Religiosidad popular como resistencia ante el liberalismo

Religiosidad popular como resistencia ante el liberalismo

13 Agosto 2016

Por Emanuel Bonforti

El pasado 7 de agosto se celebró una nueva edición de la famosa marcha que rinde culto a San Cayetano, miles de peregrinos motivados por la esperanza y la religiosidad acudieron a Liniers a pedir trabajo, otros a agradecer la posibilidad de ser simplemente hombres prendidos a jornal fijo. Pero este el último 7 de agosto no fue un San Cayetano más: junto con los niveles de desocupación y la pobreza en ascenso, los sectores populares se inclinaron como pocas veces hacia el beato, con un fuerte nivel de organización y de conciencia. Sin embargo vale preguntarse, ¿hasta qué punto estos niveles de organización y formas de ocupación del espacio público por parte de los sectores populares tienen un anclaje en el tiempo o forman parte de un momento puramente espasmódico o reactivo?

Una lectura arraigada desde los sectores populares considera que la dinámica histórica de Latinoamérica da cuenta de un proceso inconcluso, es decir, el continente aún no arribó a un estadio donde pueda desplegar al máximo sus múltiples capacidades y fortalezas, producto de causas internas y externas que obstaculizaron este despliegue. Siguiendo con este relato, desde 1810 fueron pocos los momentos donde los sectores populares estuvieron a la ofensiva y la correlación de fuerzas les resultó favorable para concretar un programa y un proyecto de nación que integrará a las mayorías. Muy por el contrario, los sectores populares lograron construirse como sujetos históricos a través de una experiencia situada que adoptó la forma de resistencia.

Esta resistencia en diferentes períodos ha adquirido un fuerte componente de religiosidad que deriva en una acción de liberación, producto de la tradición popular. De acuerdo a esto último, la manifestación del último 7 de agosto podría verse en esa clave, como un eslabón más de la resistencia popular hacia la ofensiva de las minorías.
El origen de esta tradición se encuentra en la conquista de América Latina que surge como un proceso de evangelización de pueblos, producto de la violencia, pero que también generó efectos inesperados como la fusión de esos pueblos. El producto de este proceso fue la emergencia de una situación de tensión donde convivieron la dominación y la fraternidad, así emerge una nueva concepción de núcleo familiar e irrumpe un tipo de mestizaje cultural donde el factor religioso juega un rol fundamental.
El primer vínculo entre liberación y religión se dio en los orígenes del Virreinato del Río de la Plata y continuó con las Invasiones inglesas. Momentos históricos donde la organización popular avanzó en niveles de cohesión producto de la amenaza de invasión una externa, de hecho los soldados británicos eran personificados como los diablos rojos para los orilleros de Buenos Aires que se enfrentaron contra el invasor.

Pero la posición defensiva es lo que posibilitó la constitución de la experiencia de este novun histórico, el bautismo defensivo se originó en el nacimiento de las relaciones internacionales de la oligarquía con Inglaterra. El marco de esta asociación estaba ordenado teóricamente por el iluminismo. Con Rivadavia nació un nuevo perfil de clase dirigente imbuida de fe en el iluminismo y en la modernidad, su esperanza puesta en el dinero y motivada por el cálculo racional, consolidando un perfil ajeno a la tradición de los sectores populares. En términos religiosos, la modernidad de los hombres de Rivadavia se expresó en un primer momento a través de la masonería para luego mutar hacia el protestantismo, el afán de lucro de estos sectores que impulsaba una política de libremercado fue una amenaza para las economías regionales.

La práctica defensiva de los sectores populares ante esta avanzada se expresó de diferentes maneras, una de ella fue la montonera gaucha que adquirió el nombre de Guerra Nacional de Resistencia, y en la región serrana tuvo un alto componente religioso, el caudillo Facundo Quiroga enfrentaba a los ejércitos porteños con una bandera cuyo lema rezaba "Religión o muerte". La experiencia resistente se vincula con la tradición ante la avanzada iluminista, de esta manera se va consolidando un nuevo sujeto histórico que será el motor de los futuros movimientos nacionales y que tendrá un alto componente de religiosidad.

