Otra mirada sobre las fotografías de la Conquista del Desierto

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    Ines Yujnovsky
    Foto: Marcela Wolberg
PENSAR A ROCA

Otra mirada sobre las fotografías de la Conquista del Desierto

02 Agosto 2023

Para no olvidar la relación entre las imágenes y la construcción de memoria, AGENCIA PACO URONDO entrevistó a Inés Yujnovsky, la historiadora, profesora e investigadora del Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH), Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Ella se especializó en fotografías y relatos de viajes en el proceso de consolidación del estado nacional argentino, a fines del siglo XIX.

Agencia Paco Urondo: ¿Qué lugar ocupó la fotografía en la conquista del desierto?

Inés Yujnovsky: En 1883. los ingenieros topógrafos Carlos Encina y Edgardo Moreno confeccionan dos álbumes de fotos realizadas por el químico y fotógrafo Pedro Morelli, bajo su dirección, y se lo dedicaban en letras doradas al excelentísimo señor presidente de la República, Julio A. Roca. Uno tenía 100 imágenes y el otro 83, de la zona de confluencia de los ríos Limay y Neuquén (el origen del Río Negro) que incluye la región de Carmen de Patagones hasta la cordillera. Cuatro años antes, un reconocido fotógrafo de Buenos Aires de origen italiano llamado Antonio Pozzo, había realizado otro trabajo (en abril de 1879) denominado Álbum de vistas expedición al Río Negro. Este álbum tiene 29 fotografías y existe uno posterior, de 1901, con 53 más. Por lo tanto, tenemos en conjunto cerca de 300 imágenes de la mal denominada Conquista del Desierto, entre 1879 y 1883. Digo mal denominada porque, claramente, no era un desierto y tampoco fue una conquista, no fue una guerra sino que fue una avanzada militar del Ejército Argentino.

Al mirar el álbum de 1879, nos puede parecer que se trató de una conquista veloz y esto forma parte, también, de la construcción discursiva del propio Roca y sus allegados. En los cuales se puede considerar a Antonio Pozzo, el fotógrafo, que tenía una labor política considerable y que hace ver la Conquista del Desierto como algo fugaz, algo que (en otros casos) se ha denominado el mito de la completitud y el mito de los hombres excepcionales, ya que mostraban una guerra rápida y efectiva realizada por un pequeño grupo de soldados. El siguiente conjunto de fotografías de Encina y Moreno, de 1883, ya muestra la no cabalidad de esa conquista. Inclusive, está estudiada la continuación del avance militar hacia la zona de la cordillera, expulsando a los indígenas más hacia el sur en los años 83 y 84, en lo que se denominaron las campañas de los Andes.

Si pensamos que no se trató de una conquista rápida, se puede agregar todo otro conjunto de imágenes que fueron realizadas hasta los primeros años del siglo XX. Por ejemplo, el conjunto de fotografías que le realizó Francisco Moreno (el Perito Moreno) a algunos de los prisioneros indígenas que fueron llevados al Museo de La Plata.

“Las fotos responden a un modelo antropológico, pero también criminológico de la época, al retratarlos de frente y perfil”.

APU: ¿Con qué tipo de dispositivos se retrataba?

I.Y.: Las técnicas fundamentales en este período eran el colodión húmedo, que implicaba tener una especie de laboratorio in situ, ya que las placas de vidrio tenían que humedecerse para realizar las tomas fotográficas. Esto se combinaba con las copias “al albúmina”, que se hacía con una con una capa exterior de clara de huevo. Estas técnicas eran mucho más complejas que las de años posteriores, del siglo 20 o de los últimos años del siglo 19, porque requerían equipos bastante grandes: las cámaras, las cajas con las placas de vidrio y esta especie de laboratorio. De todas maneras, estos equipos técnicos y militares, que incluían científicos, topógrafos, etcétera, podían costear y llevar los equipos fotográficos.

APU: ¿Qué se veía en las imágenes de la época?

