Oscurantismo en siglo XXI o el ejercicio de domesticar al placer

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Oscurantismo en siglo XXI o el ejercicio de domesticar al placer

07 Octubre 2018

Por Ezequiel Palacio

 

 

Dicen los que saben: “Estamos sexualizandolo todo”  

¿Los que saben? Los que se animan a presentar el tema sexualidad, quizás. Los que tienen voz "autorizada" en los medios hegemónicos de comunicación.

La aparición de las redes sociales explotó en el cuerpo de millones de mujeres y hombres con ganas de mostrarse.

Es cierto, las redes sociales son la hoguera de las vanidades. Una ficción que se vuelve palpable en cada uso singular del Yo puesto en imagen.

Todo es exitista, banal, exitoso, perfecto y publicitario.

Exacerba un ideal de felicidad inexistente o en el mejor de los casos, es un reunir de manera ordenada una serie de momentos ideales donde lo único que se muestra es un instante minúsculo de satisfacción parecida a la felicidad.

Con esta singularidad, la aparición del cuerpo tuvo – tiene un submundo donde poder exhibirse sin otro objetivo más que el poder mostrarse (en primera instancia), dentro de esa lógica exitista, banal, exitosa, perfecta y publicitaria.

Pero hagamos algunas aclaraciones: Porque no es igual la exhibición de una rubia prototipo o un rubio maniquí (icónicamente hablando), a que se muestre un chico o una chica gorditos o con las marcas propias que la realidad y la condición social nos completan la piel: cicatrices por vivir donde nos toque a cada uno.

La belleza es económica. Y el sexo también.

Pero al margen de estos parámetros que bien deberíamos analizar con detenimiento, lo llamativo es este nuevo discurso que reglamenta otra vez, como siempre, policial moral, desde la ética judeocristiana: “Los jóvenes están sexualizandolo todo”.

Como si sexualizar estuviese mal… pues parece que sí. Que está mal.

En definitiva, lo importante es no acceder al placer libremente. Lo que se condena es eso mismo: el acceso al placer.

¿Para hablar de placer es necesario el revisionismo histórico? Quizás la historia ayude a comprender: siendo generosos, la humanidad transitó ocho siglos del periodo conocido como Edad Media. No voy a ponerme aburrido, pero al margen de ser el periodo histórico con mayor cantidad de muertos en la historia de la humanidad, me gusta detenerme en las singularidades: la Iglesia Católica regulaba el aseo. Permitía a sus cristianos, bañarse vestidos. Bañarse desnudo estaba prohibido para evitar el placer.

Todos sabemos lo placentero que es darse una ducha. Esta pequeña singularidad (bañarse con ropa), es una síntesis compacta y poderosa de lo que ocurre en nuestros tiempos.

Vamos y venimos del pasado a la actualidad en menos de una oración.

¿Qué relación, qué vinculo, tiene la prohibición de bañarse desnudos del Siglo XIII con esta tendencia del mostrarse ligeros de ropas o desnudos en las redes sociales?

¿Qué necesidad tienen las personas de exhibir zonas erógenas del cuerpo en una red social?

Se me ocurren varias respuestas, pero dejare un línea punteada…………………….para que Ud. complete a discreción.

Aunque me gustaría ensayar una respuesta que no tenga que ver con lo histórico, sino más bien con una determinación estética e ideológica: Quien se muestra en las redes, lo hace porque puede y quiere. Porque le gusta su cuerpo, porque se siente erotizado con tal hecho. Porque lo estimula que otros puedan disfrutar de eso. Porque construye su hedonismo y lo comparte con otros, en fin… placer.

Este texto no pretende hacer apología de la desnudez o del sexo para no incurrir en el mismo error de aquellos a los que critico: sexualmente cada cual hace lo que puede con lo que aprendió y con sus propios prejuicios.

