Miguel Wahren: “Cuando surge toda la violencia de lo que fue la guerra, Zito Lema se encarga de poetizarla”

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    Teatro Malvinas
    Foto: Miguel Wahren
MALVINAS, A 41 AÑOS

Miguel Wahren: “Cuando surge toda la violencia de lo que fue la guerra, Zito Lema se encarga de poetizarla”

02 Abril 2023

A cuatro meses de la partida de Vicente Zito Lema se presentó en el teatro Hasta Trilce, Las islas en el manicomio, la obra de culto con la que el escritor, al volver del exilio, recorre el país exponiendo las injusticias que la sociedad pretendió olvidar inmediatamente: los crímenes de la guerra se extendían en la pobreza y el olvido con el que se condenó a quienes debieron marchar al frente de batalla.

Agencia Paco Urondo publica la entrevista al multifacético Miguel Wahren: neonatólogo, pediatra, neurólogo infantil, actor y director de teatro, pastelero, músico, compositor, charanguista. En la obra, Miguel desempeña la compleja tarea de representar el papel del poeta, llevado a cabo por el mismo Vicente.

AGENCIA PACO URONDO ¿Cómo surge la relación con Vicente?

Miguel Wahren: Fui dos veces a verlo con El violinista del amor y Orquesta volátil, lo conocía de nombre y por sus múltiples actividades: abogado, fundador de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, por la revista Crisis, por Conversaciones con Pichón Riviere, y de esa obra me llamó la atención el hecho de que hubiera 10 músicos más él, en escena, y era con poesías. Tengo una relación con la poesía, me entrevero con ella, con poetas que me han gustado a través de mi vida, y lo que hago hace muchos años es ponerle música, transformarlas en canción. Así armo espectáculos. He armado de Federico García Lorca, de Juan Ramón Jiménez, de Gabriela Mistral. Armo historias, tomo elementos u obras ya escritas y las fusiono. En el caso de Lorca, fue Yerma y Bodas de sangre, entonces era una tragedia musical. Con distintos poetas: Gelman, Paul Auster, de Idea Vilariño hice Lo más implacable de la noche. Entonces, a todo lo que es poesía con música, voy. Y esto me re interesó. Fui con un amigo que quería que lo vea y a la tercera función me invitan ellos, porque me habían visto, y como la conocía a Nara Carreira, no éramos amigos pero sí compañeros de seminarios con Augusto Fernandes,

me dijeron que fuera. Encima era el cumpleaños de Vicente, que justo coincidía con la función. Fui; y como también soy pastelero, hice una torta que hago, angosta y larga. En este caso eran dos o tres metros. La decoré con unas tarjetitas que se abrían como un techo de dos aguas, escritas con fragmentos de poesía de la obra. Hasta un lobo le había puesto, porque a él le gustan los lobos. Esa noche charlamos un poquito. Un día me llama Nara para decirme que, como Vicente estaba un poquito enfermo y que a veces se sentía mal, pensara si podía ser su reemplazo. Le dije que venía atravesando una crisis de identidad actoral, venía trabajando muy inhibido. Había estado con Helena Tritek, casualmente trabajando con poesías, y para no dramatizarlas las hacía canción, que estaba con eso. No estaba muy confiado para hacer teatro. Hubo idas y vueltas, empecé a ser su reemplazo, pero las últimas funciones él las hizo, yo estaba ahí por si pasaba algo. Después hubo una mini gira a Neuquén, no pudo viajar ya, la hice yo. Así fue que lo conocí. Como se enfermó cada vez peor, empecé a tratar de ayudar de alguna manera, como médico, y así cada vez me fui involucrando más y se entabló una relación con alguien que uno quisiera tener en la mesita de luz para charlar. La última vez que lo vi le dejé una versión del libro Esculpir en el tiempo, de Tarkovski, que tiene un lobo en la tapa. Él decía que los poetas rebeldes se convierten en lobos o en cenizas. Me aportó humanidad, la capacidad de ver a una persona que hilvana las letras, la humanidad, la creatividad, nutrirse sin darse cuenta de esa persona tan linda que era. Uno idealiza a las personas que le gustan.

