La vida por Evita: de la acción social a la política

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La vida por Evita: de la acción social a la política

20 Octubre 2021

Por Fabiana Montenegro |​ Fotografía: Archivo personal de Roberto Baschetti

I

Decía Bertolt Brecht que “la más hermosa de todas las dudas/ es cuando los débiles levantan su cabeza/ y dejan de creer/ en la fuerza de sus opresores". 

Algo de esta transformación, que cuestiona la capacidad del opresor y empodera la propia, puede percibirse en los relatos de las mujeres que decidieron acompañar a Eva Perón cuando las convocó para que trabajaran con ella y fueran parte de una experiencia inédita: la conformación del Partido Peronista Femenino, integrado solo por mujeres. Una historia olvidada que Alejandro Marino  recuperó allá por 2011 en su documental Las muchachas, y que bien vale volver a verlo.

Primero, la duda: “qué habrá visto ella en mí para echarme el ojo -piensan las muchachas, esas jovencitas inexpertas de los años cuarenta- para creer que puedo dedicarme a la política, cosa de abogados, cosa de hombres”. Pero Evita las convence: que “el soldado se hace en el campo de batalla”, les dice, “mirame a mí”. 
“Yo estaba escuchando la novela –cuenta una de las entrevistadas- y estaba tejiendo y cortaron la transmisión porque Evita iba a decir un discurso, y habló sobre la mujer y yo le presté muchísima atención. No sé qué me pasó: me reflejó el futuro mío como mujer. Entonces, tomé mi libretita cívica y me fui corriendo a afiliar.”

Evita las despertó, como un sensei. Y ellas la siguieron. Renunciaron al piano, a la escuela, a amores. Trabajaron incansablemente en los Hogares-escuelas, en los Hogares de Tránsito o en la Fundación Eva Perón. Recorrieron en sulky o a pie todo el país para censar a cada mujer. Donde Evita las mandara, iban, aunque prefirieran el asfalto. No le tenían miedo a nada, dicen. Eran muy jóvenes, casi como Evita, y tenían  “tanta cosa adentro” que se “brindaron de alma”. Sufrieron la cárcel, la persecución, el exilio. Y después,  fueron parte de la resistencia peronista.

 “Yo quería hacer bien las cosas para que me dijera, porque yo… la amaba”, cuenta otra de las muchachas. 

La amaron. Y ella las amó. 

Les abrió la puerta a una nueva vida, más allá del mandato de madre y ama de casa. Las empoderó. Porque cuando una mujer tiene la posibilidad de organizarse colectivamente por fuera del hogar, descubre su valía, descubre “lo que puede una mujer”. 

Y esto no lo perdona el opresor.

II

“Los días más felices fueron en la Fundación”, rememora María Luján,  una de las niñas que recibió la protección de la Fundación Eva Perón. Estuvo a punto de dormir en la calle junto a su madre cuando las alojaron en el Hogar de Tránsito Nº2 (hoy Museo Eva Perón). Recuerda que le habían prometido que Evita iba a atenderla. “Hasta que apareció, toda esplendorosa. Parecía un hada”. 

La Fundación tuvo como objetivo principal la asistencia social. Los relatos de las entrevistadas dan cuenta del arduo trabajo que Evita realizó allí, ocupándose personalmente de atender a la gente que llegaba de todo el país para pedir ayuda. Pero no solo eso, también se construyeron hospitales y policlínicos, hogares escuelas que “ustedes no tienen idea lo que eran esos hogares. Lo que eran los dormitorios con sus colchitas floreadas y sus paredes decoradas, los juguetes”,  hogares para ancianos, el Hogar de la Empleada, que tenía precios bajísimos.  Miles de mujeres consiguieron empleo gracias a la Fundación: “Tres nombramientos tuvo mi mamá”, rememora María Luján. 

Estas actividades se desarrollaron desde 1948 hasta el derrocamiento de Perón, en 1955. Luego, la dictadura dispuso su liquidación. Más de 50 años después se encontraron armarios con cajas cerradas con “championes” sin usar, que la Fundación solía enviar a las escuelas para los chicos.

¿No será peligroso “tanto lujo para los pobres”, tanta arquitectura, tanto confort?, cuestionaron algunas voces. Para Evita no había contradicción. Estaba convencida de que quienes tuvieran acceso a un bienestar, después iban a desear estar mejor y ya no iban a querer “comer en un plato de chapa ni dormir en un catre”. 

Es que, como explicaba Daniel Santoro en Pájaro rojo, “el peronismo es la democratización del goce. (…) Forzar el goce democrático es una de las afrentas más grandes que se le puede hacer al sistema capitalista en su conjunto. Es una bomba de profundidad en su núcleo, no renunciar al goce”. O, dicho en otras palabras, se trata de la felicidad peronista. Y lo que Evita quería era hacer feliz a su pueblo. 
Además, fue en ese trabajo codo a codo con Evita donde se formaron las veintitrés muchachas que serían las primeras diputadas y legisladoras argentinas.

III

“Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas”. Así condensaba Evita el 23 de setiembre de 1947, frente a una plaza colmada, lo que había significado llegar al decreto que puso en vigencia la ley de voto de la mujer, que se había promulgado días antes. 