La religiosidad para los sectores populares fue durante este período un factor de cohesión nacional e implicó un freno ante la avanzada iluminista cuya motivación fundamental fue el lucro y debilitar a las economías regionales. Esas montoneras que se enfrentaron a la causa interna productora de dependencia promovieron una guerra de resistencia nacional y se nutrieron de lo que Leopoldo Lugones mencionó en La Guerra Gaucha como protagonistas anónimos de nuestra historia.

La religiosidad redescubre la cuestión social y será uno de los grandes aportes de la montonera, pero ofrece un elemento que enriquece la historia de nuestros pueblos cuando propone la liberación. Precisamente esta liberación está situada en su tiempo y en su espacio, es decir, es consciente de la relación de dependencia, al identificar la cuestión social apuesta a lectura holística donde la relación de dominación no se explica por las individualidades sino por la existencia de un opresor. Con el tiempo se construyó una doctrina social que da el marco a movimientos liberación vinculados con la iglesia que adquieren conciencia histórica a partir de la relación periférica.
Una parte de la iglesia construye una teoría con conciencia histórica y con una cosmovisión tercermundista donde la idea de liberación impacta fuertemente y encuentra un hito fundacional en la cumbre de Medellín, donde se promueve la idea de religiosidad popular, en este período nuevamente la iglesia acompañó a movimientos nacionales que enfrentaron la opresión. La construcción de un nuevo tipo de teología permite inferir cómo América Latina es un continente capaz de construir categorías propias que ofrezcan soluciones a problemas propios no resueltos y por otra parte posibilita pensar una institución vinculada con las demandas históricas de nuestro pueblo.La manifestación de religiosidad popular del pasado 7 de agosto se inscribe en esta línea, pero también debe contemplar un nuevo escenario que ubica a los sectores populares nuevamente a la defensiva, pero que adquiere nuevas características. Ante una avanzada de los sectores anti populares la religión permite nuevamente ser un elemento de cohesión que adquiere características nacionales. Por otra parte, así como la Iglesia enfrentaba durante el período rivadaviano la emergencia de una nueva religiosidad expresada por la ética protestante, en la actualidad una nueva cultura religiosa se propaga en las clases dominantes, quienes profesan una nueva espiritualidad de origen hinduista, que promete paz y felicidad, emparentada con cierta praxis que privilegia el goce inmediato, su principal difusor -un poderoso empresario- que promueve en su discurso la no violencia, la meditación para aprender a respirar y evitar la depresión y el estrés, y así avanzar hacia la construcción de una familia global. Esta nueva religiosidad maniobra en la clase opresora impulsando un pensamiento positivo que dice evitar la confrontación, pero que entra en consonancia con el afán de lucro del protestantismo, con un discurso que pondera el presente, un estilo de vida urbano y posmoderno.

Esa cultura basada en el goce y la inmediatez tiene como finalidad limitar el meta relato teleológico que promueve la historia de la emancipación, al fundarse en la inmediatez desconoce la historia con lo cual destruye la posibilidad de la construcción utópica que contiene cualquier relato de liberación. Sin embargo la ambición por intervenir el meta relato emancipatorio siempre fue una tentación histórica que han tenido los sectores dominantes, influidos bajo cualquier tipo de ideología, ayer por el iluminismo y hoy expresada en esta nueva espiritualidad del Arte de Respirar. La religión en este punto expresa una dimensión de una tradición política que se consolidó a largo de nuestra historia. El liberalismo en tanto tradición política hoy influida bajo el arte de respirar intentará nuevamente una reedición de tabla raza con el pasado popular. Las imágenes del 7 de agosto permiten pensar la emergencia de la religiosidad popular organizada que enfrentará una nueva avanzada del liberalismo del siglo XXI, sin embargo el final es abierto, y como dijo Alfredo Zitarrosa "no hay cosa más sin apuro que un pueblo haciendo su historia".