Constructores de otredad, somos, estamos siendo, como individuos que aprenden y también influenciados por la mirada del otro. El otro nos define. Con sus prejuicios, sus limitaciones, su armadura sociocultural.

¿Por qué razón el otro no nos libera? ¿No nos abre las puertas del libre albedrío? Bueno, una respuesta corta, cortísima, radica precisamente, en esos ocho siglos de dominación medieval católica.

El sexo es negocio lo sabemos todos.

El sexo, eso que el mundo Católico y Romano nos permite ver del sexo, esa franja que va de este margen al otro, es un negocio.

Todxs más o menos saben qué significa el sexo. Cómo se practica (en mayor o menor medida) y sus variables: los márgenes, lo establecido, lo que se nos permite incluso clandestinamente.

Somos tan necios, tan hipócritas sexualmente hablando.

Un engaño necesario para que todo funcione dentro de esos márgenes establecidos.

Hace unos días pusieron en boca de todos y todas, esta cuestión del poliamor. Como si muchos en verdad descubrieran que existiese tal cosa. Y parece que es cierto: Que muchos piensan que vincularse sexualmente con otros “sanamente” es algo que no debería estar permitido.

Entonces hablan de sexo sin amor, de cuernos aceptados, de bla bla bla… cosas incomprensibles para una cosmovisión malformada en el capitalismo patriarcal y católico del S.XXI que empieza a fisurarse muy de a poco. La idea es vaciar de contenido el placer, quitarlo del medio.

Para muchos y muchas es imposible alejarse de la hipocresía sexual. Repito: para muchos y muchas es imposible alejarse de la hipocresía sexual.

Lo aprendido es estar con una persona para toda la vida, asesinando el deseo sexual de vincularse con otrxs hasta que, efectivamente, se somete la voluntad al engaño y la mentira, la traición y los cuernos.

Esto, no entendido en términos matrimoniales de traición al contrato y a la creencia de un dios, sino visceralmente al engaño contra uno mismo.

La monogamia está en crisis hace tiempo. Y cualquier expresión de amor, sexo o deseo hacia otro, cualquier otra práctica que rompa esos márgenes establecidos, es inmoral y peligrosa.

El sexo es negocio, lo sabemos todos… pero acá no hablamos de sexo (al margen del hecho en si) sino del placer y sus formas.

Porque básicamente el placer aún no ha sido cuantificado en términos económicos. Porque el placer no da regalías en valor de cambio. Porque el placer no genera ingresos en términos financieros. No es medible por encuestadoras. Entonces es comprensible que se lo estigmatice dentro de los cánones que prohíbe la moral católica.

¿Por qué tenemos que inmiscuirnos en el placer ajeno? Bueno acá la cosa se pone medio confusa. Recuerdo el caso Nora Dalmasso. Si haces el ejercicio de recordar 3 (Y SOLO 3), cosas que te llamaron la atención del Caso Dalmasso, quizás que la mujer asesinada practicaba fiestas sexuales maratónicas sea la primera del podio. En fin. La prensa amarilla: morbo, sexo, violencia, drogas y fútbol. 

¿En qué cambia si una mujer se acuesta con otra? ¿O, si una pareja hetero invita a otrx personx a su cama?

¿O si dos hombres se masturban juntos? O si entre cinco le dan placer sólo a una mujer consentidamente?

En fin, los márgenes son mentales y morales impuestos por la iglesia católica.

Entonces me resuena lo del comienzo: “Los jóvenes están sexualizandolo todo”. Se vuelven andróginos, exhiben su cuerpo en las redes, hombres se besan con hombres, mujeres caminando de la mano. La experimentación sexual que tanto hablan de la década del 60 y 70 fue aniquilada por las drogas de laboratorio y las dictaduras militares. Todo ese espanto que atenta contra la moral y las buenas costumbres tuvo que ser controlado.

Lxs pibxs, rebeldes por instinto, no quieren ser domesticados. Como vos, como yo, como los padres que nos educaron.