I.Y.: Muchas de las fotos que se realizaron a los indígenas en el Museo de La Plata responden a un modelo antropológico, pero también criminológico de la época, al retratarlos de frente y perfil. Sin duda, la foto del cacique Pincén es una de las más paradigmáticas, ha tenido una divulgación importante desde que fue tomada hasta la actualidad. En 1878 fue traído a Buenos Aires junto a varios miembros de su tribu, luego de que habían sido capturados por el Ejército. Pozzo solicitó poder retratar al cacique, por lo que fueron llevados al estudio del fotógrafo. Según relata Moreno, le pidió que se quitara el poncho, las botas, y que posara como si se hallara con sus indios en el desierto. Así es que la foto lo muestra semidesnudo, completando su apariencia las boleadoras y la vincha, junto a una larga lanza que era un atributo iconográfico ineludible.

Esta foto representó la dominación sobre un cacique que, hasta entonces, era llamado el tigre de las Pampas. La imagen fue reproducida en numerosas ocasiones y se publicó también en postales. Hay una postal de 1911 que incluye una estampilla con la imagen de un labrador de espaldas mirando a la puesta del sol, después de una jornada de trabajo. Es un hombre blanco, un inmigrante. Esta combinación de imágenes muestra la imposición del modelo alberdiano y de Sarmiento, en oposición a los indígenas que habitaban nuestro territorio y que habían sido dominados.

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Cacique Pincén
Cacique Pincén, foto de Antonio Pozzo

APU: ¿Qué lugar ocupaban las mujeres en esas imágenes?

Aunque los protagonistas de las fotos de la conquista del desierto son hombres, no hay que menospreciar el rol de las mujeres. Algunos estudios han mostrado la importancia del rol de las fortineras, por ejemplo, que eran mujeres criollas, mestizas o indígenas, que participaban de la vida de los fortines y realizaban tareas que iban desde la comida, la enfermería, incluso medicina, hasta roles en el ejército. Hay una fotografía de Pozzo del convoy del ejército en marcha que incluye grupos de mujeres como las fortineras. Por otra parte, las fotos más conocidas son las de los cautivos en el Museo de la Plata, entre las que se encuentran grupos de mujeres y niñas, y una muy conocida es la de Margarita Foyel, que fue hija del cacique Foyel y sobrina de Ina Cayal, con quien fueron apresados y llevados al Museo de la Plata.

Estas imágenes podemos observarlas de distintas maneras. Una de ellas es la de la dominación y el cautiverio, pero tampoco hay que menospreciar el rol activo que tuvieron las mujeres, los indígenas en general, y se puede tratar de considerar desde estas perspectivas. Hay un ejemplo interesante al respecto, que es el del cacique Mulato y su familia, que vivían en el extremo sur continental, incluso del lado chileno. Ellos circularon, viajaron de Santiago de Chile a Buenos Aires, incluso los llevaron a una exposición en Estados Unidos, y ellos reclamaban sus territorios, el acceso a sus recursos. No se quedaron quietos en los reclamos. Su familia, su esposa y su sobrina, tuvieron también un rol muy activo en acompañar e impulsar estos viajes y estos reclamos.

APU: ¿Cómo circulaban estas imágenes?

I.Y.: Estas fotografías, las de Moreno y los otros expedicionarios, circularon en revistas de carácter más bien científico o algunas más de divulgación, algunas imágenes circularon en la popular Caras y Caretas, también en formato de postales, entre otras. Fue un conjunto de fotografías que tuvieron bastante difusión y que podemos pensar que completan, de alguna manera, una iconografía de este período y que se relaciona con la Conquista del Desierto y el proceso de invisibilización de las culturas originarias de la Patagonia. Paradójicamente, las fotografías ayudaron a mostrar grupos originarios que se planteaban en vías de desaparición, y esa idea de desaparición era producto del avance militar. También, por consideraciones evolucionistas que consideraban el modelo europeo civilizatorio como al que estaba destinado la Argentina donde, las culturas originarias en un estadio inferior, no tenían posibilidades de subsistir. Por lo tanto, las imágenes retrataban grupos indígenas con pocos recursos tecnológicos, de viviendas, vestimentas de poca calidad y. por supuesto, sometidos.

“No eran fotos de carácter estético, sino científicos, topográfico, militar”.

