Saint Seiya (Los Caballeros del Zodiaco): Militantes de Athena

Saint Seiya (Los Caballeros del Zodiaco): Militantes de Athena

16 Febrero 2014

 

Por Santiago Asorey y Boris Katunaric

 

Los mitos

Existe algo extraordinario en Saint Seiya o Los Caballeros del Zodiaco (su traducción al español) que tiene que ver con la forma en que el animé se apropia, con sana impunidad,  de vastos fragmentos de los pilares fundantes de la tradición  occidental, que va desde  la mitología Griega a la mitología Nórdica. Esta mixtura de mitología, donde las constelaciones y los relatos mitológicos saltan todas las fronteras culturales, está sin duda íntimamente vinculada a la influencia del posmodernismo en la cultura oriental y su fascinación por la simbología poética occidental apropiada y subordinada bajo su cosmovisión. La particularidad de los caballeros del zodiaco es justamente que toda la simbología griega, de Athena y las constelaciones está reinterpretada en una línea poética cristiano-budista, donde el cosmos pareciera ser expresión de un fuerte despliegue energético pero, sobre todo, místico y espiritual. La apropiación de estos géneros, su deformación y alcance permiten crear y recrear un universo fantástico con enormes despliegues argumentales.

Los personajes:

 

Esterotipados, pero muy valientes, los personajes principales de esta serie tienen componentes muy variados en su psicología. Pongamos por caso: Shun e Ikki, hermanos muy unidos con personalidades opuestas, híper sensible el primero, duro como roca el otro; Shiru, el exponente más fiel de las películas de karate japonesas; Hyoga es frío, solitario y con una madre ausente y, por último, Seiya que mantiene un perfil de héroe más norteamericano, conductor y líder, competitivo y sagaz, siempre al frente y el más fiel a athena.

Lo heterogéneo de este grupo es la riqueza fundamental para entender cómo se resuelven los conflictos. El fuerte contenido moral del relato, donde la amistad aparece como valor fundante, como voluntad en el sostén de la lucha de los santos de Athena, sigue en esa lógica mística. Los caballeros o Santos más fuertes son los santos que más despliegan sus virtudes éticas, o sea, el cosmos, producto de la relación de amistad entre los caballeros; mientras más fuertes sean los lazos, más posibilidades tienen de ganar las batallas o resolver los conflictos, si bien no es un “héroe colectivo” al estilo Oesterheld, por lo menos pone el eje en la fuerza concentrada de todos los personajes en un solo punto, más de una vez es el poder encomendado el que permite superar los límites.  Una de las cosas más interesantes es la configuración no realista de lo  temporal en la serie. Las peleas rompen con el espacio físico y se trasladan a espacios abstractos y metafóricos. Y donde la subjetividad del tiempo de las peleas se ven reflejadas en la detención de la acción. Parece no tan importante la acción en sí sino su efecto retardario que permite la expresión poética del Caballero en el incremento de sus cosmos. Pero yendo un poco más lejos, encontramos en los personajes que van apareciendo a lo largo de los 145 capítulos de la serie original, muy buenas construcciones argumentales, los enemigos van cambiando, se hacen más complejos; en la Saga de Hades no son solo los caballeros de bronce los que están a la vanguardia de la lucha, la trama ya no les pertenece solo a ellos, sino al conjunto de personajes que los acompañan, malos que se vuelven buenos sin perder su cara de pocos amigos, hermanos perdidos que resuelven sus conflictos en distintas trincheras, venganzas que se justifican por el solo hecho de estar en un punto u otro, distintas visiones éticas o filosóficas se debaten con sangre. Estos giros argumentales hacen que se enriquezca la historia, su núcleo conceptual es el mismo, pero cada uno de los personajes complejiza un poco más la trama con su historia personal.

Kurumada

Es interesante reconocer en estos elementos centrales de la serie, una influencia en Masami Kurumada del teatro japonés kabuki y Noh que prosiguen un linaje cultural de 600 años. No solamente en el uso de la máscara sino en el estatuto temporal, es un realismo profundamente metafórico. Algo usual en el teatro japonés era usar cartas como cuchillos o cabalgar caballos invisibles, y algo de esa dimensión metafórica sigue muy presente en los caballeros del zodiaco que, de golpe, pelean con el tiempo detenido y transforman los espacios físicos en espacios metafóricos, su poder siempre genera una imagen de fondo y esa es la metáfora que pone negro sobre blanco su alcance, su voluntad de vencer.

Esa dimensión estética basada en la cosmovisión filosófica oriental fascina al público europeo que sigue la serie.  Esa fascinación está vinculada a la complejización dramática a partir de nuevas capas imaginarias que el dibujo despierta, su creador, cuenta en una entrevista reciente la siguiente anécdota: Un fan francés que vino a visitar mi estudio una vez, me dijo que: “Saint Seiya fue un impacto cultural. Un universo donde uno pelea por sus amigos dejando de lado tu propia seguridad era algo impensable en un país individualista como Francia”.

Desde el punto de vista de un posible análisis político, uno podría dejar de decir que Saint Seiya es la expresión del relato multicultural  mercantil de la posmodernidad. Pero mucho más interesante es la posibilidad de llenar de contenido político  interpretaciones que nos permitan comprender la importancia de todo relato místico para la práctica política, su valor ético, su voluntad. Lo que fortalece ese relato en su dimensión poética y narrativa. La efectividad y la emotividad de un relato son fundamentales para la fantasía política que puede llegar a subvertir el orden de la realidad. Una parte de esta dimensión está presente en la fantasía de los caballeros de zodiaco.