“Como dice Vicente en los textos que escribió, hay un país donde siempre se quiere olvidar, vivir sin pasado”.

APU: Los monólogos de Miguelito fueron publicados recientemente (2022) en Amor Crueldad Locura ¿Cómo se integran en Las islas en el manicomio?

M. W.: Vicente hace una integración a partir del pretexto del reportaje a un paciente del Borda, y a partir de ahí, como él es un artista, además de ser un interesado en todo lo que rodea a la locura, desarrolla. En la obra hay mucho más de lo que aparece en la revista. Tiene que ver con su lado de escritor, humanista. Si bien hay atisbos de locura y se entienden, porque Miguelito ya de vida previa a la guerra es muy marginal, a pesar de que una familia lo adopta, y ahí tiene cierto cariño y tranquilidad. La guerra lo que hace, es darle un lugar de pertenencia en el cual también es defraudado. Así como a la sociedad argentina le dio, entre comillas, beneficios secundarios: que la música rock se haga escuchar, cierto “amor” por la Patria... Tengo una contradicción con las Malvinas. Me costó aceptar la obra porque no tengo una buena relación. Por supuesto, estoy en apoyo de los ex combatientes, la guerra me pareció una aberración. Cuando era jovencito tuve un arrastre de nacionalismo hasta que una amiga me sopapeó con las palabras diciéndome:- Miguel ¿no te das cuenta quiénes son éstos? …me duró un ratito, no más. Pero como director no haría una obra sobre la guerra. Los monólogos están insertos, me parece, de una manera en la que él quiere mostrar diferentes aristas, sus pensamientos y sentimientos, lo sociológico, lo psicológico, desde la deshumanización de la guerra, del hospital, de cuánto es la locura y cuánto la realidad. Creo que la obra está basada en los sueños que el paciente tiene y cómo recuerda la realidad, y cómo la realidad está tocada, en algunos lugares, por sus pensamientos.

APU: El personaje del poeta, que representaba el mismo Vicente, conecta al espectador con el protagonista, actúa como una puerta para ingresar allí donde la sociedad levanta muros y silencia ¿Qué desafíos y motivaciones le ofrece la tarea?

M. W.: Me costó mucho y todavía me está costando sentir que estoy haciendo lo que Vicente hacía, porque no estoy reemplazando a un actor, por más bueno que pueda ser. Acá es un personaje en sí mismo, que reúne tantas aristas, sentimientos y pensamientos. La gente lo iba a ver a Zito Lema como una leyenda viviente de toda una camada de escritores como Haroldo Conti, Paco Urondo, Walsh, Cortázar, Galeano, Fijman. Yo lo miraba a él, ni me importaba si decía bien el texto, la poesía. Era él. Me resulta muy pesado, no lo logro desligar. También, como tenía charlas con él tête à tête, lo pude bajar del pedestal y humanizar. Estar en su mundo con Nara, Regine, los músicos, es como una cofradía. La gente lo quería ver a él. Quizás ahora prime la obra sobre su figura y sea más tranquilo. Hacer de él me da la sabiduría de leer más cosas sobre él. Regine me regaló libros de teatro suyo para que tenga. Voy a ver qué puedo hacer con eso. Estar en contacto con sus palabras no es tan fácil, porque él hablaba así como lo hacía sobre él escenario.

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Malvinas teatro manicomio
Foto: Miguel Wahren

APU: Las islas en el manicomio es una obra que atormenta y arranca una sonrisa en la misma jugada ¿Cómo encontrás el vínculo para representar la belleza uniendo lo macabro y lo inocente?