APU: En una entrevista vos hablás de “otras formas de conocer el territorio” por parte de los pueblos indígenas ¿Cuáles eran esas otras formas?

I.Y.: Estas fotografías del paisaje que, en realidad, son del territorio que los propios protagonistas las denominaban vistas, no eran fotos de carácter estético, sino científicos, topográfico, militar. Ofrecen, junto a la cartografía, formas de conocer y apropiarse del territorio, podríamos decir que es un conocimiento metropolitano. Me gusta utilizar la palabra de la sociedad criolla, porque no era una sociedad blanca, aunque así se autodenominaban. Era una sociedad multiétnica, mestiza, multicolor, pero ese conocimiento metropolitano, criollo, del explorador, que se observa en la fotografías como una vista general panorámica amplia, sobre ese vacío, se complementa con un conocimiento local de las culturas originarias que también tenían sus propias formas de conocer el territorio. Es, más bien, a través de la experiencia. No tenemos fotografías que hayan realizado los propios indígenas, pero sí otra forma de acceder a su propio conocimiento.

Por ejemplo, el conocimiento de los caminos, cómo ir de un lugar a otro, conocer los vados de los ríos, las aguadas, los pozos donde hay agua. De eso se van a apropiar los topógrafos y los soldados. Los indígenas conocían perfectamente los cruces de las montañas. Chile y Argentina no eran fronteras separadas, sino que era un lugar de intercambio y de circulación. También conocían los distintos tipos de recursos como las pasturas; el conocimiento social, por ejemplo, saber qué permisos había que conseguir para pasar del territorio de un cacique al del otro. Quizás, las formas de transmisión eran de manera oral, pero también de la propia experiencia de circulación que se iba incorporando a la memoria social del paisaje y los exploradores metropolitanos de la ciudad se apropiaron de estos conocimientos utilizaban.

No quiero dejar de mencionar que esta apropiación del territorio visto a través de la necesidad de tierras que tenían Buenos Aires y el gobierno central, al mismo tiempo fue la apropiación de la mano de obra indígena. Hay trabajos bastante nuevos, importantes, que muestran cómo no solo los militares, sino también élites provinciales de Mendoza, Salta, Tucumán, Córdoba, se quedaron con los descendientes de los caciques asesinados y encarcelados. Ya en 1878, el ministerio de Guerra informaba que iba a repartir indios para su utilización en estancias ganaderas, indias que podían ser útiles en tareas domésticas, en las residencias de las familias porteñas.

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Indios en REuque Curá
Foto: Carlos Encina, Edgardo Moreno y Cía., “Indios de Reuque-Curá en Codihue. Campo de mujeres y criaturas”

APU: Tomando estas reflexiones sobre la importancia de las imágenes en la construcción de los discursos de la época y su relación con la memoria ¿Qué pensás sobre la remoción y traslado del monumento a Roca del Centro Cívico de Bariloche?

I.Y.: La Conquista del Desierto, justamente, se trató de una apropiación territorial espacial y simbólica, a través de una violencia real y discursiva sobre las culturas originarias que ocupaban ese territorio de la Patagonia. Por más que Roca fue presidente y llevó adelante la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, entre otros aspectos, no se puede negar la violencia que continúa generando la memoria a través de un monumento que tiene un emplazamiento central como el de la ciudad de Bariloche. Por ende, su traslado es más que apropiado. Actualmente podemos pensar este tipo de imágenes como parte de la ciudadanía visual, es decir, cómo nos apropiamos de las diferentes imágenes, ya sea en monumentos, en fotografías, etcétera, de nuestra propia realidad y de nuestro pasado. Fue lo que sucedió con el asesinato de George Floyd, en 2020, y el derrocamiento de diversos monumentos de personajes esclavistas, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra y Canadá. Justamente, porque atentaban contra esa memoria que se estaba reconfigurando. Sin embargo, en este traslado del monumento de Roca se vuelve necesario que no sea a cambio de una despolitización de la memoria, es fundamental que se mantenga activa y que sea la propia comunidad local, incluyendo a las comunidades indígenas, quienes puedan decidir qué memoria quieren poner en su lugar.