"Las mujeres tienen una doble jornada laboral"

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"Las mujeres tienen una doble jornada laboral"

26 Agosto 2017

Por María Fernanda Rezzano

Ser mujer y joven es la peor combinación a la hora de transitar el mercado laboral, tanto en Argentina como en el resto del mundo. Según el informe de mayo 2017 de la Comisión Tripartita para la Igualdad de Oportunidades (CTIO-Género) la tasa de participación de las mujeres en el mercado de trabajo creció ampliamente, pero entre los sectores de menores ingresos. En el año 2016 el índice de desocupación se incrementó un 14% en varones y un 16% en mujeres.

Eva Sacco es economista del Centro de Economía Política de Argentina (CEPA) y especialista en socioeconomía. Según cuenta Eva, “desempleado” es el término para denominar a aquel que en la semana previa a la entrevista ha asistido a búsquedas de trabajo de forma activa. De la relación entre empleados y desempleados surge el concepto de Población Económicamente Activa (PEA). Escapan a este conteo algunos casos no considerados como el de “los subempleados que son aquellos que buscan trabajar mayor cantidad de horas o días, o salir de la situación laboral en que se encuentran hacia una mejor o con diferente carga horaria”, añade Eva.

Débora Ascencio es socióloga y también integra el CEPA. De acuerdo a los datos recabados por el Centro de Estudios en esta materia, la población más afectada por el desempleo es de las mujeres jóvenes de entre 18 y 25 años. Sin embargo, la situación de afectación no se relaciona sólo con la cantidad de desempleadas. Una de las principales problemáticas tiene que ver con la desigual relación entre trabajo productivo (remunerado) y reproductivo. “El reproductivo es el trabajo doméstico no remunerado que incluye tareas domésticas y de cuidado. El punto de estas tareas es que son asociadas con mujeres y el rol materno”, asegura Débora. El informe de CTIO arroja que las principales fuentes de empleo para las mujeres siguen siendo el trabajo en casas particulares, la enseñanza y los servicios sociales y de salud.

Según los resultados de la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo del INDEC del 3er trimestre del 2013, el 89% de las mujeres y el 58% de los varones realizan trabajo doméstico no remunerado. Tanto en participación como en intensidad del trabajo doméstico, las mujeres dedican en promedio tres horas diarias más que los varones a estas tareas. Esta desigual distribución por sexo evidencia la persistencia de modelos culturales y estereotipos de género, independientemente de la edad, clase social o nivel educativo.

Además de las cifras de ocupación general, “hay numerosas manifestaciones de la discriminación de género en el mercado laboral. Las mujeres tienden a concentrarse en profesiones de cuidado -profesionales o no- pero que son las más castigadas por la sociedad”, explica Eva. Además, agrega que “hay un amplio debate en torno de si fue primero el castigo o la feminización de estos trabajos. Si más mujeres fueran ingenieras ¿se precarizaría la ingeniería?”.

Hay un acuerdo generalizado en que la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo tiene una tendencia creciente. Pero este crecimiento se tradujo, señalan en CEPA, en un aumento de los niveles de desocupación y subocupación, antes que en un incremento del porcentaje de ocupaciones plenas.

“Si bien las mujeres se incorporaron masivamente al mercado de trabajo, esto no igualó el tiempo de los varones dedicado a lo doméstico. Hay una desigual distribución entre trabajo productivo y reproductivo. Esto las ubica en una posición injusta y desigual para competir en el mercado de trabajo por lo que deriva en que las mujeres tienen una doble jornada laboral”, agrega Ascencio.

Además de la distribución del empleo existe una desigualdad salarial o “brecha de género”. Hay una diferencia salarial entre hombres y mujeres del 25%, en el caso del trabajo registrado. “Contrario a los discursos meritocráticos –según los cuales el salario es cuestión de logros-, ellas tienen más años de estudio y experiencia pero perciben salarios más bajos. Está prohibido por ley que un varón gane más que una mujer en el mismo puesto, pero no es algo que se presente de forma lineal si no que se mide en otros aspectos”, agrega Débora.

Los discursos meritocráticos en ámbitos en los que se trabajan temáticas de género generalmente presentan una supuesta igualdad basada en el laissez faire del mercado laboral. Recientemente y durante la apertura del "Consejo de mujeres PRO" la gobernadora María Eugenia Vidal declaró que las mujeres enfrentaban un enorme desafío para "mostrar que tenemos mujeres capaces y valiosas para que (por ejemplo), cuando llegue el momento de las listas, podamos con nuestro mérito, esfuerzo y capacidad ocupar esos lugares".

Para deconstruir este discurso desde CEPA realizan un estudio en deciles sobre salarios. El método consiste en tomar una población del mercado laboral y seccionarla de a diez en categorías de salarios. “Las mujeres están sobre-representadas en los deciles más bajos de ingresos (deciles 1 y 2). En cambio, cuando se consideran los deciles 9 y 10, que son los más altos, los varones están sobre-representados”. De acuerdo al informe de CTIO, la brecha de ingreso en la Argentina bajó de 28% a 24% en los últimos diez años, pero los números siguen siendo elevados.

A lo largo de las carreras profesionales, los varones acceden a los puestos mejor remunerados y las mujeres se quedan en la base de la pirámide, detenidas por lo que en el feminismo se conoce como “techo de cristal”. El techo que se hace visible cuando ellas comienzan a hallar trabas vinculadas a la discriminación de género –roles pre asignados, tabúes sobre las mujeres en roles jerárquicos, etc.- a medida que intentan llegar a la punta de la pirámide laboral.

Según el informe de CTIO, en el sector privado se advierte una tasa de empleo no registrado superior entre las mujeres que entre los varones. “Las mujeres padecen mucho más la informalidad laboral y en el trabajo informal la brecha salarial es de un 40%. Además en estos sectores las pérdidas de poder adquisitivo han sido mucho mayores”, afirma Débora.

Según el Centro de Estudios para el Desarrollo Nacional Atenea, en la población inactiva se acentúa enormemente la desigualdad: la componen mujeres en un 56% . De la población inactiva, la mitad de los jóvenes que no estudia, ni trabaja, ni se encuentra buscando un empleo, declara desempeñarse como “ama de casa”, y dentro de esta categoría hay un 90% de mujeres.

Si bien la trayectoria de los números en Argentina obedece a una situación global, han habido cambios en las mediciones del Indec que modifican las formas de interpretar el desempleo. “Son cambios que se sucedieron en la elaboración de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) luego del apagón estadístico: seis meses sin números en los que se pasó a hacer una sobreestimación de los datos. Además de interrumpir la información estadística durante seis meses, las cifras de desempleo del Indec disfrazan desocupados como inactivos. De esa forma, disminuye la tasa efectiva de personas sin trabajo que se registra”, entre otros lugares opacos que dificultan la lectura clara de los nuevos datos del Indec, asegura Eva.

La inserción laboral femenina está sensiblemente determinada por los roles culturalmente preasignados, mientras que los hombres, al ser considerados el sostén económico del hogar, se insertan tempranamente al mercado de trabajo y logran consolidar trayectorias laborales más estables. Las mujeres tienen una doble jornada laboral y una doble penalización: se las encasilla en roles no jerárquicos y se las empuja a profesiones socialmente castigadas. Resulta difícil afirmar que sólo a partir del mérito y el esfuerzo individuales sea posible lograr un cambio en las condiciones de un mercado laboral social y culturalmente determinado.