Santiago Asorey: “En estos cuentos me jugué la vida”

  • Imagen

Santiago Asorey: “En estos cuentos me jugué la vida”

11 Julio 2015

Por Boris Katunaric

Agencia Paco Urondo: Tenés un laburo de mucho tiempo con estos cuentos, ¿cómo te encontraste con la idea de escribir y cómo fue laburarlos durante tanto tiempo?

Santiago Asorey: El libro lo empecé a escribir hace diez años, lo que pasa es que cuando empecé a escribirlos no era un escritor, era un pibe, tenía 16 años. Es, un poco, el proceso de cómo uno se vuelve escritor, cómo se hace un escritor. Lo que dice Pablo Ramos en el prólogo es una lectura muy buena, entender el proceso en el cual un escritor se hace en la medida en que se hace hombre y cómo uno se hace hombre en la medida en que se van sucediendo un montón de experiencias de valor, de desilusión y, en alguna medida, es un libro de iniciación. 

APU: El libro tiene un eje que está bastante claro: está atravesado por la muerte, pero en la mayor parte de los cuentos son muertes jóvenes y, particularmente, no son muertes heroicas ni son brutales por violencia, sino que hay procesos largos, de enfermedades.

SA: Lo que va pasando en los cuentos son las distintas reacciones ante la muerte en las sucesivas edades. No es lo mismo la reacción de un pibe a los 16 años ante la muerte de su madrina, ni a los 20 ante la muerte de un amigo o de un hermano. Ese tejido de distintas relaciones que uno va creando con la muerte lo que muestra es el crecimiento de los distintos personajes.

APU: En ese sentido hay una continuidad, no cronológica, sino temática.

SA: Todos los personajes comparten una especie de universo narrativo, parecen ser siempre los mismos, con distintas variaciones y en ese sentido se puede leer como una novela. Lo que está es el proceso y las distintas reacciones que van teniendo los personajes ante la muerte, la ausencia, la pérdida. En los cuentos más tempranos hay una idea de no aceptación, de bronca, después algo más de convivencia con la muerte porque los personajes ya la atravesaron y saben lo que es. En cambio en "Manuales de felicidad", el cuento que da título al libro, pasa que el personaje no sabe lo que es la muerte y es muy complicado porque no sabe cómo reaccionar, entonces no puede llorar la pérdida de su madrina.

APU: Es, en ese sentido, la génesis.

SA: El origen del libro y también de la necesidad de narrar. Lo que se ve en ese cuento es la marca de un profundo dolor y la necesidad de escribir ante ese dolor, usar la literatura para darle sentido a algo que no tiene sentido y tratar de escapar o correrse de ese lugar de muerte y pérdida y poder ponerle palabras.

APU: Isidoro Blaisten decía que la poesía, o la literatura en este caso, es una forma de organizar la locura. En esto puede caber la organización de todos los sentimientos en relación a la muerte.

SA: La literatura tiene, como dice Blaisten, la capacidad de organizar la locura y organizar la vida. Una vez escuché a alguien que decía que la vida no tenía forma, que lo que le pone forma a la vida es la literatura, organiza una vida sin sentido y genera el sentido a través de la construcción de un relato. Y eso también es doloroso porque se empieza a sufrir en cuanto a algo se lo puede nombrar y se puede entender en la medida que se puede nombrar.

APU: Entonces el título es engañoso o paródico.

SA: Cuando lo pensé estaba relacionado a una ironía en cuanto a los libros de autoayuda. El personaje está descargándose y puteando contra las fórmulas de los libros de autoayuda. Lo que me pasó es que, con el tiempo, decidí que ese fuera el título del libro porque la literatura, para mí mismo, era una forma de autoayuda en el sentido que me permitía correrme de ese lugar y dar un sentido; entonces se transforma y pasa de ser un título irónico a una promesa porque no hay felicidad en estos cuentos, sino que lo que aparece son unos pequeños lapsos de esperanza y fe en el amor de los personajes.
Siempre me impresionó algo que decía Fogwill sobre Los Pichiciegos: le preguntaron si había escrito una novela en contra de la guerra y Fogwill se les caga de risa y les responde que no escribió una novela contra la guerra, que eso era lo mismo que escribir una novela contra los huracanes o contra los tifones o contra los terremotos, lo que escribió es sobre las formas equivocadas de nombrar nuestro destino. Y ese entendimiento que tiene Fogwill es clave.