La conquista del voto de las mujeres fue un hito para la democracia, producto de las demandas del feminismo de la segunda ola –es cierto-, producto de la lucha de mujeres como Julieta Lanteri, Elvira Rawson, Alicia Moreau de Justo, entre otras, pero fue Evita quien movilizó para lograrlo –dentro del peronismo, el partido que más hizo por ampliar los derechos de las clases populares-. Esta ley, la 13.010, fue una herramienta clave. “Tenemos el arma”, habría asegurado a sus muchachas. Ahora había que hacer algo para que la mujer entrara a la política. Para ello hizo un llamado a las mujeres argentinas. 

El  26 de julio de 1949 se presentó el Partido Peronista Femenino frente a un Teatro Nacional Cervantes atiborrado de mujeres que habían venido de distintos puntos del país (y se alojaron hasta en el Hotel Alvear): “El partido femenino que yo dirijo en mi país está vinculado lógicamente al movimiento Peronista pero es independiente como partido del que integran los hombres... Así como los obreros sólo pudieron salvarse por sí mismos y así como siempre he dicho, repitiéndolo a Perón, que ‘solamente los humildes salvarán a los humildes’, también pienso que únicamente las mujeres serán la salvación de las mujeres. Allí está la causa de mi decisión de organizar el partido femenino fuera de la organización política de los hombres peronistas. Nos une totalmente el Líder, único e indiscutido para todos. Nos unen los grandes objetivos de la doctrina y del movimiento Peronista. Pero nos separa una sola cosa: nosotras tenemos un objetivo nuestro que es redimir a la mujer”.

El Partido Peronista Femenino fue una experiencia única de verdadera participación femenina sin intervención alguna del hombre, ni en su organización ni en su concepción. Y, como asegurara Ana Macri, una de las delegadas organizadoras designadas en 1949 por Eva y diputada nacional por el Partido Peronista Femenino: “En esa época colocar el adjetivo Femenino al Partido ya era revolucionario”.
Evita eligió, entre sus muchachas, a las 23, que fueron parte del despliegue territorial provincial para censar a las mujeres, y convocarlas no solo a la participación política sino también a la posibilidad de acceder a cargos de representación.

Bajo el lema “Cuántas somos y dónde estamos”, las censistas –integradas en su mayoría por maestras, amas de casa, trabajadoras, “humildes olvidadas por los poetas y los políticos”- fueron enviadas a las provincias, donde crearon unas 3600 unidades básicas en negocios, bibliotecas, ranchos de adobe.  Evita eligió lugares donde las mujeres no tuvieran vínculos previos para evitar que se convirtieran en caudillas y reprodujeran las lógicas masculinas de la política. De hechos, los varones tenían prohibido el ingreso. 

1951 es reconocido por el renunciamiento de Evita a su candidatura. Sin embargo, suele pasar inadvertido el hecho de que, gracias a su accionar, 23 diputadas nacionales, 6 senadoras nacionales, y otras tantas legisladoras provinciales fueron elegidas. En total 109 mujeres ocuparon cargos legislativos,  mientras que en la Unión Cívica Radical, el segundo partido del país entonces, ninguna mujer accedió a un cargo electivo.

Las muchachas tuvieron una actividad parlamentaria intensa. Presentaron leyes que buscaban la ampliación de los derechos de los más humildes y de las mujeres.

IV

Tras el golpe del ’55, las muchachas sufrieron no solo el odio del antiperonismo sino también el intento de disciplinamiento del patriarcado: fueron perseguidas y encarceladas, acusadas de “traición a la patria”,  “fanáticas peronistas” y “asociación y enriquecimiento ilícito”. O, como en el caso de María de las Mercedes Artieda, que la dejaron cesante por “pervertir las mentes infantiles”.

Sin embargo, cuando recuperaron la libertad, se incorporaron a la resistencia peronista. Según se cuenta, Delia Parodi, después de 3 años de prisión, apenas puso un pie en la calle, miró a sus carceleros y les dijo: Viva, Perón, carajo.

Tozudas como su Comandanta. No pudieron con ellas. Dice en el documental Magdalena Álvarez Seminario, una mujer que dista bastante de la muchacha que fue y, no obstante, tiene ese ardor en los ojos que todavía quema: “He vivido una época tan linda, que me gustó tanto, que lo hice con tanto cariño. El mejor recuerdo será todo lo que viví en esos años”.

Feminismo y peronismo sigue formando parte del pasado y del presente de nuestras luchas. Un movimiento que, pese a sus avances y retrocesos, fue el que más hizo por los derechos de las mujeres, como señalara recientemente Sol Prieto: desde la ley de voto femenino (1949) hasta la jubilación para amas de casa (2004), ley de Educación Sexual integral (2009), Ley de Matrimonio Igualitario (2012), Ley de Identidad de Género (2013), Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (2020), solo por nombrar algunas.              

Es necesario seguir profundizando estas conquistas, por supuesto, aun con más dudas que certezas. Después de todo, la más hermosa de todas las dudas/ es…