M. W.: Es verdad que hay momentos de ternura, de chiste, de rompimiento de la desgracia, lo hace Miguelito y lo hace mi personaje. Mi manera de dirigir y crear en el teatro también tiene que ver con las contraposiciones, el llanto y la risotada, quebrar lo dramático con algo grotescamente alegre. Está en mi ser, no digo que esto sea así, pero estoy acostumbrado a que pasen esas cosas donde el horror se funde con lo sarcástico o el humor de niño. De hecho, se cuentan algunos chistes de locos. Nara me dice que siempre los terminaba mal. Tenemos algunas cosas parecidas porque nos confundimos en las mismas partes. Tengo muy mala memoria, entonces también uso la lectura, porque como él está escribiendo el reportaje, tiene los papeles de sus textos, a veces también leo las preguntas que le hace y sus reflexiones. Los opuestos conviven con cierta naturalidad, y cuando tiene que surgir todo lo que fue la violencia de la guerra, la violencia del hospital, de los médicos, del afuera, de la infancia, Vicente se encarga de poetizarlo, de usar terminologías que por momentos arman poesías, metáforas nada rebuscadas, pero que al leerlas no es la crudeza de decir algo literal.

APU: La obra de Vicente tiene como protagonistas a quienes se ha querido invisibilizar ¿Qué valor podemos ver hoy en la sensibilización y la reflexión respecto a Malvinas?

M. W.: Como dice Vicente en los textos que escribió, hay un país donde siempre se quiere olvidar, vivir sin pasado. Y nombra a los fusilados, los desaparecidos, los exilios, después de los muertos en las islas. Él dice: “se dejó llevar sus hijos vivos y no enterró sus hijos muertos”, “una montaña de tumbas sin historia” y después rescata que cada víctima tiene su historia, que dejó recuerdos, y ahí dice “no todo se lo llevó el viento de la muerte”. Con relación a las islas, hay como un consuelo en el olvido y dice: “yo no quiero olvidar”. En el último texto, finalizando, Miguelito dice: “todo es así, nunca piedad si no hay amor siempre la agonía de la vida” y antes dice que hay un pueblo sin memoria y hay una historia del olvido que abruma, habrá que escribir una historia de la memoria que redima la vida.

APU: Actualmente la palabra gurka no porta la popularidad que ha tenido ¿Quiénes son los “gurkas” de nuestro tiempo?

M. W.: Gurka es una palabra que nunca me gustó, nunca me gustaron los gurkas, por supuesto. Habían hecho una figura deshumanizada, terrible y sanguinaria. De gurkas está llena la Argentina, aunque no sean tan sanguinarios en cuanto a la violencia física, los Macri, los Bullrich, la derecha fachista, los Milei. El genocidio económico que hacen. En el mundo también, los Bush, todos lo que desde el norte aprietan y dominan a los países en desarrollo, como nos quieren llamar ellos. Son gurkas. Se mata de muchas maneras, aparte, se sujeta la vida de las personas a la mínima condición de poder comer para tenernos a todos esclavizados. Y hay pequeños focos de lucha que surgen cada tanto y da una esperanza, pero me parece que los gurkas están así, con distintas vestimentas, distintos discursos, distintas herramientas. Lo mismo que nos pasa en Argentina, no hay un golpe sanguinario, pero hay un golpe con otros métodos, cambiaron los métodos. Aunque uno pensó que en Latinoamérica no iba a ver más eso, en Bolivia lo hicieron a la vieja usanza y ahora tenemos esto. El mismo Vicente, en la obra, dice que los gurkas se entremezclan, habla de los médicos. De hecho, yo trabajé cinco años como voluntario en el Borda en el pabellón de adolescentes, y en ésa época había de todo. Había un director médico que era terrible, organicista, y malo malo, mucho electroshock. En esos años me casé y a la fiesta vinieron cinco de ellos, con un poquito de ayuda nuestra. Todos prolijitos, perfumados, y en la fiesta nadie se dio cuenta, éramos como ciento y pico. En el hospital siempre tenían actos estereotipados de locura y en la fiesta nada de nada. Mis amigos que estaban como voluntarios se ocuparon de llevarlos y no pasó nada. Eso es una explicación de lo que Vicente denuncia y nosotros también cuando trabajamos ahí. Eran tiempos muy pesados.