APU: Vayamos a la cuestión del género "cuento". Este es un país de cuentistas, por ende, muy exigente con las formas. ¿Cómo te llevaste con esto, con la exigencia de estructura que tiene un cuento por fuera de la historia?

SA: Fundamentalmente soy cuentista, si bien escribí poesía u otras cosas, lo que escribo son cuentos. Tengo una formación muy rigurosa, mí maestro fue Pablo Ramos y el maestro de mí maestro fue Abelardo Castillo y ahí hay una cantidad de enormes cuentistas y no solamente con los cuentistas de acá: John Cheever, Raymond Carver o J.D. Salinger. Para mí fueron todos determinantes en cómo se escribe un cuento, es lo que dice Manauta: “Un cuento es una piedra que cae en un estanque”, es decir, es una unidad de efecto, no hay tiempo para nada, no es como en una novela en donde una palabra te puede desligar del tema, sino que vas hacia una unidad de sentido y así lograr el efecto que busca el cuento.
Los escritores que más me han influenciado han sido cuentistas, Chejov, Maupassant y también argentinos: Constantini, Cortázar, Rodolfo Walsh. Para mí, Walsh es determinante. El cuento "Esa mujer" me marcó mucho en "Parece Ushuaia" porque tiene mucho que ver con cómo se trabaja el tiempo presente desde lo riguroso, cómo se describen los objetos en lo inmediato y no en tanto objetos, sino con la carga dramática que le dan los personajes. Aun así, no fue una influencia consciente, uno lo va incorporando. Lo que esos autores me fueron abriendo son formas para que pudiese dar respuestas a problema espirituales donde se necesitaba una respuesta narrativa.

APU: "Al final de la noche" es el cuento que más se sale de la línea del libro, digamos que aparece la muerte pero en forma de asesinato, y es una reescritura del cuento de Osvaldo Lamborghini, "El niño proletario" ¿Cuál sería la función de este texto ya que se sale de la línea y no tiene tanto que ver con los autores que estabas nombrando?

SA: Lamborghini no es de los autores que más he leído. Sin embargo, ese cuento siempre me impactó mucho y el libro tiene una relación muy sincera con los personajes en relación a sus condiciones sociales. Expongo de dónde vengo, cuál es mi origen y los peores vicios de esa clase social y cómo ocurre el asesinato de clase. Es el cuento de unos chicos de familias ricas matando a un cartonero. Ahí el cuento de Lamborghini fue importante pero más importante es mi vida, siempre sentí la necesidad de escribir ese cuento en la medida que lo pudiera escribir por una cantidad de vivencias que estaban relacionadas con ese cuento de Lamborghini.

APU: Es tu primer libro y ahora empieza una etapa de conocimiento que es posterior a la escritura y tiene que ver con la visión de los otros.

SA: Eso me tiene un poco nervioso, pero más porque este libro es de alta exposición, no alta exposición biográfica, sino espiritual. En estos cuentos me jugué la vida, puse todo: todo lo bueno y todo lo malo.

APU: Claro, pero acá no vamos a ir a buscar al Santiago compañero, periodista, amigo, si no que vamos a ir a buscar al Santiago escritor. La recepción de un otro siempre condiciona.

SA: Escribimos en parte por la necesidad de la mirada del otro, no hay que ser hipócritas. Pero no en el sentido de publicar, eso es de segundo grado, sino porque buscamos una palabra que conmueva al otro. No es una comunicación de un intelecto al otro, sino de un alma a otra donde se juega todo, el intelecto, el cuerpo, el espíritu. Eso es de alta complejidad en lo que uno expone no solo como autor, sino también como persona.