. Cao Dewang, su dueño, decidió localizar su filial en el mismo lugar de la planta cerrada, cambió el nombre a Fuyao Glass America y contrató a casi un tercio de los despedidos por GM. El objetivo central era impresionar a los estadounidenses y hacerles cambiar la idea que tenían de China y sus ciudadanos, y para ello invirtieron casi 500 millones de dólares. En este momento comienza todo el entramado del choque cultural que denuncia el documental, sobre todo a nivel laboral. 

Las condiciones de trabajo son mucho más precarias y flexibles, y van a estar acompañados por un grupo de supervisores chinos que se ocuparán de su formación. Cobrarán menos de la mitad de lo que ganaban y hay un detalle fundamental: la empresa prohíbe la existencia de sindicatos por considerarlos ineficientes. Los estadounidenses al principio se conforman, pero su rendimiento no es el que se esperaba. Los asiáticos tienen turnos de 12 horas, con uno o dos días libres al mes, y lo cuentan satisfechos. Los estadounidenses tienen otro ritmo, lo que hace imposible que Fuyao Glass America no afronte pérdidas. Así se desarrolla el documental, con testimonios en primera persona desde la perspectiva del obrero y del empresariado. 

La historia conmueve porque los mismos trabajadores relatan cómo pasaron de sentir la felicidad por un nuevo empleo (considerando que la mayoría de los despedidos rondan los 50 años), a exigir mejoras en seguridad —tal como lo exige la ley—, pero recibiendo una negativa rotunda. A quienes buscan la entrada del sindicato UAW se los termina desplazando o despidiendo. Por momentos ni hace falta que hablen en cámara, sus caras lo dicen todo. Las alternativas son inexistentes, como la de tantos trabajadores que vieron cómo sus condiciones empeoraban después de la crisis económica, sabiendo que nunca mejorarían.

Tras el estreno del documental, Netflix subió un especial de 10 minutos en el que los directores Steven Bognar y Julia Reichert dialogan con Michelle y Barack Obama sobre el film y sus futuros proyectos. 

Bognar y Reichert filmaron en el año 2009 The Last Truck: Closing of a GM Plant, corto documental nominado al Oscar en el que registraron el cierre de la planta que retoma justamente American factory. Reichert ya contaba con otras dos nominaciones: una como directora por Seeing Red, sobre el Partido Comunista en Estados Unidos, y otra como productora por Union Maids, también de índole sindical. Julie Reichert es una firme referencia como documentalista, desde su debut con Growing Up Female en 1971, considerado el primer documental del feminismo moderno. 

American factory se llevó el premio a mejor documental el pasado 9 de febrero en la ceremonia de los Oscar. Demuestra una mirada humanista y desgarradora a la vez, sobre las contradicciones, miserias y abusos del capitalismo más salvaje. “Nuestra película es de Ohio y China (…) pero realmente podría ser de cualquier lugar donde la gente se pone un uniforme y marca tarjeta, tratando de hacer que sus familias tengan una vida mejor”, dijo Reichert al recibir el premio. “Los trabajadores lo tienen cada vez más difícil en estos días. Creemos que las cosas mejorarán cuando los trabajadores del mundo se unan”, agregó la directora.
American Factory es una historia de desencuentros culturales constantes. Dos países con tradiciones laborales distintas compartiendo una misma fábrica. A cada paso se constata lo opuestas y casi irreconciliables que resultan las visiones de China y Estados Unidos. 

El documental aporta una inteligente mirada sobre los efectos de la globalización y no enfrenta a los “héroes norteamericanos” contra los “malvados explotadores chinos”. Tampoco es reduccionista ni busca apoyarse en la posible xenofobia del espectador. Deja en claro que se trata de filosofías muy distintas que decide no juzgar. Entiende que las diferencias son las que nos vuelven más humanos  —al menos, más humanos que la automatización que nos terminará reemplazando a la mayoría—. Plantea un interesante debate sobre cuál es el presente y cuál puede ser el futuro inmediato de la clase trabajadora industrial en un país desarrollado. Un debate que no pierde actualidad porque las crisis en el capitalismo son cíclicas, y siempre atacan a los que menos tienen.
 

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